Crítica cine

'Invictus': Freeman mete a Eastwood en apuros y después le ayuda

Invictus. Drama, EEUU, 2009, 133 minutos. Dirección: Clint Eastwood. Guión: Anthony Peckham, a partir del libro de John Carlin 'El factor humano'. Fotografía: Tom Stern. Intérpretes: Morgan Freeman, Matt Damon, Scott Eastwood, Langley Kirkwood, Robert Hobbs.

A veces los más grandes directores cometen errores de elección temática. Y éstos difícilmente pueden enmendarse, porque el conflicto está en el origen de la película. Se trata de algo que sólo sucede a los muy grandes que poseen estilo y universo temático propios. Los artesanos se enfrentan con la misma seguridad a cualquier tema o género sin que les tiemble el pulso. Los creadores, por el contrario, suelen titubear fuera de los ámbitos que les son propios; porque en ellos la unión entre lo que antes se llamaba fondo y forma es tan íntima, que su aplaudida personalidad y su celebrada impronta creativa se convierten en una limitación. Howard Hawks -con obras maestras en casi todos los géneros- es una de las pocas excepciones a esta regla. En casi todos los otros casos está claro que Ford nunca debió rodar María Estuardo; Chaplin, La condesa de Hong-Kong; Huston, Annie; Rosi, Carmen; Altman, Popeye; Wilder, Aquí un amigo; Coppola, Tetro; Allen, Interiores o Stardust memories...

En este caso la culpa es de Morgan Freeman, que convenció a Eastwood para que dirigiera, basándose en el estupendo libro de John Carlin El factor humano, una película que se sale de su atormentado universo y para cuyo desarrollo carece de recursos por sobra de cualidades. Si cuando al principio de la película Freeman se despierta y se levanta se fuera a un ruinoso gimnasio, una sórdida comisaría o un modesto club de jazz en los que mantuviera a flote jirones de dignidad tras sus naufragios personales; si en vez de Mandela fuera un viejo entrenador, un policía a punto de jubilarse o un saxofonista que ha desperdiciado su talento; si esta película tratara de las cosas que Eastwood conoce de verdad -sobre todo la supervivencia en un mundo que ya no reconoce y cuyos códigos no comparte, como le sucede a su propio cine- y de las cosas que teme u odia -la profanación de la inocencia, el mal moral, la victoria de los verdugos sobre las víctimas-, en vez de irse a Suráfrica para meterse por los caminos de la épica político-deportiva, todo se desarrollaría bien. Pero, por desgracia, quien se despierta es Nelson Mandela y lo que se nos va a contar es su lucha por la unificación del país a través de un partido de rugby durante el difícil tránsito del apartheid a la normalidad democrática. El equipo nacional, además de estar bajo mínimos, representaba el apartheid. Los surafricanos negros apoyaban tradicionalmente a Inglaterra o preferían el fútbol. Aprovechar el mundial de rugby para unir a la nación a través del apoyo común a un equipo con una nueva moral de victoria se convirtió para Mandela en un objetivo político y social prioritario.

El realizador de la solitaria supervivencia de un principio de bondad y rectitud en un mundo abocado a la perversión y la corrupción parece incómodo al enfrentarse a su contrario: el triunfo de la racionalidad y la bondad en una sociedad en proceso de mejora. Afortunadamente la interpretación de Freeman es tan poderosa -paradoja: quien lo metió en el embolado acaba casi salvándolo-, y la narrativa es tan discreta y eficazmente sólida, que lo que funciona compensa en parte las disfunciones, facilonerías, simplificaciones hagiográficas (la visita a la cárcel, la peor) y hasta un pésimo uso de las canciones (horrorosas) que lastran la película. Por fortuna también hay retazos del Estawood reconocible en la pudorosa forma en que aborda el conflicto familiar, cuestión esencial en su cine, y, sobre todo, en la cuestión que Freeman le plantea a Damon -como eje de la película- en su primera entrevista: "¿Qué hace para que sean mejores de lo que ellos creen que son?, ¿cómo puede inspirarnos la grandeza cuando nada más lo hará?".

Junto a Firefox, El sargento de hierro, El principiante o Space Cowboys, esta obra se sitúa entre lo menos valioso de la extraordinaria filmografía de Eastwood. Firmada por cualquier otro sería una buena película. De él cabe esperar más, mucho más.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios