Andalucía

Los grandes olvidados del verano

  • Más de 7.500 personas viven en los asentamientos de chabolas de la provincia de Huelva, según un estudio de CCOO El problema lleva enquistado desde hace años

Lérida es su destino actual y Navarra lo será posteriormente. Pero después, ya a finales de septiembre, volverán a su residencia habitual, a Huelva, donde tienen su hogar en forma de precarias chabolas de madera, plásticos, cartón y chapas. Están repartidos en los 38 asentamientos que hay por toda la provincia onubense, formando pequeños grupos de infraviviendas, pero también núcleos importantes que podrían competir con alguna aldea en tamaño. En total, más de 7.500 personas habitando durante el año estos poblados, en estas condiciones insalubres, en constante peligro y sin soluciones que les saquen de ahí.

La situación de los inmigrantes en la provincia de Huelva es un problema enquistado hace años. Llegados por la llamada de la pujante agricultura onubense, miles de ellos se han establecido definitivamente en los municipios costeros que lideran la producción fresera europea. Y una buena parte no tiene más que para subsistir en chabolas instaladas en parajes del extrarradio poblacional, en fincas o en las traseras de polígonos industriales. Otros optan por este medio de vida para gastar lo imprescindible para comer y enviar el máximo dinero posible a sus familias, en sus países de origen. Y así se llega a que se asiente finalmente una población flotante de más de 7.500 inmigrantes, con y sin papeles que regularicen su situación en España. Es el dato que deja el sindicato CCOO Huelva, tras un trabajo de campo realizado en mayo pasado en la provincia.

Ese estudio propio finalizó entonces con sendos escritos a la Subdelegación del Gobierno, la Delegación del Gobierno de la Junta, la Diputación de Huelva y distintos ayuntamientos de municipios con asentamientos de chabolas. "Pero no se ha hecho nada", aseguró ayer a este periódico el responsable de Inmigración del sindicato en la provincia onubense, David Díaz, que aporta todos los datos recopilados.

El Foro Provincial de la Inmigración trató este tema en su última reunión, a primeros de mayo pasado. Más cifras salieron en ese encuentro intersectorial y algunas propuestas de trabajo, pero sin medidas concretas para paliar la situación que se mantiene año tras año con las chabolas.

"Hay un grave problema que debe ser atendido, porque estamos hablando de una población que si en vez de estar repartida en 38 asentamientos estuviera concentrada en uno solo sería mayor que 61 pueblos de la provincia", subraya David Díaz. "Más habitantes que la mayoría de municipios onubenses y sin luz y agua".

El dato de CCOO supera a los residentes en el 77% de los municipios onubenses. Pero Cáritas aseguró en marzo que los temporeros chabolistas son 1.800, y el Defensor del Pueblo Andaluz, que estudia el estado de los asentamientos, cita un dato previo de 2.000. En la citada última sesión del Foro Provincial de la Inmigración se aportó otra cifra: 2.500. Vamos, que en el cálculo más conservador se aprecia una población extranjera en chabolas superior al padrón municipal de 33 de los 79 municipios onubenses. Considerable para que las administraciones encuentren soluciones inmediatas, en cualquier caso.

Díaz apunta en nombre de su sindicato la conveniencia de que, al menos, se tomen medidas de urgencia, muy indicadas en este periodo estival por el descenso puntual del número de chabolistas en la provincia. Directamente indica que es necesario que los ayuntamientos acometan el arreglo de los caminos de acceso a los asentamientos, que suelen plantear dificultades a los servicios de emergencias sanitarias y de incendios.

"En estas fechas están llenos de pastos, que suponen un gran peligro por el riesgo de fuego. Pero en otoño llegan las lluvias y estos caminos se llenan de fango que complica mucho la entrada de vehículos, ya sean ambulancias o camiones de bomberos", explicó Díaz.

Distintos siniestros se han producido en asentamientos. El último de mayor relevancia, en Palos de la Frontera, en julio, aunque, por fortuna, no con la asiduidad de los dos años anteriores. No por ello, sin embargo, se debe descuidar la labor de prevención, por las condiciones especiales, precisamente, que se dan en las chabolas.

"Los plásticos utilizados en las construcciones hacen el efecto lupa y pueden provocar incendios. Y los demás materiales utilizados dan todo tipo de facilidades para que se propaguen las llamas. No tenemos que lamentar daños personales pero el riesgo es real. Y éste es el mejor momento, antes de que acaben las campañas de la pera en Lérida y del espárrago en Navarra". Entonces los asentamientos volverán a su máximo de ocupación, a la espera de la campaña de plantación y el paso del cambio de año. Seguirán ahí, esperando la solución que nunca llega.

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