Cultura

Arrolladora Zenobia

  • El volumen 'Diario de juventud. Escritos. Traducciones' reivindica la figura de la esposa del poeta y Nobel Juan Ramón Jiménez.

"Si tú me quieres lo que debes hacer es sobreponerte a tu generosidad que es opio puro para mí y, por amor a mí, procurar que no me vuelva a enviciar con la decadencia de la voluntad. Tú comprende que no soy arisca, ni fría sino que, muy por lo contrario, tengo miedo de sucumbir ante tus indulgencias (...) Yo te suplico que le des la importancia debida a lo que te digo pues estoy justamente en la edad crítica que en que se forman las costumbres y el carácter y, si no hago un último esfuerzo ahora, será terrible para mí en el porvenir. No puedo perder confianza en mí misma otra vez porque, si la pierdo, no acabaré de hacerme una mujer".

Así se quejaba Zenobia Campubrí (Malgrat del Mar, 1887 - San Juan de Puerto Rico, 1956) de que su madre, Isabel, le profiriese demasiados mimos, como llevarle el desayuno a la cama. Lo dejó escrito en su primer diario, inédito hasta ahora, el 10 de octubre de 1907, cuando tenía 20 años. La esposa de Juan Ramón Jiménez empezó a escribir estas hojas de juventud el 25 de septiembre de 1905, cuando ya se había trasladado a Nueva York con su madre y hermanos tras la ruptura conyugal de sus padres. Lo hizo por recomendación de su madre y ahora ve la luz, junto a otros escritos, traducciones, poemas, aforismos y artículos, en Diario de juventud. Escritos. Traducciones, un libro de cuya edición e introducción se ha encargado Emilia Cortés.

Durante la presentación de este volumen, promovido por el Centro de Estudios Andaluces y la Fundación José Manuel Lara, la Cortés explicó que su meta, tras conocer el diario de Cuba de Zenobia, fue profundizar más y más en esta mujer. A partir de ahí, también quiso que los demás se acercaran a ella, toda vez que la imagen que se tiene de Zenobia "era y es equivocada". "Me preguntan a qué se debe este interés mío por Zenobia y la verdad es que no lo sé. Pero encuentro que es una persona tan valiosa, tan poco reconocida y que son tan poco apreciados todos sus valores que los tengo que dar a conocer. Y soy muy insistente", añadió en el acto celebrado en la Delegación de la Junta de Andalucía en Madrid.

Este diario de juventud de Zenobia se refiere a una etapa de la vida de esta traductora, escritora, editora y maestra desconocida hasta ahora. No en vano, se conoce a la Zenobia de Juan Ramón, a la Zenobia posterior a 1913, y de un poco más tarde. Se sabe dónde nació y quiénes eran sus padres, pero nada había trascendido hasta ahora de la niña y de esa jovencita en un periodo de formación que luego desembocará en la Zenobia mujer. Pero en esta etapa inicial, claro está, "ya se apuntan maneras".

Los cuatro años en Norteamerica, según aseguró Cortés, marcaron su vida. "La Zenobia de Valencia era una y la de Nueva York otra. Llegar aquí fue algo opuesto y diferente. Colaboró en una guardería, pasó mucho tiempo con niños y eso la preparó para lo que después haría en España. Asistió a clases de la Universidad de Columbia para profesores y eso también la preparó para la Zenobia maestra de la Rábida. Ella, que no tenía ni el bachiller, dio clases en la Universiad de Maryland, en la de Puerto Rico y el Pentágono. Se jubiló dando clases. Algo valdría cuando la contrataron sin carrera universitaria para dar clase, ¿verdad?", señaló Cortés. Precisamente, en este punto explicó que el padre le regaló, a cambio de no estudiar Bachillerato, una máquina de escribir. Entonces nadie podía vaticinar que más tarde se pasaría media vida mecanografiando los escritos del poeta.

"Y la llaman secretaria. Pues no, era mucho más que eso, fue la compañera de Juan Ramón, a quien ayudó en todo momento. Cuando dicen que la tenía sometida y que era su enfermera, me pregunto si es que las mujeres casadas que tienen al marido enfermo, si lo aman y lo quieren, ¿no lo cuidan y ayudan? Me da rabia que digan eso de ella", aseguró.

Según explicó Cortés, en el libro hay, a modo recopilación, artículos, traducciones, escritos y poemas, tanto publicados como inéditos, que dan buena cuenta de cómo era realmente esta mujer adelantada a su tiempo. De todo lo ya publicado, la editora se refirió a los artículos de la revista Saint Nicholas antes de casarse con el Nobel, o en Vogue, así como el artículo El usurero de Sevilla, del que no había constancia aunque se publicó en Saint Nicholas en febrero de 1915. Pero abundan también los escritos, impresiones en hojas sueltas, como los que dedicó a su prima Hanna o a la escuelita de la Rábida. Por estos últimos textos se sabe, por ejemplo, que "un día aparecieron los niños con una mesa y dos bancos para sentarse". Y es que el mejor modo modo de dar a conocer a Zenobia es "hacerlo con sus propias palabras".

También figuran trabajos de clase, traducciones de Juan Ramón -pasajes de Platero, aforismos o la conferencia El trabajo gustoso- así como conferencias de Zenobia, "muy interesantes porque hablan de sus últimos años de estancia en España" antes de marcharse en agosto de 1936. Aquel periodo fue muy rico. Ella fue, como explicó la filóloga, cofundadora y secretaria del Lyceum Club femenino, secretaria del comité de becas para alumnas españolas que fueran a los colleges de Estados Unidos, y promovió el voto femenino. El libro concluye con Un soñado viaje a España, una selección de fragmentos de cartas de Zenobia en las que habla del viaje de regreso que siempre quiso hacer en los últimos años, cuando el matrimonio estaba en Puerto Rico, y que no pudo llevar a cabo porque, cuando se decidió a hacerlo sola, la enfermedad se recrudeció.

Carmen Hernández-Pinzón, representante de la comunidad de herederos de Juan Ramón Jiménez, explicó que cuando empezó a trabajar con su padre se dio cuenta de lo injusta que había sido la vida, la literatura y el mundo con Zenobia. Incluso en aquellos tiempos leyó "que Zenobia fue un perrito faldero de Juan Ramón y otras cosas muy duras". Según aseguró, Zenobia no fue una persona sumisa o apagada detrás de Juan Ramón. Ella, como figura única, "irradiaba luz". Y tenía una personalidad "arrolladora".

"Luchó mucho por que las mujeres estemos aquí, pero a ella no se le hizo justicia, mientras a otras sí. Estuvo en las asociaciones más pioneras, luchó por los derechos de la mujer, por el voto, por que la mujer se formara, viaja al extranjero, aprendiera idiomas, etcétera. Fue una pionera y sin embargo la historia la relegó a un segundo plano, a la sombra de Juan Ramón, cuando ella nunca fue la sombra sino la luz de Juan Ramón, la que guió su vida. Ella voluntariamente aceptó ese papel, pero también quiso tener su otra vida, dedicada a estas instituciones", aseguró la sobrina nieta del Nobel.

La propia Zenobia lo cuenta y así queda patente en el libro, cuando explica que, como no se casó hasta los 27 años, tuvo tiempo suficiente para averiguar que los frutos de sus veidades literarias, tal y como las llamaba ella,no garantizaban ninguna vocación seria: "Al casarme con quien, desde los 14, había encontrado la rica vena de su tesoro individual, me di cuenta, en el acto, de que el verdadero motivo de mi vida había de ser dedicarme a facilitar lo que era ya un hecho y no volví a perder el tiempo en fomentar espejismos", señaló pragmática.

Pero esta mujer que también fue decoradora, precursora de negocios de artesanía y una de las primeras mujeres con carné de conducir en España, no despertó al mundo intelectual y a la literatura cuando conoció a Juan Ramón Jiménez. Al respecto, Emilia Cortés señaló que era una lectora voraz, en francés, inglés o español. Y en su familia, además, tenían por costumbre leerse los unos a los otros.

Hernández-Pinzón indicó que la propia Zenobia dijo que ella tenía el conocimiento de la literatura y que el moguereño fue quien le enseñó a distinguir lo bueno de lo malo. De este modo, el poeta le abrió un mundo, al incluirla en su orbe, que era la intelectualidad de la Edad de Plata.

Por todo ello, Hernández-Pinzón lamentó que se diga que ella vivió sometida o maltratada. Porque Zenobia eligió su vocación, que fue "entregarse y luchar por su marido, teniendo su parcela privada y luchando por los derechos de la mujer". Lo consiguió, bajo el punto de vista de la sobrina nieta del escritor, y por eso murió "feliz" en un día como ayer de hace 59 años, "sabiendo que a su marido le habían dado algo [refiriéndose al Nobel] por lo que ella tanto luchó: el reconocimiento".

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