Andalucía

"Las rutinas clínicas han roto el vínculo entre la madre y el niño recién nacido"

  • Esta neonatóloga es la encargada de apoyar en los centros de la sanidad pública andaluza el desarrollo de ideas y estrategias que ayuden a los profesionales a incorporar el punto de vista de la ciudadanía

Pepa Aguayo es una clínica de combate. Aunque lleva dos años metida en tareas organizativas como asesora en la Consejería de Salud para mejorar la humanización de la atención perinatal, sabe que su lugar natural está en otro sitio: en una unidad de Neonatología. "Allí está la vida, con toda su potencia: la inmediatez de la alegría, la tristeza, la ira, el abrazo. Aunque la tarea que desarrollo ahora es apasionante, tengo muchas ganas de volver al trabajo del hospital", dice.

-Si el parto y la crianza son por definición procesos naturales, ¿por qué desarrollar una estrategia para humanizarlos?

-Porque en las instituciones sanitarias se nos ha olvidado precisamente eso, sin que nadie haya tenido la culpa; es una consecuencia de la confianza, a veces excesiva, en la alta tecnología. Una tecnología que, indudablemente, salva vidas, pero cuya potencia nos ha hecho retirar la mirada de otros aspectos fundamentales.

-¿Es que hay que aguantarse con el dolor, porque sea natural?

-No, eso sería una barbaridad como axioma. Sin embargo, aun esa decisión debe corresponder a la madre, si hablamos de analgesia en el parto. Se trata de una cuestión de perspectiva. Tenga en cuenta que las mujeres, en el parto, somos tratadas como pacientes. Y no lo somos, porque estar embarazada no es una enfermedad. Hay que definir la cuestión desde el punto de vista de los derechos de las mujeres. En general, sabemos que somos muy bien tratadas en cuanto a la aplicación de conocimientos científicos, pero no nos sentimos bien con nuestra vivencia del parto. Y la mejora de todo eso es una demanda de las mujeres, que incluso toma forma de reivindicación de algunos movimientos asociativos.

-Pero un hospital no es un lugar pensado para las comodidades...

-No es una cuestión de comodidad, sino de derechos. Derechos que tienen su base en la ley de autonomía del paciente, ésa es la base jurídica de las garantías que piden las mujeres. Además, no hablamos sólo, ni siquiera sobre todo, de confort. ¡Es que la misma Organización Mundial de la Salud alerta de la excesiva tecnificación del parto! Por ejemplo, hace años se daba una incidencia excesiva de episiotomías [incisión en el perineo de la mujer para facilitar el parto]. Afortunadamente, hoy se practican muchas menos, pero en muchos casos había otras alternativas. ¿Por qué no se recurría a ellas? Porque las decisiones se tomaban, y todavía se toman en gran medida, desde el punto de vista de los profesionales sanitarios, no desde el de la mujer que va a dar a luz a una criatura.

-¿Y los niños? Un recién nacido no se entera, pero también es sujeto de derechos ciudadanos...

-Bueno, eso de que no se entera... ¡Se enteran de todo! Pero eso es otro tema. Sí, también los niños tienen derechos. El primero, en este ámbito, a no ser separados de la madre. Tenemos que recuperar ese vínculo que las rutinas clínicas habían roto. No separar al recién nacido de la piel de su madre significa dar tiempo a que se pongan en marcha sus instintos innatos; es decir, dejar hacer al recién nacido y a la sabiduria de la mujer. Los profesionales tenemos que aprender que los tiempos para la vinculación y el apego son importantes. Se pueden retrasar procesos inmediatos al nacimiento, como pesar al recién nacido o ponerle la profilaxis ocular. Dejar ese primer tiempo para que funcionen los instintos maternales y neonatales.

-Pero a veces hay que separar a los niños de las madres porque requieren cuidados...

-Sí, claro, pero es que eso ocurre en el 10% de los casos. Y en ocasiones se toman esas decisiones casi por sistema. Hay que retomar la humanidad del parto y el nacimiento sin renunciar a la alta tecnología; mantener el nivel científico que hemos alcanzado, pero acoplado a los derechos de la mujer y del recién nacido. Mire, últimamente la sociedad está preocupada por darle sentido humano al proceso de la muerte. ¿Por qué no dárselo al de la vida? De ahí que sea tan interesante la política de puertas abiertas en las unidades neonatales: para un recién nacido enfermo, los padres no son visitas que haya que restringir por temor a los contagios. Los padres son medicina para sus hijos. Es más, ellos deben ser la prioridad. Las unidades deben reorganizarse para centrarse en la familia. Es un desafío en el que deben implicarse médicos y personal de Enfermería, pero que merece la pena porque es bueno para todos.

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