Andy Murray templó sus nervios y acabó desquiciando a Tomas Berdych por 6-7 (6), 6-0, 6-3 y 7-5 para cerrar el partido y lograr por cuarta vez en su carrera el pase a la final del Abierto de Australia. El británico, finalista en 2010, 2011 y 2013, superó al checo en tres horas y 26 minutos.

La de ayer fue una auténtica batalla de nervios. El de Dunblane saltó a la pista del Rod Laver Arena con demasiadas emociones en su piel. En frente estaba Berdych, uno de los cinco jugadores de nivel con los que tiene un balance desfavorable (6-4), junto con Djokovic (15-8), Rafael Nadal (15-5), Roger Federer (12-11) y Milos Raonic (3-2). Además, el checo no había cedido un solo set en los cinco partidos anteriores.

El británico se mostró errático en el primer acto y cometió varias dobles faltas. Su rival aprovechó ese desconcierto general para colocarse con 5-3 y servicio, pero no supo rematar, incluso tras su artimaña de parar el partido con una absurda reclamación al juez de silla, el francés Pascal Maria, sobre el estado de un par de bolas. "¿Dónde vas Andy, dónde?", se gritaba así mismo el escocés, inmerso en un mar de dudas, que poco a poco logró romper para forzar el desempate.

En el segundo juego del segundo parcial el escocés se puso por delante en el marcador con un perfecto globo que desconcertó al checo, que sufrió un lapsus que luego pagaría muy caro. Primero resbaló y aguanto el tipo como pudo, y luego se cayó sobre el piso azul de la pista. Aunque acertó con su raqueta perdió el punto. Se sucedió entonces una auténtica exhibición de Murray que ganó 16 de los 20 puntos en disputa hasta el 4-0, y prosiguió hasta endosar un rosco al verdugo de Nadal.

Murray rompió de nuevo en el sexto juego del tercer set para hacerse con este tercer parcial y caminar seguro en el cuarto. Los nervios iniciales del británico se trasladaron a Berdych, que cometió una doble falta en el undécimo juego y falló un revés largo. Murray logró así una rotura crucial y sentenció el duelo.