Cultura

La marca del tiempo en el cuerpo

  • Lorenzo Silva presenta 'Los cuerpos extraños', última entrega de su exitosa saga de los guardias civiles Bevilacqua y Chamorro La novela completa una trilogía sobre la corrupción en España.

Los cuerpos extraños. Lorenzo Silva. Destino. Barcelona, 2014. 352 páginas. 18,50 euros.

Aunque vaguen por el limbo previo a la creación literaria, algunos personajes poseen tanta potencialidad y jugo, que sólo aguardan la mente bienaventurada que los rescate y los convierta en tinta. Hace veinte años, Lorenzo Silva salvó de la inexistencia a Bevilacqua y Chamorro, una pareja de la Guardia Civil cuyas peripecias han ido gestando una laureada saga. "Era una gran oportunidad, unos personajes a los que les sucedían cosas interesantes; la oportunidad estaba ahí abierta para cualquiera. Dije, me los pido", recuerda entusiasmado el autor.

Bien nacidos, los personajes agradecieron a su creador la apuesta y le devolvieron el afecto con el Premio Ojo Crítico 1998 (por El lejano país de los estanques), el Premio Nadal 2000 (El alquimista impaciente) y el Premio Planeta 2012 (La marca el meridiano), un palmarés brillante, sobre todo, tratándose del género negro: "El fenómeno de Bevilacqua es curioso, tengo tres premios con él y ninguno es un premio de novela negra, sino de literatura en general", reflexiona Silva, quien considera "muy saludable que un autor de novela negra reciba un reconocimiento literario global". En la defensa del género y de sus más conspicuos escritores, agrega que "es un desdoro para el Nobel que ni Chandler, ni Hammett, ni Thompson ni Simenon lo hayan logrado".

Con la publicación ahora de Los cuerpos extraños (Destino), nueva entrega de la saga de Bevilacqua y Chamorro, Lorenzo Silva culmina una trilogía que tiene como eje de los acontecimientos la corrupción, concebida en términos bastante más hondos que las meras irregularidades políticas. A raíz de la aparición del cadáver de la alcaldesa de una localidad levantina, el brigada y la sargento hilvanan una hipótesis de los hechos bajo un fuego cruzado de intereses. Sexo, mentiras y valores putrefactos acabarán por enredar la madeja.

Con agrado, Lorenzo Silva acepta las similitudes y los puntos de encuentro entre Los cuerpos extraños y la novela picaresca, a la que considera "la novela negra de su tiempo, la de los bajos fondos de los siglos XVI y XVII". También recalca la importancia "para el que escriba novela negra en español, sobre todo si lo hace en España", de tener el referente tanto de "Chandler o Hammett" como el de "Cervantes, Quevedo o El Lazarillo de Tormes". En ese sentido, reivindica que en este país "se lleva haciendo novela negra desde antes que en ningún otro lado".

Salvando el trecho entre ficción y realidad, la novela radiografía el fango actual del país: "En España hay una reunión de facto entre la corrupción, los tramposos y una respuesta débil, que no es lo suficientemente contundente. No creo que eso sea inexorable, debemos y podemos reformarlo", subraya el escritor, que, además, incide con firmeza en la laxitud imperante: "Que sea tan ineficaz la respuesta ante la corrupción llega a plantear la duda de si realmente se quiere perseguir. Aunque el sistema es bastante imperfecto, creo que esa imperfección, en cierto modo, es voluntaria, y eso no lo he dicho yo, lo ha llegado a decir el fiscal general del Estado".

En pleno desencanto -"mucha gente pensaba que el hecho de que se hicieran trampas, en el fondo, movía el dinero, daba alegría y enriquecía. Ahora todos sabemos que un país gestionado por pícaros no se enriquece, porque no circula la riqueza"- el autor descifra algunos reductos de luz en España a los que aferrarse: "Aunque se haya incurrido mucho en conductas reprobables y la respuesta haya sido ineficaz y siga siéndolo, también hay una porción suficiente del tejido social español que asume el deber y la responsabilidad de ser íntegros. Esto no se ha hundido del todo". En la novela, el lector escrutará cómo algunos personajes intentan encarnar el papel de justos en Sodoma, una situación que Silva extrapola a la realidad: "Hay gente que, con las herramientas que tiene, hace bastantes cosas: fiscales, jueces, guardias civiles, policías...".

Después de haber transitado en su obra por diversas localizaciones de la geografía española, Silva sitúa esta novela en la Comunidad Valenciana: "Podía haber sucedido en otro sitio, pero quizá era muy fuerte la tentación de que esta historia sucediera en Valencia. Esta comunidad tiene el récord de diputados imputados en el Parlamento autonómico, eso es un hecho objetivo, no es un juicio de valor y nadie se puede ofender porque lo diga", apunta el escritor madrileño, quien aclara que se inspiró "en un caso real de esa comunidad", el asesinato del alcalde de Polop (Alicante) en 2007.

En los pasajes iniciales del libro, el autor se acuerda de Érase una vez en América, de Sergio Leone. A pesar de la distancia entre ambos contextos -"los gangsters no son tan épicos como mis personajes"-, Silva concede que "sí que hay un cierto ambiente de degradación generalizada que coincide con algunas secuencias de esa película" y que "cualitativamente, no en la cantidad, hay situaciones que se parecen" entre esta España y aquella Chicago. Ajeno a la pretensión de generalizar y congratulándose de que en este país todavía haya controles, Silva sí sostiene que "aquí hay gente que está imputada, cargos públicos con nexos probados con el crimen organizado internacional o con testaferros en España del crimen organizado internacional".

En Los cuerpos extraños, el ganador del Planeta 2012 continúa la labor de normalización de la Benemérita: "No había ningún escritor que recurriera a guardias civiles como investigadores policiales. Era una visión muy cazurra o siniestra, basada en estereotipos, como en El crimen de Cuenca". Además de lamentarse porque a los personajes de guardias civiles siempre se les desaprovechase en roles de secundarios, Silva prolonga su redención literaria para con el cuerpo: "García Lorca es un gran poeta, pero no lo será por su visión de la Guardia Civil, que era muy miope".

Cuestionado por el futuro de sus estimados protagonistas, asevera que "Bevilacqua tiene 15 años por delante, no más, si no suben la jubilación de los guardias... A los 65 le pegan una patada y lo mandan a su casa, por lo que en 2028, si la ley sigue como está, Bevilacqua se jubilará. Y se acabó. Podré contar alguna historia del pasado, que alguna hay por ahí, pero no voy a estar todo el rato con las precuelas. Esto no es limitado ni es infinito. Ese es el horizonte que tienen de momento. Chamorro sí tiene más tiempo por delante; otros personajes de la serie, también".

Llegados a esta novela, octava entrega de la saga, Bevilacqua y Chamorro evidencian el enriquecimiento adquirido durante el viaje: "Se han hecho mayores. Creo que a los personajes literarios les viene bien la madurez y las heridas del tiempo". Chamorro, que comenzó siendo una policía inexperta, "se ha convertido en veterana y puede ahora dirigir investigaciones".

En estos 20 años desde el parto literario de Lorenzo Silva, no sólo han mutado los personajes: "El país se ha transformado mucho. La España de finales de los 90 era otro país, la gente era muy optimista y muy expansiva. Ahora uno vive en el país opuesto, uno que se autoflagela", sentencia el creador de Bevilacqua y Chamorro, esos vástagos de tinta que acabaron creciendo.

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