De libros

"No sé si mejor o peor, pero siempre he sido diferente"

  • Recuperamos la última entrevista con la autora publicada por los diarios del Grupo Joly, realizada el pasado octubre en Jerez con motivo de su visita a la Fundación Caballero Bonald

-Hace unos días, la última ganadora del Planeta, Clara Sánchez, decía que le deberían dar ya a usted el Nobel...

-Sí, sí, lo escuché, porque estaba allí, en la cena [la Matute sonríe con pícara satisfacción]. Por pedir que no quede... Todo aquel que diga que le da igual lo de los premios... les dará igual a ellos, porque a mí me encanta. Hubo una época en la que sí aparecía muchas veces en las listas, porque había un académico en Suecia que tenía mucho interés en dármelo, pero resulta que se murió. Y después coincidió con la depresión, esos 18 años en los que no publiqué nada... Así que imagino que todo se ha quedado muy en el aire, que forma ya parte de las ocasiones perdidas...

-Este Congreso de la Fundación Caballero Bonald ha tenido un carácter cervantino y parece obligado hacer alguna pregunta relativa al tema. El Quijote es una obra tan desmesurada que para cada cual significa algo diferente, imagino que dependiendo de la sensibilidad. Pero siempre he pensado que es un libro desolador, con ese terrible mensaje de que es un absurdo querer alterar el orden de fuerza, ayudar al débil...

-Desde luego. Yo lloré mucho cuando terminé de leer El Quijote, porque muere por haber perdido la oportunidad de vivir como él quiere, al descubrir que la vida que a él le gustaría es imposible. El mundo le demuestra que aquello con lo que el pobre soñaba no tiene sitio. Cervantes conocía muy bien la manera de actuar del ser humano, y lo pone a prueba en sus textos... Y es que el ser humano ha sido siempre cruel e implacable con quien se muestra vulnerable, y eso era así entonces, lo era cuando yo era joven, y es así ahora.

-Esta cita ha reunido a varios premios Cervantes que, además de por la literatura, están unidos por vínculos personales, ¿recuerda cómo conoció a José Manuel Caballero Bonald?

-Perfectamente. Me acababa de dejar mi primer marido, "el malo", porque oficialmente tenía que tomarse un tiempo para reflexionar de sus cosas o algo así. Por esa época, José Manuel trabajaba como secretario personal de Camilo José Cela. Los dos me recogieron del hotel en el que estaba y me llevaron a su casa, donde me alojé durante tres meses... Caballero Bonald y yo hemos pasado mucho juntos... Mira, en esa época se publicaban esas tiras de La familia Cebolleta, y los personajes decían mucho eso de "¡Qué lujo asiático!". A los dos nos encantaba esa expresión y, cuando me dieron el Cervantes, eso fue lo que me puso José Manuel en su mensaje de felicitación...

-Uno de sus textos que más me han emocionado es el discurso que escribió para el ingreso en la Real Academia de la Lengua...

-Se llamaba En el bosque porque, precisamente, la primera vez que escuche la palabra "bosque" supe que ese iba a ser, que ese era mi territorio. Gracias a la fantasía, a la creencia en lo imposible, hemos sido capaces de hacer frente a la brutalidad, al desastre o la maldad inexplicable...

-¿Cuál es su opinión, por qué quien escribe con dejes fantásticos está siempre como dando explicaciones?

-Eso quisiera saber yo, aunque ese no sea mi caso. De cualquier forma, es terrible que haya alguien que, al escribir, pueda estar pensando que está haciendo literatura de segundo orden, que es en efecto lo que se ha dicho aquí del género durante mucho tiempo... La primera regla, además, es no traicionarte, no impostar... ¿para qué? Ya cuesta bastante trabajo escribir como para hacerlo con la voz de otro. Además, hay que escribir sin pensar en lo que puedan decir los demás, aunque temas que puedan tener razón...

-Siempre ha dicho que el libro con el que está más contenta es Olvidado Rey Gudú. No me extraña, porque es toda una cosmogonía...

-Es que ese es el libro que yo quería escribir de pequeña. Tenía claro lo que quería, qué elementos incluir, que desarrollaría todo un mundo en él... Luego fue creciendo como un árbol. Suele decirse que tiene influencia de Tolkien, pero no, qué va. Es Camelot y el rey Arturo.

-El Merlín que dice que aprender es lo único que queda cuando todo se derrumba, podría se la Matute diciendo que escribir es lo único que queda cuando todo se derrumba.

-Lo malo es la salud. Si yo no tuviera estos vértigos que tengo, sería la mujer más feliz del mundo. Así es realmente difícil concentrarse... Pero la escritura tiene ese carácter de refugio que le he encontrado desde niña... Cada día aún tiene un asombro, o una decepción, y eso desde luego es lo que te alimenta. Y yo sigo queriendo escribir libros mucho mejores todos los días. Hay que ser modesto, pero no tanto, porque si no, no te das el lugar que mereces.

-No siempre depende de uno. Hasta hace poco no había títulos con su firma en los planes de estudio...

-Pero desde hace un par de años han incluido Luciérnagas. ¿Qué quieres que diga? En Estados Unidos, por ejemplo, siempre me han tenido en mucha consideración académicamente... Pero nadie es profeta en su tierra.

-¿Cree que su Olvidado Rey Gudú le hubiera gustado a la Ana María Matute niña, lo habría entendido?

-No creo que lo hubiera entendido, aunque sí, desde luego, más que cualquier otro niño... Pero sí hubiera captado esa intención de conmover del libro que, afortunadamente, creo que he logrado un poco...

-¿Por qué cree que su imaginería recurre al mundo anglosajón?

-Pues porque leí mucho sobre aquellos autores y escenarios durante la infancia, y era muy receptiva a todo eso. Además, en España era realmente muy difícil encontrar autores orientados a un público infantil... Toda la literatura infantil que me llegaba era de autores de fuera, menos alguna excepción contada, como Elena Fortún y su Celia...

-Aunque transmita un aura frágil, viendo un poco la trayectoria de Ana María Matute uno concluye que, por dentro, es toda determinación: había que ser muy determinada para salirse de lo habitual en ciertas épocas. No gustar de los juegos de las niñas que hacían de mujercitas, no ser la Doris Day perfecta...

-En comparación, uno diría que las mujeres no nos podemos quejar. Antes, en las ruedas de prensa, yo sólo veía a señores con bigote, y ahora fíjate cuántas periodistas hay... Y yo no quería casarme, ¿eh? Ocurre que claro, luego me enamoré de mi primer marido, qué se le va a hacer... Pero gracias a eso tengo a mi hijo.

-Hay una foto antigua, que considero muy representativa, en la que se la ve frente a la máquina de escribir...

-Con mi hijo Juan Pablo encima, mirando con esos ojos grandísimos. Es una foto de Jaime Buesa, que también nos encanta. Buesa se encargó de ilustrar El libro de juegos para los niños de los otros, que Lumen publicó en una edición preciosa...

-Esa determinación que ha mostrado en su vida es la misma que ha tenido al no plegarse a escribir lo que estaba de moda, sino lo que le apetecía. Aunque el compromiso social es visible en toda su obra, nadie pudiera decir que sus primeros títulos se encuadran en las tendidas de medio siglo...

-Sí, continuamente he escuchado eso de "La Matute no se parece a nadie, es diferente...". ¿Esa característica ha sido una ventaja o una desventaja ? [se encoge de hombros]. Para las ventas, tal vez hubiera convenido que fuera más como algún otro... Desde luego, no sé si mejor o mejor, pero siempre he sido diferente.

-¿Vivió algún tipo de condescendencia o paternalismo a la hora de ser valorada?

-Mmm... más que paternalismo, lo que sucedía era que ni siquiera te consideraban, eras invisible. Veían un texto tuyo y lo apartaban, "bobadas...".

-La única opción, entonces, era insistir...

-Seguir escribiendo. Esa ha sido la única manera, siempre.

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