Tribunales

"No me parece normal que mi padre siga estando todavía en la cárcel"

  • La hija de Ricardi, el portuense encarcelado desde 1995 por las violaciones que la Policía imputa ahora a dos jerezanos, se queja de que no le dejen hablar con él ni a ella ni a nadie de la familia

"A él lo detuvieron cuando yo tenía ocho años. No recuerdo casi nada. Además, durante mucho años para mí el tema de mi padre ha sido tabú". Macarena tiene 22 años y es la hija mayor de Rafael Ricardi Robles, el portuense de 47 años que lleva desde noviembre de 1995 encarcelado como coautor de unas violaciones que la Policía achaca ahora a dos jerezanos. Aunque hace ya casi ocho años que la propia Policía alertó a las autoridades judiciales de la posibilidad de que se hubiera cometido un error condenando a Ricardi, a raíz de un informe del Instituto Nacional de Toxicología que descartaba que su ADN fuera el mismo de los restos de semen hallados en la ropa interior de una de las víctimas de las violaciones cometidas entre 1995 y 2000 en la provincia. Pero Fiscalía consideró entonces que no procedía la revisión del caso al haber sido condenado fundamentalmente por el testimonio de una de las víctimas.

La joven no se encuentra muy bien. Hace días que toma tranquilizantes para poder dormir. Ahora, sólo quiere ir a ver a su padre a la cárcel de Topas, en Salamanca, donde está recluido, "hablar con él, saber qué quiere hacer". Pero no le dejan. Tanto ella como su tía Milagros, la hermana menor de Ricardi, desde que saltó la noticia de su posible inocencia, han removido Roma con Santiago para enterarse de qué tienen que hacer para que el asunto se esclarezca lo más rápido posible, pero se han topado con el eterno muro infranqueable, la burocracia. En Fiscalía "nos han dicho que ahora mismo no se puede hacer nada, que todo está en proceso y que hay que esperar a que concluya la investigación". Y en la cárcel no les dejan hablar con el preso "porque nos dicen que tiene que ser él el que llame".

Macarena cree que su padre ya debe estar al tanto del sorprendente giro que ha dado su caso. "Quiero creer que sí, que le habrán contado que tiene posibilidades de salir", dice con un hilo de voz a través del teléfono. De momento, prefiere no conceder entrevistas, hasta que no haya asimilado mejor esta increíble historia. Pero accede a hablar con este diario por teléfono.

Su testimonio es estremecedor. Ella es hija de Ricardi y de una primera compañera que tuvo el portuense, una mujer que tenía una hija de una relación anterior, que reside en Tenerife y con la que Macarena se fue a vivir cuando ya habían detenido a su padre. La pareja hacía tiempo que se había separado y Ricardi se casó con otra mujer, con la que tuvo un hijo, Ángel, con 17 años ahora. Tanto Ricardi como su mujer cayeron en las garras de las drogas. Y él acabó viviendo debajo del antiguo puente de San Alejandro. Poco después, fue encarcelado. Y fue su hermana pequeña, Milagros, la que terminó haciéndose cargo de la custodia del niño.

Macarena volvió a vivir a El Puerto cuando tenía 14 años. Entonces, fue con su tía a verlo a la antigua cárcel de Jerez, a donde había sido trasladado desde Puerto 2. Nunca podrá olvidar aquel día. Era la víspera de que lo trasladaran a Topas. Ahora, ocho años después, la emoción quiebra su voz. "Me dio mucha impresión. Lo recordaba como un padre normal y corriente. En la cárcel le habían cortado el pelo muy corto y estaba muy estropeado. Ahora la impresión será aún peor", dice en un susurro.

Se repone. "No me parece normal que siga estando todavía en la cárcel", suelta con rabia. Y es que ella, ahora que lo cree inocente, que lo sabe inocente, lo único que quiere es recuperar el tiempo perdido con un padre que primero se lo arrebató la droga y después lo que se revela como un desgraciado cúmulo de coincidencias .

Con más entereza está afrontando su tía el asunto. Convertida casi en la portavoz oficial de la familia, Milagros se aviene a charlar con este diario en su casa, en El Puerto. Su móvil echa humo. Quieren entrevistarla en Canal Sur y en Televisión Española. No le gusta que le hagan fotos. Es algo de familia porque nadie tiene una foto del preso. Pero accede, "por el bien de él".

Es la única de los nueve hermanos que tiene Ricardi (había otro, que murió hace cinco años, ahogado en el río) que ha mantenido una relación con el preso, aunque esporádica e interrumpida hace cuatro años. Justamente cuando ella le comunicó un año después el desgraciado fallecimiento del hermano. Reconoce que al principio dudó, creyó que era culpable. "Como estaba tan enganchado ...". Pero asegura que cuando fue a verlo a la cárcel, no le dijo ni que sí ni que no, "pero de la manera que me miró, me dijo que no era culpable".

Cree que Ricardi ha dicho que está a gusto en la cárcel porque, "aunque tiene carácter, es conformista. Estuvo muy tirado. Y piensa que mis hermanos no quieren saber nada de él. Lo que ocurre es que están dolidos porque han visto lo que sufrió mi padre por su culpa". La madre murió hace 15 años, antes de que fuera encarcelado pero no antes de que se hubiera enganchado. El padre lo vivió todo hasta que el corazón no le aguantó más en el 98, tres años después de su encarcelamiento. "No le podía decir que había escrito su hijo. Se ponía malísimo", recuerda Milagros. Dice que la familia no guarda rencor a nadie. Sólo espera que la pesadilla acabe y su hermano pueda volver a caminar por la calle. "Y que paguen los verdaderos culpables".

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