La opiniónm invitada

La historia de nunca acabar

  • La polémica del dragado del Guadalquivir desde el punto de vista del sector agrario.

La  zona arrocera de Sevilla ocupa una superficie cercana a las 40.000 hectáreas, esto la convierte en la zona arrocera mayor de España, en realidad y a pesar de que seguimos asociando el arroz con Valencia, es Sevilla la mayor productora de arroz de España, aproximadamente el 40% del arroz de nuestro país, muy por delante de la Comunidad Valenciana, Cataluña, Extremadura y otras zonas arroceras de menor importancia en superficie y por tanto en producción.

Pero no sólo eso, debido a la morfología de la tierra, a su climatología y a una alta tecnología y gran profesionalización de sus agricultores, es en estas marismas sevillanas donde se alcanzan producciones por hectáreas de las más altas del mundo y de una excelente calidad.

Todo ello es el resultado de largos años de esfuerzo y sacrificio que han hecho posible transformar unas tierras nulas para la agricultura durante siglos, en un auténtico vergel para el cultivo del arroz. Sería demasiado extenso para un artículo entrar a relatar la historia de este "milagro" que ha convertido una gran extensión de tierras paupérrimas, en la zona arrocera más competitiva y dinámica de Europa. Todo esto es el resultado del esfuerzo, la tenacidad y los enormes sacrificios de la iniciativa privada, pues a diferencia de otros sectores agrícolas de nuestra Andalucía, las administraciones no han puesto un sólo "duro" o actualizando el término, ni un sólo euro.

El resultado de todo lo expuesto es una realidad y un ejemplo a seguir por otros sectores productivos en cuanto a organización y a creación de riqueza y por tanto a generación de empleo. Pues bien, todo ello desde hace bastante tiempo y por la Autoridad Portuaria de Sevilla, nunca se ha tenido en cuenta a la hora de "vender" lo que según los responsables de esta institución va a ser la solución a todos los problemas de Sevilla y parte de Andalucía.

Desde comienzos de la década de los años 2000, o sea, desde principios del actual siglo, es habitual la referencia en la prensa, sobre todo en la sevillana, noticias referentes al dragado de nuestro río y los posibles beneficios que esta obra conllevaría para la economía de Sevilla y Andalucía. Se afirman cifras de negocio y creación de empleo que harían palidecer al mismísimo puerto de Barcelona, (primer puerto de España en movimiento de mercancías y pasajeros) y además se asegura la creación de más de quince mil puestos de trabajo.

Todas estas noticias, como es lógico, han despertado una gran expectación en propios y extraños, más aún en los tiempos que vivimos de crisis y desempleo. Ante estos cantos de sirenas todo el mundo se ha sentido atraído, al igual que Ulises, pero con distintos "apellidos", y también con distintos nombres, en este caso son la Cámara de Comercio, los sindicatos y otras organizaciones empresariales, que posiblemente y de buena fe piensan que el dragado del Guadalquivir es la solución a la falta de trabajo de nuestra provincia.

Pero en lo que al parecer nadie se ha parado a pensar es en los posibles efectos negativos que dicho dragado puede llevar aparejado para otros sectores de la economía y de forma directísima para el arroz. Sector que ni es una quimera ni una utopía, es una realidad que debemos preservar, por ello desde la Federación de Arroceros de Sevilla, organización que tengo el honor de presidir, siempre hemos alertado de las posibles afecciones negativas que dicho proyecto puede provocar en nuestro cultivo.

No podemos olvidar que es el río el que hace posible que la zona arrocera de Sevilla sea una realidad económica y social de primer orden en nuestra provincia. Que es el agua de calidad del Guadalquivir el primer factor de producción de nuestro producto y que cualquier alteración en el río podría alterar de forma considerable la salinidad de ese agua lo que conllevaría grandes pérdidas en nuestro sector o incluso hacerlo inviable. Ni siquiera tales argumentos repetidos hasta la saciedad en informes y en entrevistas habían causado el efecto deseado, y durante años los arroceros hemos vivido en la incertidumbre permanente, pues prácticamente éramos David contra todos, y eso que este sector siempre hemos estado abiertos a negociar, pero siempre se han sentido demasiado fuertes para considerar nuestros razonamientos.

Esto nos obligó a buscar posibles soluciones para evitar los efectos que el dragado puede llevar aparejado como es la subida de la salinidad de nuestro agua. Por ello, en el año 2005, propuse en el Ministerio de Medio Ambiente que se realizara un estudio de alternativas para el riego del arroz que evitara o al menos paliara los efectos negativos que, a buen seguro, provocará el dragado. Después de ocho años, este proyecto que además de preservar el arroz de esos posibles efectos va a significar un ahorro de más de 100 hectómetros cúbicos de agua para la cuenca, sigue siendo sólo eso, un proyecto.

Tengo que resaltar que el actual titular del Ministerio de Agricultura y Medio Ambiente ha sido sensible con nuestro problema, y dada nuestra perseverancia ha agilizado los estudios y esperemos que en los próximos presupuestos comunitarios se contemplen los fondos para iniciar lo antes posible la realización de un proyecto en el que hemos puesto nuestras esperanzas. En nombre del sector arrocero y en el mío propio, quiero agradecer las declaraciones valientes y muy sensatas que realizó el ministro Arias Cañete en las que declaró que no quería ser el ministro que pasara a la historia por salinizar las Marismas del Guadalquivir y, por tanto, el sector arrocero.

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