Son y están

"Soy partícipe de avances médicos que son éticos, legales y universales"

  • Granadino criado en Madrid, formado en Pamplona, asentado en Sevilla y con gran prestigio internacional, es el médico que protagoniza algunos de los mayores hitos de la sanidad pública andaluza y está bajo el volcán del debate entre ciencia y religión

EL apellido Antiñolo crece de modo exponencial en internet gracias a este granadino, nacido en 1957, que está situando al principal hospital de Sevilla y Andalucía en el mapamundi de los avances médicos. Y sufre la pesadilla tecnológico de la eñe en la elaboración de los anales científicos por la hegemonía del abecedario inglés, que ignora la letra hispánica. No obstante, es tal el volumen de trabajos publicados en los últimos diez años que sus colegas ya no le pierden la pista. En la primera semana de octubre, la revista Nature Genetics avaló que el equipo de Antiñolo ha descifrado el principal gen que provoca la forma más común de ceguera hereditaria, la retinosis pigmentaria, que padecen en Andalucía unas 4.000 personas.

Y a la semana siguiente ha sido noticia por partida doble. Primero por dirigir la gestación y el parto de Javier, el primer bebé libre de la beta-Talasemia major (grave enfermedad de la sangre) que los padres transmiten genéticamente, y capaz de curar a su hermano con las células madre de su cordón umbilical por ser una criatura seleccionada genéticamente a partir de un embrión libre de esa carga maligna. Y después por las críticas que el Vaticano y la Conferencia Episcopal han lanzado contra la eliminación de los embriones enfermos. Los gobiernos central y andaluz le respaldan.

-Unos le aclaman y otros le condenan. ¿Quién es usted?

-Nací en Granada en 1957. Me crié en Madrid y aunque era muy joven estaba al tanto de lo que era el franquismo, ya en descomposición. Di el salto a la universidad estudiando Medicina en Pamplona por influencia de familiares del Opus que me hablaron bien de la calidad de sus medios. No opté por las universidades madrileñas porque entonces eran una pesadilla. Siempre he tenido vocación de transformación social, como mediador, sin buscar liderazgos ni carismas. Llegué a Sevilla para hacer el MIR en el Hospital Macarena y me convertí en representante de los médicos residentes.

-¿De dónde le viene la vocación médica y por la ginecología?

-Mi mayor motivación ha sido siempre ayudar a los demás. Es un interés social que antepongo a otros muchos. Y elegí ginecología porque combinaba aspectos médicos y quirúrgicos. Por entonces tenía una visión estrecha de esa especialidad. Y fue Salud Borrego quien, en 1986 en un curso de doctorado, me abrió los ojos hacia la genética y me hizo comprender todo lo que había de cambiar la medicina. [Se conocieron entonces y son pareja conyugal y profesional].

-¿Le resultó difícil reconvertirse?

-Cursé una beca y me fui a Barcelona a comienzos de los 90. A partir de ahí, luché por impulsar el área genético-molecular en el Hospital Virgen del Rocío. El gen de la fibrosis quística fue descubierto en 1988 y quería hacer diagnósticos sobre ese tipo de enfermedades.

-¿Cómo aúna la atención sanitaria y la investigación?

-Para mí es primordial que la investigación sea continua y aplicada en la medicina. El reto consiste en integrar, innovar y triunfar. La clave es que todo constituya un bucle desde dentro del sistema sanitario. Todavía hay muchos médicos que no ligan de modo permanente la investigación con la innovación aplicada. En la unidad que dirijo hay 31 personas, más 14 investigadores contratados para diversos proyectos. Pero es que la mitad de los médicos de la unidad también investiga. Todo eso nos da una posición muy competitiva a nivel español porque no hay otro grupo con esta estructura. Y para ello hemos logrado generar recursos por valor de un millón de euros al año por nuestras iniciativas emprendedoras. No son una ayuda a fondo perdido, nos obligan aún más a lograr resultados prácticos.

Aunque fueran a más mis investigaciones, yo quería seguir ligándolas al funcionamiento del hospital y mantener la relación directa con los pacientes. Por eso insistí en formar parte de las guardias, quería ser uno más. Me costó conseguirlo porque muchos médicos no lo entendían, para ellos es el territorio que debe evitarse. Para mí era importante ligarme a la atención hospitalaria. Y lo echo de menos ahora que soy jefe de servicio y no puedo continuar ejerciéndolas.

-¿Cómo se hace investigación puntera trabajando en red?

-En nuestro caso, nos beneficiamos de apoyos como el de Francisco Palau como director desde Barcelona de un Centro de Investigación de Enfermedades Raras que funciona en red igual que el Ciber nuestro. Es básico y empieza a formar parte del bucle de la atención sanitaria.

-¿Tiene claros los límites de sus experiencias genéticas?

-Es la sociedad la que se dota de leyes para regir sus comportamientos. En nuestro caso, nosotros estamos desarrollando una labor que está en sintonía con las leyes aprobadas en España, que yo respaldo. Además, desde el punto de vista científico, lo que estamos haciendo es correcto. Soy partícipe de avances médicos que son éticos, legales y universales. Y plenamente coherente con mis convicciones éticas, que son más universales que la visión de la religión que tienen algunas asociaciones. No somos un grupo de aventureros escondidos en un sótano y experimentando con seres humanos de tal manera que nos deban meter pronto en la cárcel.

Afortunadamente, la sociedad española no está gobernada por las asociaciones que abominan de estos avances. Sólo se representan a sí mismos. Están condenando a alguien como yo, que me he criado en una familia religiosa, mi tío era capellán de la Catedral de Granada. Y todo porque estamos impulsando el nacimiento de niños libres de enfermedades congénitas, mediante técnicas que ya eran reconocidas hace años en otros países europeos.

-¿Le gusta la expresión 'bebé-medicamento'?

-Para nada, son niños voluntariamente queridos por sus padres. En España nos enquistamos en debates que en los principales países europeos están superados.

-Tal como va su trayectoria, ¿qué puede ser antes: ministro, Nobel o premio Príncipe de Asturias?

-Tal como va, ninguna de las tres cosas. Desde luego, ministro no quiero serlo. A comienzos de este año, el Ministerio de Sanidad me concedió la Encomienda con Placa de la Orden Civil, y ese tipo de premios hay que hacerlos extensibles a todos los profesionales adscritos a mi equipo, cuya implicación en la investigación es espectacular. El binomio medicina-investigación es una labor de equipos que a su vez están interconectados con otros dentro o fuera de España.

-¿Le han hecho ofertas para trabajar en otro país?

-Ha habido tanteos, pero no me pongo en el mercado de fichajes. En instituciones privadas me forraría, pero la sanidad que me gusta ejercer tiene un componente social que difícilmente se puede desarrollar igual en otras instancias.

-¿Cómo es la relación con las familias que buscan una solución a los problemas de sus bebés?

-Para los padres es una experiencia llena de emociones e incertidumbres que depara un gran desgaste psicológico. Aquí llegan familias cuyos hijos tienen padecimientos graves y cuya vida depende de una asistencia continua en un hospital. Son situaciones que ponen a prueba incluso a las mejores personas. De hecho, no todos los padres llegan hasta el final del proceso porque no se sienten preparados para afrontarlo.

-¿Cuáles son sus próximos retos?

-Entre otros, desarrollar terapias para aplicar hallazgos como el gen de la ceguera hereditaria.

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