Cultura

La actriz que no quiso ser una 'bambola'

  • Fallece Virna Lisi, la intérprete que rechazó ser chica Bond y que interrumpió su contrato con la Paramount.

La voz de Patty Pravo podría resumir su larga lucha contra la manipulación de su espectacular belleza: "Tu mi fai girar come fosse una bambola. Poi mi butti giù come fosse una bambola. No, ragazzo, no…". Lo más significativo de Virna Lisi, que falleció ayer en Roma a los 78 años a causa de un tumor, lo que de alguna manera la sitúa en la historia del cine y define su carácter, se resume en tres noes: no trabajó con los colosos italianos de la dirección que fueron sus contemporáneos, no quiso ser la chica Bond de Desde Rusia con amor y no quiso cumplir su fabuloso contrato con Paramount. Lo primero, que solo trabajara con Pietro Germi de entre los monstruos sagrados de los que fue coetánea (Rossellini, De Sica, Visconti, Fellini, Antonioni, Pasolini, Bertolucci), es en parte casual y en parte fruto de sus difíciles orígenes cinematográficos: la chica guapa del cine popular de comedia, romanos, melodramas o canciones. El cantante Giacomo Rondinella, amigo de su padre, la presentó al productor Antonio Ferrigno cuando tenía 14 años, iniciándose una modesta carrera que tuvo su primer, pequeño, destello cuando en 1955 interpretó la nueva versión de A las 9 lección de química, que en 1941 había significado el debut de otra diva italiana, Alida Valli. En 1958 fueron las vallas publicitarias, anunciando un dentífrico, las que popularizaron su rostro perfecto. "Con esta boca puedes decir lo que quieras", decía el eslogan que, proféticamente, parecía definir su obstinada coherencia y firme voluntad.

Después vino la televisión, con Orgullo y prejuicio, el matrimonio, la maternidad y el alejamiento voluntario de la profesión. Regresó a ella a través de la televisión para volver al cine en comedias encabezadas por los grandes Tognazzi, Totó o Fabrizi. Pero siempre solo como chica guapa. Un péplum dirigido por Sergio Corbucci, Rómulo y Remo, le dio su mayor popularidad, siempre en géneros modestos. Solo pudo realizar su vocación dramática actuando en el teatro bajo las órdenes de Giorgio Strehler en una producción del Piccolo de Milán y en el cine bajo las de Joseph Losey en Eva. Era 1962 y por fin se podía considerar una actriz.

Sus posteriores películas -El Tulipán Negro o Coartada para un crimen-, aunque populares, carecieron de interés. En eso llegó Hollywood, a través de un espléndido contrato de siete años con Paramount; y su mejor película tras Eva, la inteligente Cómo matar a la propia esposa de Richard Quine junto a Jack Lemmon. Le siguieron las correctas pero mediocres Asalto al Queen Mary con Frank Sinatra y Bromas con mi mujer… no con Tony Curtis. Pero volvía a estar insatisfecha, harta de ser ignorada como actriz para ser celebrada por la publicidad como la nueva Marilyn o la rubia italiana, incómoda con el estilo de vida de Hollywood que entorpecía su vida familiar y su gusto por la normalidad cotidiana -importantísimas para esta mujer que vivió una larga historia de amor de 53 años con su único marido- y chocaba con sus creencias religiosas.

Vino la época de los "no" que marcaron su carrera: rechazó el papel de chica Bond en Desde Rusia con amor, posar para la portada de Playboy, interpretar Barbarella a las órdenes de Vadim y cumplir el contrato con Paramount. Pagó un cuantioso rescate para romperlo y regresó a Italia. ¿Buenas decisiones? Quién sabe. Afortunadamente mientras tanto Dino Risi la había llamado para Le bambole y Pietro Germi la escogió para la extraordinaria Señoras y señores, que ganó en 1966 la Palma de Oro de Cannes.

Su nueva etapa estuvo marcada por producciones internacionales dirigidas por Verneuil (La hora 25), Kramer (El secreto de Santa Vittoria), Dmytryk (Barba Azul) o Young (El serpiente); y por películas italianas de la Cavani (Más allá del bien y del mal), Lattuada (La chicharra, que le valió un premio David de Donatello) o Vanzina (Sapore di mare, otro premio Donatello). Desde mediados de los 80 compaginó la televisión con esporádicos papeles como secundaria de lujo (La Reina Margot, por la que recibiría el premio a la mejor actriz en Cannes, Donde el corazón te lleve, Il più bel giorno della mia vita) manteniéndose activa hasta un mes antes de su muerte.

En 2009 recibió el David de Donatello honorífico por su larga carrera. Nunca se rejuveneció en el quirófano: envejeció con dignidad regalándonos una deslumbrante belleza. Nunca abdicó de sus creencias y principios: vivió volcada en su profesión y su familia, a la que adoraba. Su última actuación pública fue en el Via Crucis del Coliseo de Roma que preside el Papa, el Viernes Santo de 2014, leyendo una estación. "Todas las noches, antes de dormirme, rezo una oración. Esta es la educación que he querido transmitir a los míos", dijo en una de sus últimas entrevistas. Quienes la conocían dicen que empezó a morirse hace un año, cuando perdió a su marido tras esa larga historia de amor que duró 53 años.

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