Andalucía

"Los andaluces queremos calidad y somos exigentes"

  • El responsable del barómetro que da ganador al PP en unas andaluzas defiende el rigor del estudio, del que destaca el cambio cualitativo realizado por la ciudadanía

Eduardo Moyano ha sido el sociólogo. A sus 56 años, dirige el IESA, el centro público que ha puesto por escrito por primera vez que el PP puede ganar unas elecciones autonómicas. Los resultados de ese sondeo son conocidos por cuanto han sido noticia de primera página. Ha generado una enorme mar de fondo que ha llevado a acelerar un cambio interno en el PSOE andaluz. Experto en el mundo agrario, dirige un grupo de profesionales dedicado a auscultar la opinión pública andaluza. De hablar pausado, intenta ser didáctico a pesar de que él, y muy pocos más, tienen todos los datos -todos- para interpretar ese arcano llamado Andalucía.

-En Google, las referencias al barómetro, que da por primera vez la victoria del PP en Andalucía tienen 22.500 referencias.

-Ha sido impresionante, sí. No nos sorprende la repercusión porque llevamos 15 años haciendo esta encuesta. Cuando vimos los resultados, nos dimos cuenta de que era noticia. Era la primera vez que el barómetro daba un empate en intención directa entre PSOE y PP, y en estimación, una victoria popular. No me sorprende el impacto. Hombre, las reacciones... Cada uno es libre de decir lo que le parezca oportuno, pero somos un centro público, hemos cumplido una función correcta y hemos dado una información científica y relevante.

-Me gustaría que explicara por qué existe esa dualidad entre las preferencias socialistas en abstracto y que el PP quede por delante en intención de voto.

-Vamos a ver. Distingamos entre intención directa y estimación. No puede haber estimación si no hay cocina porque si no, nos quedaríamos sólo con la intención de voto. Esa palabra tan vilipendiada, la cocina, es necesaria. Tenemos que estimar a quién va a votar quien no te ha dicho a quién va a votar. Lo hacemos mediante las respuestas que da a otras preguntas. Tenemos un método para ello valorando no sólo a quién se considera más preparado para gobernar en distintas cuestiones sino también en quién se tiene más confianza, la valoración de los líderes, la situación política... Cuando se pregunta quién prefiere que gane, hay un empate al 31%. Lo que cambia es el partido que los encuestados creen que ganará las elecciones. Nosotros creemos es más importante qué es lo que se prefiere a lo que se cree. A ello le añadimos respuestas importantes como quién generará más empleo o quién trabajará mejor contra la crisis. Si ahí hay mejor opinión sobre el PP, ello tiene mucha relevancia en la estimación.

-Eso implica que esta situación del voto es dinámica. Depende mucho de la economía.

-Claro. Pero el método estadístico es flexible en cuanto al dinamismo de las variables. En resumen, sin cocina no hay estimación del voto. Lo importante es que la cocina esté bien hecha y sea rigurosa, con un método fiable y con una probabilidad de error muy baja. Con una muestra de 3.700 cuestionarios, nos permitimos con garantía de fiabilidad una estimación sobre otras respuestas del cuestionario.

-¿La situación va a ir a mejor para el PP y peor para el PSOE o viceversa?

-Una encuesta tiene dos virtudes: es una fotografía del momento y marca tendencias históricas. Del pasado, no del futuro. Si cogemos nuestra serie, vemos cómo ha evolucionado el apoyo del PSOE, del PP o la opinión de los andaluces. No sabemos lo que ocurrirá dentro de un año porque está sometido a una serie de imponderables. No hacemos prospectiva.

-¿Qué parte del voto del PP es prestado por la crisis, por las circunstancias?

-Insisto. La encuesta es un instrumento limitado. Dice lo que dice y todo lo demás son interpretaciones. Yo tengo la mía pero no voy a entrar en ello. Es una foto que marca tendencias pero no predice. ¿El trasvase de voto? Necesitamos un análisis pormenorizado posterior con técnicas distintas, cualitativas.

-Qué sensibles se han vuelto los políticos a las encuestas...

-Siempre lo han sido. En España, en Estados Unidos, en Francia... La política moderna tiene a los estudios de opinión pública como un instrumento muy útil. Me parece bien. Otra cosa es que esa sensibilidad se limite al voto. El Barómetro del IESA es una fantástica radiografía que afecta a multitud de cuestiones como la educación o la confianza económica...

-Y qué se sensibles se han vuelto los ciudadanos con los políticos.

-Lo que muestran las encuestas es una cierta desconfianza, desafección y hartazgo hacia la clase política, que no hacia la democracia, problema que no tenemos porque el sistema tiene un amplísimo apoyo. Pero la desafección hacia los políticos es evidente. Cuando preguntamos quién es el partido que más confianza inspira en determinadas cuestiones, el porcentaje más alto es el de la respuesta ninguno. Lo cual es un indicador. Eso se percibe en la ciudadanía que desea una mayor cooperación y un mayor sentido de Estado.

-Si usted asesora a Griñán o a Arenas, qué mensaje de 30 segundos les recomendaría para que fuera escuchado por los andaluces.

-Que hay que recuperar la cultura del esfuerzo y la austeridad. Porque se puede hacer. Las cosas no se regalan. Tenemos una enorme potencialidad pero recursos escasos.

-Los andaluces están pesimistas.

-Depende. Hay un punto de inflexión en nuestras series históricas. Tradicionalmente, existe una gran satisfacción con los cambios producidos en Andalucía durante los últimos 25 años en la valoración de los servicios públicos como las carreteras, la sanidad o la educación. Sobre todo, entre los mayores de 50 años. Lo que estamos percibiendo es que se produce un cambio: ahora el andaluz es más exigente. Exige calidad. No basta con tener acceso universal a la sanidad si no va acompañado de una calidad en el servicio, de una reducción de las listas de espera. Hay educación, sí, pero se exige de calidad. Hace 30 años no teníamos carreteras. Ahora las tenemos pero queremos que estén bien cuidadas. El ciudadano pasa de reconocer lo importante que ha sido para Andalucía el cambio desde una situación de atraso histórico a exigir calidad. Y eso es intrínseco a la valoración del Estado del Bienestar. La exigencia de la ciudadanía no tiene límites, es insaciable.

-El presidente Griñán ha advertido que la Administración no puede ya con más funcionarios.

-No tenemos más porcentaje de funcionarios que otros países. Lo que tenemos que preguntarnos es si los que hay son eficientes. Hay sectores de la Administración donde se necesitan funcionarios acompañados de calidad en el servicio. No es correcto decir que sobra personal educativo o sanitario. Y la eficiencia es un terreno complicado en cuestiones como los controles o si el personal funcionario está preparado para los retos de las nuevas tecnologías. Y los horarios. Tenemos un horario laboral de locos, con unos almuerzos a horas intempestivas, pantagruélicos, que no te dejan en condiciones de trabajar.

-¿Por qué no se quiere ser empresario aquí?

-El déficit de cultura empresarial en Andalucía es histórico. Hemos estado ligados al sector agrícola, que no es una actividad que se caracteriza por su capacidad empresarial aunque ha habido cambios importantes y ahora hay sectores de vanguardia. Mire, la sociedad andaluza tiene que definir qué quiere ser en el futuro. A veces hablamos de ser una sociedad de servicios de forma peyorativa. Acabo de enseñarle Córdoba a un profesor francés que está de visita. Ésta es una ciudad de servicios. Nunca va a tener una industria potente. ¿Es algo negativo? No. Es una oportunidad estupenda si somos capaces de orientar la actividad. Para ello, necesitamos buenos profesionales, que hablen idiomas... Hay que hacer una reflexión andaluza sobre qué lugar queremos ocupar.

-El IESA realiza un barómetro específico sobre el campo. ¿Qué imagen tienen los andaluces del agricultor y lo agrícola?

-Andalucía es una región con una cultura muy vinculada al campo aunque la estructura de los pueblos medios sea muy urbana. Eso explica que la valoración de la agricultura sea muy positiva. Quien más quien menos tiene un familiar que se dedica a ello. El vínculo es intenso. Hay un dato objetivo y es que el sector agroalimentario aporta una parte muy importante del producto interior bruto y resiste muy bien las crisis. Qué se le exige al sector: calidad en cuanto a los productos, al uso del suelo, eficiencia. Los andaluces dicen que estamos preparados para apoyar al sector pero con condiciones. Que sea eficiente, que aproveche bien el agua y que asuma una cultura empresarial.

-¿Existe un perfil del agricultor andaluz de hoy?

-Plural, no es único. Hay tres. El agricultor de campiña, ligado a actividades extensivas, vinculado a políticas proteccionistas, sean del franquismo o europeas. Ha tenido un escenario seguro gracias a ese paraguas y está a la expectativa de lo que ocurra a partir de 2013 cuando las ayudas sean menos generosas. Tiene miedo, incertidumbre. Creo que es el que más problemas va a tener para adaptarse porque va a tener un problema de relevo generacional, de rentabilidad y de falta de formación. Segundo, el agricultor de actividad intensiva, ligado a la empresa. Está en el litoral y ligado a sectores como el fresero. Ha vivido sin ayudas y los cambios que vienen no le van a afectar. Está acostumbrado y sobrevivirá como pueda. Y un tercero: el de la pequeña agricultura de interior, ligada al territorio. Sólo puede sobrevivir con ayuda pública. Igual que el de campiña, tiene potencial de competitividad, aunque aquí existe un problema social, político y económico. Si abandona la explotación, el mundo rural también se abandona generando problemas ambientales y de despoblación.

-¿Qué le quita al sueño al andaluz sobre la educación de sus hijos?

-Hay una preocupación sobre el sistema. Y eso es positivo. Si el problema preocupa, hay posibilidades de solventarlo. Eso ha llegado a la clase política porque era algo no estaba en la agenda. El problema se identifica en el fracaso escolar -de un 30%, que no está muy alejado del resto de Europa-, y que hay un desajuste entre el sistema y lo que se le pide a los jóvenes en la Universidad porque el nivel no es el adecuado.

-Más alumnos con medios y personal similares.

-El sistema educativo respondió a la demanda de la universalización de la enseñanza sin ir acompañado de recursos para esa llegada masiva de educación. Antes, hace años, había un filtro familiar en función de los recursos y la capacidad. En familias con poco dinero, sólo estudiaba el hijo bueno y a veces ni eso. Se ha producido un efecto inevitable: la calidad ha descendido. Eso hay que cambiarlo y la salida no puede ser la exclusión sino los itinerarios, la formación profesional. Hoy se habla de pactos de educación, aunque el clima político no sea propicio para ello. Y hay que acabar con eso de que cambie la ley cada vez que cambia el Gobierno.

-¿Existe una conciencia ciudadana andaluza?

-Creo que sí. Los barómetros del IESA indican que existe una percepción andaluza de los problemas. Frente a otras comunidades, Andalucía ha sido siempre un referente. No es una identidad inventada en el contexto democrático. No se ha tenido que crear más allá de que alguien se sienta sevillano o cordobés. Uno necesita raíces cercanas, en su provincia o en su pueblo. Me parece bien un anclaje en raíces locales sin que ello conduzca al localismo. Se puede ser global y local al mismo tiempo.

-Ese localismo, sin embargo, hay que gestionarlo. Afecta a las fusiones de cajas, al grado de conocimiento de la clase política andaluza, que es escaso.

-Sí, pero ese debate es artificial. En el asunto de las cajas, hubo una reacción inicial de las fuerzas vivas locales sobre una realidad importante. Pasados esos primeros días, eso ha dejado de ser tema de debate porque la fusión avanza. Es una necesidad perentoria y es bueno. Es una oportunidad para que se posicione la ciudad de Córdoba en eldebate de qué quiere para una caja. Si se analizan los últimos 30 años, ¿Córdoba ha mejorado sus niveles de desarrollo gracias a una caja cordobesa? No. Cajasur ha tenido una función interesante pero tengo dudas de que haya sido un motor económico. El escenario nuevo es interesante para pensar qué puede hacer una caja importante para el desarrollo de los territorios.

-El debate local parece inevitable.

-Se hace un flaco favor a la identidad de Andalucía cuando se entran en dinámicas provinciales. Para el IESA, es irrelevante introducir la dinámica provincial si no hay situaciones importantes como el medio ambiente en Huelva. Nos negamos a introducirla en estudios pero es que hay toda una realidad política. Todos los partidos están construidos sobre estructuras provinciales y ello introduce un efecto perverso en la dinámica andaluza.

-En política se habla mucho de cambio. ¿Andalucía está cambiando realmente?

-Sí, somos más exigentes, tenemos grados de bienestar incomparables con los que teníamos hace 30 ó 40 años. Sí tenemos que ponernos de acuerdo con qué entendemos como cambio. Creo que hay que incidir en el nivel de vida de la población, en el acceso a la educación, a la sanidad, en los ambulatorios o colegios disponibles. Eso es cambio para bien. Pero la población es más exigente y quiere que eso funcione adecuadamente.

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