Andalucía

Otra vez la sombra de la sequía

  • Pese a la falta de lluvias, los embalses tienen agua asegurada para al menos dos años

Nadie duda de que estamos ante uno de los inviernos más secos de las últimas décadas, y en Andalucía también es así. Según la media de las mediciones que realiza en las estaciones de la región la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), en diciembre y enero, los meses con los que arranca el invierno, ha llovido un 30% menos que en los mismos meses de 2004 y 2005, que marcan el inicio de la última gran sequía que sufrió Andalucía. Los datos de pluviometría de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG) confirman la tendencia: en lo que va de año hidrológico -entre el 1 de octubre y el 31 de enero- han caído en la cuenca una media de 141,7 litros por metro cuadrado, nada menos que un 50,6% menos que los registrados el pasado año.

Los organismos de predicción tampoco prevén que vaya a llover en los próximos quince días, y todas las fuentes consultadas dan casi por perdido ya el invierno en cuanto a lluvias. ¿Se puede hablar, con los datos disponibles, de sequía? Sí y no. Depende del punto de vista. En lo meteorológico, no hay ninguna duda, y lo confirma el delegado en Andalucía de Aemet, Luis Fernando López Cotín: "Se considera así cuando los niveles de pluviometría no llegan al 50% de lo que suele ser normal y eso es lo que sucede ahora". La situación puede afectar, por ejemplo, al estado de la vegetación, a la agricultura -singularmente la de secano, que necesita del agua de lluvia- a la ganadería extensiva -la que se nutre de los pastos-, a la limpieza de la atmósfera e incluso, de forma moderada, a la salud.

Pero, además del concepto de sequía meteorológica, existe otro, la sequía hidrológica, que tiene que ver con el abastecimiento para consumo humano, industrial o para el regadío. Está vinculada al estado de los embalses y los acuíferos, y en este aspecto, Andalucía está bien. Incluso mejor que bien. Los pantanos se sitúan en el 76% de su capacidad, veinte puntos más que la media histórica y 15 más que el agua acumulada en el conjunto de España. Ello se debe a las lluvias caídas en los dos últimos años y a un esfuerzo de ahorro que ya se ha convertido en permanente. "Se ha producido una modernización en los regadíos, cuyos consumos son el 80% del total, y el año pasado eso se notó: la dotación prevista para esta actividad fue entre mayo y septiembre de 1.250 hectómetros cúbicos, y se consumieron sólo 800; eso revela también una mayor concienciación por parte de los titulares de las explotaciones", explica Juan Paniagua, secretario general de Agua de la Consejería de Medio Ambiente. En esta reducción de la demanda también ha tenido que ver, como señala Pedro Parias, secretario general de la Asociación de Comunidades de Regantes de Andalucía (Feragua), el hecho de que el agricultor haya aprovechado el agua de escorrentía de las lluvias y recurra menos a los embalses. "Ahora, sin embargo, en una época seca, tiene que hacerlo de forma artificial, y por lo tanto la demanda subirá", añade. Juan Saura, director técnico de la CHG confirma que ya hay casos de regantes, en la comunidad del Bembézar y del Bajo Guadalquivir, que se han visto obligados a solicitar dotaciones adelantadas para poder regar algunos cultivos, sobre todo cereales.

Sea como sea, y pese al eventual repunte del consumo, lo cierto es que este año debe ser normal para el regadío, que, recordemos, concentra un 63% de la producción agraria en Andalucía. Tanto Paniagua como Saura afirman que los embalses tienen agua suficiente para soportar sin problemas al menos dos años, y tres en el caso del consumo humano. Ahora están en situación normal. Si continuara sin llover muy probablemente el año que viene se situarían en estado de prealerta y si todo continuara igual en 2013 entrarían en alerta y, entonces sí, la sequía estaría a la vuelta de la esquina. La declaración de este estado dependería de cada distrito hidrográfico y se valorarían factores pluviométricos, de capacidad de los embalses y de demanda.

Falta mucho para llegar ahí, e incluso hay zonas, como la cuenca Mediterránea -que abarca Granada, Almería, Málaga y la zona oriental de Cádiz- donde en lo que va de año hidrológico ha llovido más que en la media histórica, 193 litros por metro cuadrado frente a 178, gracias al un mes de noviembre más lluvioso de lo habitual. Claro que el año pasado cayeron 346, y esto tiene mucho que ver en el hecho de que sus embalses estén 25 puntos por encima de la media histórica [ver gráfico].

Con sequía o no, la falta de lluvias afecta de forma dura a la agricultura de secano. La producción de los cultivos cerealistas -especialmente el trigo- han podido perderse, según estima José Vázquez, técnico de Asaja-Sevilla, en un 20%, cifra que se elevará hasta un 40% si sigue sin llover, "ya que dentro de unos días, cuando pase el frío y haya más luz, la planta reclamará más agua para crecer". También el clima está castigando a la ganadería extensiva, tal y como señala Eduardo López, secretario de Organización de COAG Andalucía: "Además de que no está lloviendo, las heladas y los vientos de finales de enero han secado los pastos". El agricultor no tiene más remedio que recurrir a los piensos, lo que significa más costes, y en una economía de guerra como la agroganadera eso ahora es casi mortal.

Otro cultivo dañado por la ausencia de lluvias es el olivo, aunque en este caso no se trata de un perjuicio presente, sino futuro. Y es que, una vez pasada la recolección, el árbol necesita coger fuerza y no estar sometido a situaciones de estrés para entrar en flor y posteriormente ofrecer una buena producción. Para eso necesita agua. Si no la tiene, probablemente la cosecha quedará mermada.

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