Prevenir o incitar

Confundido el sentido de las cosas, no queda sino aceptar la excusa del mal menor, rotas las buenas intenciones

Si del prevenir resulta el incitar es que no se acierta con lo primero sin pretender lo segundo. Antecedentes hay de campañas preventivas que provocan efectos contrarios a los que las animan. La muestra de una reciente campaña del Ayuntamiento de Bilbao, dirigida a los adictos a las drogas, es significativa. "Pica bien tu raya", entonces, para no dañar las fosas nasales. "Rula solo con tu rulo", para reducir daños con un consumo más seguro. Consejos bien explícitos que aparecen en una tarjeta a propósito. Al cabo, formularlos presupone un fin menor de la prevención: si no se puede con la adicción a las drogas, que por lo menos quepa evitar los riesgos de su consumo. Argumentan los responsables de la campaña que se trataba de una información "personalizada", pero el tono entre animoso, de jerga, festivo y lúdico de los mensajes, además de su navegación por los procelosos mares de las redes sociales, no propicia reserva alguna sino que encuentra numerosos adeptos a la causa preventiva y no pocos activistas -como se acostumbra en el anonimato de las redes- beligerantes y agresivos con quienes se oponen de manera argumentada a esta polémica campaña.

Si es que el debate no se reduce a una cuestión de "formato". Esto es, se dan por seguras las buenas intenciones -ya se sabe que empiedran los suelos del infierno-, da a entenderse que no han sido bien comprendidos los propósitos, pero, al cabo, no se repara en los efectos imprevistos, tales como el de minimizar los riesgos que para la salud tienen las drogas, el modo en que se consumen en lugar del consumo. Algo parecido, porque participa de las campañas preventivas, ocurrió con una iniciativa de educación sexual donde a menores de edad se les enseñaba a colocar preservativos en penes de plástico de sobra dispuestos para la práctica. Incluso un medio de comunicación publicó una fotografía del preventivo ejercicio que indignó sobremanera a los padres de la menor que se aplicaba diestramente a él. La controversia disparatada también salió al paso, como si oponerse a tan temprana iniciación no fuera sino una ferviente defensa de la castidad -respetable, claro está, por lo demás-. Luego ay de la prevención cuando dice cursar bondadosa y acaba resultando malsana. Cuando no precave sino que incita. Porque entonces, confundido el sentido de las cosas, no queda sino aceptar la excusa del mal menor.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios