Una capacidad para decidir partidos rara vez vista por Málaga, un talento extraordinario para jugar al baloncesto. Con sus defectos e inconsistencias. Las taras ganaron a las virtudes, que no fueron suficientes para convencer a Joan Plaza de que Marcus Williams debía ser uno de sus bases para su proyecto en el Unicaja. El club confirmó ayer su salida, como la de Andy Panko. A ambos se les indemniza para romper la opción de contrato que existía para la próxima temporada. Un goteo, por cierto, en esta postemporada.

"Quiero agradecer a la ciudad de Málaga y al Unicaja que me diera la oportunidad de jugar allí. Una gran experiencia. La mejor suerte para la próxima temporada. Amor", fue la despedida de Williams a través de las redes sociales. Un jugador que, a pesar de lo que pudiera decir su apariencia, se integró de manera sobresaliente, como pocos norteamericanos, en el equipo. Trabó buena amistad con varios componentes del club, a los que dejó dicho antes de marcharse que querría quedarse en Málaga. Pero no será posible.

Williams deja un puñado de canastas decisivas para ganar partidos, algún pase mágico y mucho talento esparcido. Tiene alguna proposición por concretar de algún equipo de Euroliga. Él sigue en Los Angeles, jugará en alguna liga de verano y no desfallece pensando que en la NBA se acuerden de él. Calloway-Granger se perfila como la cabina de dirección para el próximo ejercicio.

A Panko, aunque esta decisión era más evidente, tampoco se le renueva, aunque cuando se asumió el contrato que tenía en el Panathinaikos existía esa opción que se debió liquidar.