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Un templo para el Málaga

  • El conjunto blanquiazul pisará hoy ante Peñarol uno de los estadios con más solera del panorama internacional Acogió la final del primer Mundial en 1930 con 100.000 espectadores

Allá por 1930, Jules Rimet veía cumplido un sueño que llevaba años persiguiendo, la celebración del primer Mundial de fútbol. Semejante acontecimiento, sólo apoyado por aquel entonces por 13 países, tuvo a Uruguay como escenario. Su doblete en los Juegos Olímpicos de París y Amsterdam habían consagrado a los charrúas como la principal potencia futbolística y el empresario francés apostó por llevarse el campeonato a Montevideo. Con motivo de este acontecimiento internacional, se erigió el estadio Centenario. Un millón de dólares costó su construcción, encargada a Juan Antonio Scasso. Un monumento al fútbol que el propio Rimet tildó de "templo" desde que lo pisó por primera vez.

Hoy, consagrado ya como uno de los grandes escenarios del fútbol mundial, acoge por primera vez al Málaga. Una muesca más para la historia del cuadro blanquiazul.

Sede de dos de los grandes equipos de Uruguay, Peñarol y Nacional, será el conjunto carbonero el que se vea las caras con el equipo de Javi Gracia. Todo bajo la mirada de una obra de ingeniería que llegó a albergar a 100.000 espectadores en la final de aquel primer Mundial (actualmente sólo puede acoger a 76.000), que enfrentó a los organizadores contra Argentina, derrotándoles por 4-2 y elevando al fútbol uruguayo a cotas que no ha vuelto a igualar.

Para el combinado charrúa, jugar en el Centenario es casi un acto religioso, por el ambiente y por los excelentes resultados obtenidos históricamente allí. Ni siquiera la poderosa Brasil ha podido sacar más de dos victorias en los 20 encuentros que habrá disputado en el oráculo uruguayo. Por si fuera poco, en las cuatro ocasiones que el Centenario ha sido sede de la Copa América la selección celeste terminó levantando el título sin perder un solo partido. Unos números más que abrumadores que no hicieron más que acrecentar la leyenda del estadio.

Sus peculiaridades son muchas. Pese a ser el campo más reconocido de Montevideo, no es el único. Aun así, desde lo más alto de la grada Amsterdam es posible ver los partidos que se disputan en los estadios de Central Español y Miramar Misiones, muy próximos ambos a los aledaños del parque Batlle, lugar de concentración para los aficionados que aguardan la apertura de puertas.

En cuanto a sus graderíos, la curiosidad de sus nombres sólo es igualada por la explicación de los motivos. Las tribunas Amsterdam y Colombes, en honor a las dos medallas de oro logradas en esos escenarios olímpicos en 1924 y 1928. La Olímpica y la América cierran el estadio, y en la primera de ellas se encuentra uno de los símbolos que hacen más reconocibles al monumento. La Torre de los Homenajes, a unos cien metros de altura y que recuerda a los campeones olímpicos en ambas ediciones.

En cuanto al ambiente de esa cancha, su leyenda habla por sí sola. Desde sus inicios, la garra charrúa y la grada del Centenario se consolidaron la una a la otra hasta lograr la simbiosis que conforman hoy con la elástica celeste. Nacional y Peñarol también disfrutan de ambientes que le han llenado de fama en toda América gracias a sus actuaciones en la Copa Libertadores. Como ejemplo, las declaraciones del capitán de la selección argentina que se dejó el primer Mundial de la historia entre las garras de este estadio. "Todavía recuerdo la euforia que se vivía en las tribunas, es un trago que no pude digerir en toda mi vida", reconoció el propio Francisco Varallo.

85 años después de aquel 18 de julio de 1930, son cientos los momentos que han quedado para la historia sobre el verde del templo. Desde el limonazo de Venancio Ramos para meter a Uruguay en el Mundial 86 al reciente homenaje al Maracanazo con el ya fallecido Alcides Edgardo Ghiggia, pasando por la primera Libertadores de Neymar y los eternos clásicos entre Peñarol y Nacional, con un 10-0 de los tricolores o un 3-7 en la memoria de los carboneros.

En medio de semejante historia, el Málaga se planta en el estadio que homenajea el bicentenario de la independencia uruguaya. La historia pesa más que las propias botas sobre un césped que hoy se tornará en parte blanquiazul. Un día para el recuerdo del malaguismo. No por la Euroamericana o por el resultado de un partido que no pasará al recuerdo más que por un amistoso más en medio de una gira que no será muy recordada. Sí quedará en la retina el día que el Málaga jugó en el Centenario, el templo de Montevideo. El padre de los Mundiales. Historia viva del fútbol, de esas que gustará contar a los nietos.

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