Andalucía

Artillería aerotransportada

  • Infantes de Marina de España, Italia y Estados Unidos desarrollan en Barbate un entrenamiento conjunto con misiles antiaéreos y fuego real de obuses

Un torbellino azota los cardenchales marismeños del río Barbate. El Sea King SH-3D desciende y queda en estacionario, a tres metros del suelo. Un infante de marina corre a situarse bajo el helicóptero. Luego toma una pértiga con eslingas metálicas y la enlaza al gancho baricéntrico, bajo el fuselaje del aparato.

La aeronave acelera turbinas, remonta y alza las dos toneladas de un obús Oto Melara calibre 105mm. La pieza de artillería, enfundada para protegerla de golpes, pende y se balancea, recortándose contra el cielo gris, mientras es acarreada hacia un nuevo emplazamiento entre las montañas.

Un helicóptero traslada un obús de dos toneladas de peso en cada tránsito aéreo

El proceso apenas dura tres minutos. Sin embargo, se precisan una docena de transitos en vuelo, para trasladar un par de obuses, sus artilleros, así como cuatro toneladas de munición y material de combate, a la nueva posición de tiro.

La fase de aerotransporte es la más arriesgada del adiestramiento que desarrollan ahora infantes de Marina de tres países, en el campo de maniobras de la sierra gaditana del Retín. Se trata de un proceso complejo, por lo que el propio jefe del Grupo de Artillería Desembarcada (GAD) de la Brigada de Infantería de Marina española, teniente coronel Álvaro García Martín-Rincón, se ha desplazado a la zona de transferencia -un bujeo ondulante y tortuoso-, para supervisarlo directamente.

El GAD despliega para este ejercicio conjunto un total de 130 uniformados, así como dos baterías de obuses remolcados y una tercera con obuses autopropulsados M-109A2.

A este contingente se suman elementos de la Brigada San Marco de la Marina Militare italiana, así como de la Fuerza Operativa Aeroterrestre Multipropósito de Respuesta a Crísis del Cuerpo de Marines de EEUU, (SMPAGTF-CR) estacionada en la base aérea de Morón (Sevilla).

Finalmente la presencia del Grupo de Artillería de Campaña del RACTA-4 (Regimiento de Artillería de Costas), perteneciente al Ejército de Tierra nacional, confiere carácter combinado al adiestramiento.

Pero la parte más singular de este ejercicio dificilmente puede detectarse a primera vista. Es preciso cubrir veinte kilómetros por sendas dificiles y trochas imposibles, para llegar al pináculo de la Loma de los Derramaderos; un punto que la cartografía militar designa como "Cota 56", aunque para el paisanaje autóctono siempre haya sido La Teta.

En este paraje hay que seguir los relejes dejados sobre la tierra fangosa por varios todoterrenos VAMTAC (Vehículos de Alta Movilidad Táctica), para acabar descubriendo el secreto mejor guardado del despliegue: los ACAF.

ACAF es el acrónimo de Equipo de Adquisición de Blancos y Control de Apoyos de Fuegos. En síntesis, se trata de escuadras especiales de artilleros-observadores muy cualificados, que se encargan de identificar y localizar los blancos a batir por la artillería propia.

Los miembros de estos grupos operan siempre en zona hostil y alcanzan su área de misión por diversas vías (desembarco clandestino, helitransporte, salto en paracaídas...).

El sargento primero, José Macías, coordinador de los observadores desplegados, informa que por la zona se haya distribuida más de una treintena de especialistas, la mayoría de los cuales son infantes de marina de las tres naciones participantes.

Estos grupos se integran bajo una formula conjunta: un infante de marina español, otro italiano, y un tercero norteamericano. Sus componentes además se deben intercambiar a cada tanto las distintas funciones (calculo telemétrico, localización cartográfica y transmisión de datos).

Varios de estos equipos incorporan además a algún artillero del Ejército de Tierra, para ir habituándolos a este sistema de trabajo común en las operaciones anfibias.

Para desarrollar su misión, los miembros de un ACAF se sirven de diverso instrumental como serían los telémetros láser Vector 21Lite o los aparatos Rover para transmisión de datos. Incluso disponen de designadores láser Ratter 6, por si fuera necesario "iluminarles" el blanco a los pilotos de cazas y helicópteros de ataque del bando propio.

Cada equipo ACAF desplegado transmite sus observaciones y correcciones de fuego al mando de campaña del GAD, a fin de que éste asigne los objetivos y cadencia de fuego a las distintas baterías repartidas por el polígono de maniobras.

Los observadores avanzados deben permanecer ocultos en zonas cercanas a los blancos designados. Así ayudan a corregir los tiros de la artillería, informando si los disparos quedan cortos, largos, o hacen blanco.

En esta ocasión las baterías abren fuego real, pero con proyectiles de cabeza inerte o sin carga explosiva de combate. Esa munición apenas levanta pequeñas columnas de tierra en el punto de caída, lo cual fuerza a los observadores a estar más atentos para dictar las correcciones.

Se produce un receso entre las rondas de disparos y enseguida lo interrumpe el rugido de un rotor acercándose. Segundos después un helicóptero Hudges 500 de la 6ª Escuadrilla de Aeronaves de la Armada, surge tras un collado para aproximarse y tomar en un punto cercano.

Con ayuda de esta aeronave ligera, los miembros de los ACAF empiezan a realizar la fase practicas telemétricas desde el aire.

A unos diez kilómetros al este del punto anterior, abre una vaguada en cuyo entorno se despliegan varias baterías de obuses. Mientras la Infantería de Marina se dota con piezas calibre 105, el Ejército de Tierra ha instalado una batería de obuses remolcados de 155 mm.

Un obús de artillería suele tener idéntico calibre y estampa parecida a un cañón tradicional. Sin embargo, la longitud de su tubo es más corta. Ello se debe a que tales piezas fueron concebidas para el tiro indirecto o por el "segundo sector" (el proyectil traza una parábola en el aire para alcanzar el blanco).

Por idéntica razón, los cañones convencionales poseen mayor largura de tubo y disparan con menor ángulo elevación sobre las fuerzas adversarias, ejecutando el llamado tiro tenso directo o por el "primer sector".

Los obuses autopropulsados M-109 del GAD van montados sobre un blindado con orugas de cadenas, el detalle diferenciador más claro es presencia de un afuste bajo el cañón. Los carros de combate (vulgarmente llamados tanque) carecen de dicho aditamento pues sus cañones realizan tiro directo, buscando impacto frontal desde el primer instante de combate.

El alcance de estos obuses varía en función de su calibre y del tipo de munición utilizada. Con carácter general, los autopropulsados M-109A2 de 155 mm, que ahora progresan entre las serrezuelas de la Parrilla y la Mesa del Retín, tienen un alcance máximo de 40 kilómetros.

Por su parte, las baterías de obuses remolcados de 105 mm, que han sido aerotransportadas hasta su actual emplazamiento, poseen un rango máximo de alcance de 30 kilómetros.

El teniente coronel Álvaro García Martín-Rincón explica que los efectivos desplegados en el polígono de maniobra "realizarán sesiones de tiro, tanto diurno como nocturno, a lo largo de una semana".

Aunque a primera vista eso podría sugerir un pandemonio, debido a que se usa munición inerte y el único estampido se produce en el momento del disparo, cuando estalla la carga de pólvora impulsora; el retumbar de las salvas no excede más allá de trescientos metros.

Por encima de esa distancia el sonido comienza a amortiguarse y ni siquiera conturba a los ternerillos de las diferentes vacadas de ganado retinto, que pastan dentro del perímetro de maniobras.

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