Proverbios medievales

No hay hombre más pobre que el codicioso, ni rico con más fortuna que la de gozar con lo que se tiene

Mediado el siglo XIV, un sabio judío de Carrión de los Condes, en Palencia, Sem Tob de nombre, sostenía que lo mucho nunca es bueno, aunque sea de especia fina; por eso es más vale poca vacuna que mucha medicina. Participan los proverbios de una sencilla sabiduría que puede hacerse clásica por su alcance intemporal, aunque el rabino, incluso en tiempos medievales, no se sabía a salvo del relativismo, cuestión que ahora se tiene como posmoderna por olvidar otra máxima mayor: nada hay nuevo bajo el sol, el "Nihil novum sub sole" del Eclesiastés. Quería Sem Tob decir palabras certeras del mundo y de sus maneras, de cómo dudada de él, pero no lograba tener tiento ni buena avenencia porque de más de cien acuerdos se retractaba cada día. Además, las mismas razones pueden tener unos y otros hombres para hacer o dejar de hacer algo, y lo que a uno deleita a otro procura gran desagrado. De modo que difícil le resulta al rabino someterse a un criterio no afectado por la mudanza de los juicios, sin que pueda loar o denostar cosa alguna. Luego el relativismo moral, la falta de grandes e incontrovertidas certezas que atemperen las incertidumbres del vivir, no es un mal -una característica, si quiere prescindirse de esa atribución de desgracia- posmoderno. Según como es el lugar y cual es la cosa, la prisa se hace vagar y al haz se llama envés, en atinada sentencia del siglo XIV que un maestro judío formuló con sus esclarecidas entendederas, a sabiendas de que tan lejos está el día de ayer como el año pasado. Por eso, como recomendación asimismo sabia aconsejaba a los de su tiempo mudar las costumbres, como se muda de ropa, si quiera sea para guardarse del mal de los arteros y de los intrigantes. Ahora bien, puesto el rabino a repartir las maneras de los hombres, bien seguro tiene que no dará con la que busca afanoso. Aunque dos clases de hombres sí advierte: una es la de los que buscan pero no alcanzan nunca lo que quieren, y otra la de quienes, encontrando lo que anhelan, no se sacian o complacen con ello. Sostiene el sabio judío, al cabo, que nunca podrá dar con quien halle y se satisfaga, ya que no hay hombre más pobre que el codicioso ni rico con más fortuna que la de gozar con lo que se tiene. Y advierte, para que su amonestación atraviese los siglos, que debe el hombre cuidarse de sí mismo más que de sus enemigos, porque la envidia, el rencor y la codicia son su condición peor. Más que proverbios medievales.

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