Antonio Porta sale de una verja de tres metros que separa los pabellones de presos del hall de la penitenciaria nacional de Támara, en Tegucigalpa. Sostiene un plato de plástico con arroz hervido, un puñado de frijoles negros secos y dos tortillas de maíz tan finas como el papel de fumar. "Lo traigo para que veas lo único que nos dan de comer, está asqueroso". Y enseña el cinturón que le tuvieron que comprar porque después de un mes con el mismo menú tres veces al día, se le caían los pantalones. Porta lleva poco más de un mes en la cárcel acusado de sedición y daños agravantes contra el gobierno de facto. Le detuvieron el 22 de septiembre junto a siete personas más en los alrededores del Estadio Nacional de Tegucigalpa, donde había una manifestación de la Resistencia contra Roberto Micheletti. Le acusan de romper el vidrio de un coche de la policía al lanzar una piedra desde un primer piso, cosa que él niega rotundamente. Porta llegó 4 días antes al país, el 18 de septiembre, a pedirle la mano a María Antolina García, una chica que conoció hace un año por internet.

"Yo vine con un anillo de pedida y los papeles para casarme. No sabía nada de política, ni de Micheletti y Zelaya, aunque ahora empiezo a entender un poco más. Entiendo, por ejemplo, que en este país es delito llevar una camiseta roja [color del partido liberal en el que se encuadra Zelaya], pues fue por eso por lo que me detuvieron". Y sigue narrando: "Estaba en mi hotel cuando se impuso el toque de queda. Después de 16 horas de toque, la cocina del hotel cerró y no servían ni desayuno. Entonces mi novia vino a recogerme para que fuéramos a su casa a comer, y pasamos cerquita de la marcha. Íbamos con unos familiares y amigos y nos agarraron a todos". La Policía lo acusa de ser el "jefe de la banda".

Él y un sobrino de María Antolina, Reinaldo García, su supuesto cómplice, fueron enviados a prisión, acusados de sedición tras el golpe de Estado de Micheletti. Porta lleva un mes en una cárcel donde las condiciones de vida son menos que precarias. "Las cárceles de España son un hotel de 5 estrellas al lado de ésta", dice. La bazofia y las cucarachas son lo demenos. Lo peor es el sida, la malaria y la tuberculosis. En el pabellón de Antonio, 42 presos comparten dos retretes turcos y una pileta de 5x3 donde se bañan hasta la cintura. Las celdas son habitáculos de de dos metros de ancho por dos y medio de largo, delimitadas con cortinas y cartones en el caso de los más afortunados. En cada una de ellas duermen tres personas, dos en una litera y una al lado, en el suelo. Porta consiguió colocar un banco para sentarse y acomodar unas pocas bolsas de víveres y ropa que le lleva su novia. "Yo llegué con lo puesto, la camiseta roja y mis vaqueros".

Y tiene suerte de dormir en un colchón de espuma, porque la mayoría de los otros reos sólo logran acomodar algunos cartones en el suelo o en las planchas de madera. "A los dos días de detenerme me habló la Cónsul y le pedí que recogiera mis cosas y me trajera un colchón", que compró con los dólares que guardaba en el hotel", relata con una pizca de resentimiento hacia la diplomacia española.

Su defensor, Marco Tulio Amaya, forma parte del Frente de Abogados contra el Golpe. Amaya, aceptó el caso de Porta porque "se trata de un juicio político, que pretende castigar la postura del gobierno de España con el Ejecutivo de Micheletti, y de paso amedrentar a los internacionales que se solidarizan con Honduras". Y Porta lo corrobora: "La juez se ha ensañado conmigo porque soy español y nuestro país le ha negado visados a los golpistas, y cómo la juez es golpista... es que otra explicación no le veo". Ser español también le ha ocasionado problemas en la prisión. "Algunos presos me piden dinero porque pienso que por ser español tengo que ser rico".