Óscar Lobato. Escritor y periodista

"Quizás vivamos el mejor momento para que los piratas vuelvan a la calle"

  • El reciente Premio Cádiz de Periodismo publica su tercera novela, 'La fuerza y el viento' El libro, que edita el sello Alfaguara, va más allá de la obra de aventuras.

Es lo más fascinante de Óscar Lobato. Hablamos del mar y te hace mirar al cielo. Te regala un espejo. Lo tomas, miras y comprendes. "Dicen que desde su cápsula, los astronautas ven la tierra con una parte en sombra. Cuando amanece esa línea de sombra se va retirando... Los que navegan siempre en los mares de la sombra corren el riesgo de que un día la línea los alcance y queden expuestos a la luz".

De alguna manera, y aunque lo intente ocultar con sus maniobras de tahúr, de malabarista de la palabra, La fuerza y el viento, la última novela del escritor y periodista, es la estela luminosa que vence a la línea de sombra descorrida. "Es una novela de aventuras que reconstruye la odisea de tres salvajes que van a acabar liderando un grupo aún más salvaje", dice el autor. Y no miente. Y sí. Porque La fuerza y el viento es mucho más. Es la línea de sombra derrotada que deja al descubierto un mundo corrupto, feo, donde sólo unos cuantos elegidos se enriquecen y ponen las reglas que, también, sólo unos pocos están dispuestos a voltear. Sus piratas. Dando caza, más por conveniencia que por convicción, a evasores fiscales, a traficantes de drogas, a enemigos poderosísimos. Desde los mares de la sombra... Al final Lobato rinde armas y ríe: "Sí, hay aventuras, y algo más, siempre hay algo más... Algo de hoy... Ya sabes, me gusta escribir historias a tiempo presente y quizás vivamos el mejor momento para que los piratas vuelvan a la calle".

Son dos tés y un café el combustible necesario para echarnos a la mar. A las aguas de ese mar que Óscar Lobato nos dibuja en su último libro que titula en homenaje a la Canción del Pirata de José de Espronceda, ya saben, "que es mi barco mi tesoro,/ que es mi Dios la libertad,/ mi ley la fuerza y el viento,/ mi única patria, la mar", recita fingiendo la voz de cueva y acompañando la estrofa con un gesto teatral.

Diría que esa graciosa pose interpretativa es lo único ficticio de la conversación sobre una novela que "en su 90% es real", asegura el escritor que crea a tres personajes -Uriel Gamboa, Miguel Lantery y Gabriel Paíño- que, en un momento dado y por circunstancias completamente diferentes, deciden esquivar el destino para el que fueron llamados, asociarse y dedicarse a la actividad pirática en las últimas décadas del siglo XX.

"¿Pero aún existen los piratas?", preguntamos, descreídos. "Ese mismo interrogante le lancé a un amigo mío cuando en mi cabeza tenía ya una historia que palidece a la que al final se cuenta en La fuerza y el viento. ¿Pero qué chorrada estás diciendo?, me contestó mi amigo, y le hice un esbozo del argumento de aquella novela que quería escribir. Para mi sorpresa me dijo, ajá, tú lo que quieres contar es la historia del hijo de fulanito... ¿Quién? Cuéntamela...", nos explica el autor de Cazadores de humo y Centhaure que, como buen mago, no desvela el truco. La verdad. Nunca sabremos la identidad real de esos tres gaditanos cuya historia de saqueos, enfrentamiento con poderosos cárteles de droga y de búsqueda del oro de los nazis sí sale a la luz ficcionada por el literato.

"Estos tipos, algunos de familias gaditanas de abolengo y, sobre todo uno, Uriel, con una formación militar excepcional, de hecho, estaba destinado a ser militar, terminan convertidos en una especie de predadores pero que acaban dando caza a predadores aún más terribles. Y no lo hacen por ninguna convicción, es una evolución, digamos, al azar. Al azar topan con el oro nazi y al azar acaban cazando a evasores fiscales porque saben que sus víctimas son verdugos que, en el peor de los casos, si les denuncian, más tienen que perder y porque se dan cuenta de que tanto los traficantes de droga o los que tienen pufos financieros llevan parte de esa riqueza consigo. Son un blanco ideal. Si llevan mucha pasta, vamos a por ellos", explica Lobato que recuerda que los piratas reales están muy alejados de aquella imagen romántica que nos devuelve la literatura.

"Los escritores del XVIII y XIX optaron por darle a los piratas el papel de los corsarios, que ejercían una actividad comercial bien reglada de la que hay mucha documentación y que protagonizaban aquellas épicas luchas en alta mar que tan bien le vinieron a escritores como Salgari o Stevenson para enaltecer como héroes a sus piratas". Los piratas, los que navegan a la sombra, los que siempre se llevaban "su secreto con ellos", esos siempre fueron "saqueadores", de hecho, "en rarísimas ocasiones asaltaron barcos, en más del 80% de los casos se tiene constancia de ataques ribereños, de mar a tierra", detalla con ese rigor que caracteriza tanto al periodista como al escritor que responde al nombre de Óscar Lobato.

"Todos los piratas de todos los tiempos -prosigue el escritor- siempre han sido gente perseguida en su sociedad hasta los últimos límites. Gente que descubre que el famoso sistema es una mierda, que hay una oligarquía rica a costa de los demás y que pone las reglas. Esos piratas piensan que esa regla es "vosotros o yo". Y eligen el yo".

En las páginas de La fuerza y el viento, Lobato cuenta cómo sus tres personajes principales llegan a esta conclusión. Para ello intercala capítulos en el Cádiz de 1969, "cuando eran unos imberbes", su transformación en piratas en Marbella, "como todo el mundo", ríe, y sus últimos años, hasta donde sabe el autor, en la década de los 90 en aguas del Caribe.

Estas coordenadas en el tiempo tienen su correspondencia con una ruta en el espacio. "Hay pinceladas de Cádiz, un retrato de la Costa del Sol, el litoral de Levante, Côte d'Azur francesa, Riviera italiana, Roma y Milán, Irlanda, los peñones salvajes (a 200 metros de Canarias y 300 de las Azores), El Caribe, las islas de barlovento, Belice...", enumera las paradas del viaje el autor que confiesa que para describir con precisión los ambientes ha visitado "cada lugar que aparece en la novela". Todo aquel afortunado que conozca a Lobato no vacilará en creerle.

Y es que el germen de esta historia -quizás de esa otra historia que comenzara a fabular antes de la conversación con su amigo y del rastreo de familiares y conocidos de los protagonistas, el actor Juan Luis Galiardo, entre ellos- nació "hace dos décadas en Colombia" cuando a Lobato le llegan noticias de la investigación policial de un megayate relacionado con asuntos de droga. "Ese yate lujoso vuelve a aparecer poco después en México ya en un incidente con varios muertos y que, parecía en principio, fruto del enfrentamiento entre dos cárteles. Al final, resultaría que era una venganza de los narcotraficantes de un cártel contra estos tipos de mi novela", dice intrigante. Luego llegarían los viajes. Del Caribe hasta Irlanda. Hasta hace cuatro años. Los dos años que tardó en escribirla y dos más a la espera de su publicación por Alfaguara. "El hecho que desencadena la historia ocurre en 1992. En el camino se me cruzaron otras historias, trabajo... Pero nunca abandoné esta novela", reconoce este perseverante hombre.

Porque, ¿quién podría resistirse a ficcionar sobre la vida de este trío de rebeldes? De estos "tres chavales terribles" que "en un momento próximo a la adolescencia", y cada uno por distintas razones, llevan "tatuada en el alma" una idea: "O la vida es una aventura o no merece la pena".

Diferentes razones, idéntica filosofía. "Lantery quiere ser famoso, es atractivo, y lo sabe, es bueno en la cama, tiene un talento natural para rendir a las mujeres, es guapísimo e ingenioso, le queda pequeño ese mundo que le ha tocado vivir de ideas pacatas. Paíño es navegante, quiere navegar en un velero precioso, quiere estar en la mar, su patria. Y Uriel...". Uriel Gamboa, el líder, el personaje más mimado por Lobato. El personaje en el que más se detiene para que entendamos sus motivaciones: "Es que hasta la gente que lo conoció no entiende cómo tomó ese camino. Uriel iba para militar, el típico caso de místico de lo bélico pero que se convierte en un guerrero traicionado antes de entrar en combate. Todos los valores que le han transmitido, la educación, el ambiente en el que ha vivido, todo, en una jornada que no vamos a contar, se derrumba. Y huye".

Todos huyen. Y en el camino de esa huida se ponen frente a frente con la corrupción. Y con la amistad. Porque La fuerza y el viento también es "una novela de amistad pese a la amistad", reflexiona su creador. "Una amistad forjada, también, por circunstancias externas, fuerzas que, a veces, los unen y, a veces, los oponen", valora. Porque no sólo los tres amigos protagonizan la acción de este libro. Teca Obiols, mitad española, mitad francesa, y el personaje "más parecido" a Uriel aunque "más lista" pues pronto se da cuenta que el joven de ojos árticos es "un lisiado moral"; Grace Shannon, una irlandesa de cabellos pelirrojos cortados a lo paje que es un homenaje a la pirata europea "favorita" de Lobato, Grace O´Malley; el gigantón Seamus Carlin; y Argos, "cuya identidad se desvela en un momento de la novela", completan la banda de forajidos. De piratas.

Los piratas existen. En la Costa del Caribe, 42 asaltos y desapariciones de yates atribuidos a piratas (peñeros les llaman allí) en los últimos 50 años. Tan cierto como que La fuerza y el viento es una novela de aventuras. Y de muchas cosas más...

"Tú lo dijiste -recrimina un personaje a otro durante la trama- los ricos escapan a la Justicia pero sólo temen a la muerte". Óscar esboza otra de sus enigmáticas sonrisas. "Toda una declaración de intenciones del fondo de la novela, sí. Yo no voy a recomendar a nadie que se dedique a la delincuencia, ¡ni mucho menos!, pero tampoco pienso que nadie te vaya a regalar nada, más bien nos lo están quitando todo. La solución es pensar qué les asusta...". Dos tés y un café después. Llegamos a puerto.

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