El Unicaja tiene mucho trabajo por hacer para que la asistencia en el Martín Carpena se acerque, por lo menos, a los 8.000 espectadores de media por partido que exige la máxima competición continental de baloncesto. Anoche se dieron cita en el pabellón cajista 5.766 espectadores, y como es sabido, de no llegar a esa cifra, podría peligrar la participación del Unicaja en las próximas ediciones de la Euroliga. Al menos, los asistentes al partido de anoche ante el Alba Berlín sabían a lo que iban: a animar a un equipo que puede regalar muchas alegrías, como así ocurrió.

El momento de las presentaciones, previo al partido demostró, sigue sirviendo de termómetro para calibrar quienes son los preferidos de la afición. Y, como viene siendo costumbre en los partidos que el Unicaja juega como local, los más aplaudidos fueron Fran Vázquez y, sobre todo, Joan Plaza. El atronador aplauso del graderío hacia la figura de Plaza se está convirtiendo en un habitual en los momentos previos al comienzo del encuentro. Y que siga así, pues eso sólo significaría que el equipo sigue cosechando buenos resultados.

El inicio del partido del Unicaja no fue el más idóneo para que el público se enchufase al partido, pero para eso ahí estuvieron los árbitros. Y es que, a pesar de que el conjunto cajista logró resarcirse del mal comienzo, las polémicas decisiones arbitrarles en contra de los locales fueron suficiente para encender la mecha de las protestas por parte del público. Pero a partir de ahí los aficionados se enchufaron al partido y, probablemente, eso ayudara a que el equipo igualara el marcador.

El tercer cuarto fue de explosión en las gradas. La baja entrada no se hizo notar y a partir de ese momento el publico estuvo muy encima del equipo, justo cuando más lo necesitó. El éxtasis llegó con el triple del triunfo de Vasileiadis, uno de los ídolos.

La nota exótica en las gradas la puso una docena de aficionados del Alba Berlín. Ataviados con las camisetas del equipo y alguna que otra pandereta tuvieron la oportunidad de hacerse notar en los pocos momentos en los que la afición local estuvo menos animosa, sobre todo cuando el conjunto alemán conseguía alguna canasta.