Álvaro Silva es marbellí oriundo de Andújar y español pero internacional con la selección de Filipinas. Se buscó la vida en el fútbol andaluz (Marbella, Málaga, Cádiz y Xerez) aunque la fortuna sólo le sonrió en el extranjero. Levantó una Supercopa de Azerbaiyán con el Khazar Lankaran y otra en Kuwait, aunque aquí con el extra de la AFC asiática (equivalente a la Europa League) en las filas del Qadsia. Ahora ha finalizado su aventura en Oriente Medio y vuelve al mercado. Trabajará por su cuenta con un nuevo sueño en el horizonte: avanzar con Filipinas en las eliminatorias para el Mundial de 2018.

El defensa de 31 años estuvo ayer de visita en La Rosaleda. Saludando a pocos de los que quedan de su etapa, pero reviviendo buenos momentos aprovechando unos días de vacaciones. En breve estará de nuevo en faena con la selección que le acuñó cuando descubrió que una abuela suya tenía ascendencia filipina, lazo que habilita a cualquiera futbolista a integrar un combinado que exprime esta fórmula para encontrar jugadores competitivos. Un caso muy similar al del paleño Guirado, que también descubrió tarde este pasaporte y con el que ya ha compartido entrenamientos y partidos amistosos. Ahora le llega el turno de lo serio, los partidos de la segunda fase de clasificación, a la que Filipinas ingresó directamente por su coeficiente internacional.

Encuadrados en el grupo H de la AFC (Confederación Asiática de Fútbol), los filipinos tendrán que luchar con Uzbekistán, Baréin, Corea del Norte y Yemen por lograr el primer puesto de grupo (los cuatro mejores segundos del total de ocho grupos también accederán a la tercera fase de clasificación). Silva y sus compañeros disputarán el primer encuentro el 11 de junio en Manila contra Baréin y cinco días después repetirán choque en Yemen. Los últimos partidos de la selección han mostrado más competitividad y alimentan el sueño de llegar más lejos que nunca en el camino a un Mundial.