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Como campeones

  • Honores El Unicaja cae de manera heroica en la prórroga ante el Tau (98-100) tras un soberbio partido Decisión Mickeal taponó un triple final de Berni que, de entrar, hubiera significado el título

En la vitrina de Los Guindos no se colocará hoy ningún trofeo de campeón, aunque en el corazón de la afición habiten 11 jugadores y un capitán. Siempre hay héroes, imágenes para el recuerdo, instantes en los que una finísima línea separa la gloria del infierno. Pudo ser Gomis, lo fue, el protagonista inesperado. Aunque el destino fue un poco cruel. Tras sostener sobre sus menudas espaldas al equipo en un último cuarto sublime en el que se remontaron ocho puntos de renta, erró un tiro libre adicional tras vertiginosa entrada que supuso la eliminación de Splitter a falta de ocho segundos. Bordeó el título, porque el posterior triple de Teletovic no encontró red.

Quizá lo mereció Archibald, el William Wallace particular de Aíto en un partido increíble, suficiente para desquiciar a Splitter y ser determinante en los dos lados de la pista. A falta de cuatro segundos para el final de la prórroga recibió un balón nítido a cuatro metros y dudó si lanzar o penetrar y acabó dando un mal pase a Berni. Mickeal, que había anotado 12 puntos capitales, los dos últimos a falta de 20 segundos para el final del tiempo suplementario, taponó el forzado triple a la gloria del capitán. Nada que reprochar a francés y escocés, a unos niveles siderales de prestaciones. Ni a ellos ni al resto. Hubo quien pudo hacer algo más, claro, pero la moneda llevaba escrita la cruz del Tau, que ganó un título (98-100) no se puede decir que inmerecido. El carácter Baskonia también valió sin Splitter y Rakocevic, eliminados antes del final. Como Welsch y Jiménez, a los que se echó en falta para frenar el festival final de Mickeal.

Escuece, duele la herida porque el Unicaja completó un soberano partido, en la mejor final de Copa del Rey en años. Quizá desde la irrupción de Pau Gasol en Málaga no se puede equiparar otra. Los ojos vidriosos de Boniface Ndong, la cabeza agachada de Carlos Cabezas o la mirada perdida de Carlos Jiménez mientras Prigioni cortaba la red de una canasta se hacen difíciles de soportar tras el esfuerzo titánico de 45 minutos a unos niveles sobrenaturales de esfuerzo. Afloran las lágrimas, pero así es este maravilloso deporte llamado baloncesto, que no hace distinciones sentimentalistas.

Un guión digno de las mejores películas, con héroes, villanos, sorpresas y suspense. Y drama, mucho drama. Compareció Carlos Cabezas, argucia táctica de Aíto al colocarlo como titular tras no jugar por lesión los dos primeros días. Al galope con el malagueño el Unicaja marcó de salida la mayor ventaja del encuentro (11-3), cortada ipso facto por un tiempo muerto de Ivanovic. Welsch descifraba los zigzagueos de Rakocevic y la pareja de pivots le miraba a los ojos al mejor interior en el continente, Tiago Splitter, encarcelado en una jaula de ayudas con Jiménez como ama de llaves. Daba miedo el tremendo ritmo del duelo. La rodillera de Haislip, la codera de Welsch y las tiras elásticas de Archibald recordaban el día menos de descanso del Unicaja respecto al Tau.

Con el partido envuelto en una espiral de alternativas, Teletovic mandaba bombas inteligentes desde ocho metros con destino al aro. El bosnio amagaba, pero el Unicaja resistía con la producción atacante de Archibald y Ndong (29 puntos entre los dos), que solapaban el escaso acierto desde la línea de tres. No eran malos tiros, pero no entraban. Con esa lacra, el porcentaje de acierto en los tiros libres se revelaba esencial para mantener el equilibrio (44-43 al descanso).

Rakocevic daba señales de vida para amagar con una escapada (46-52 y 54-60) que Haislip terminaba de abortar con un reverso completado desde el cielo (61-60). El sibilino arbitraje muestra al final un equilibrio de faltas. Los papeles no dicen que el Tau disfrutó del bonus desde el minuto 31 y al Unicaja se le retardó hasta el 36, cuando el Tau había asestado un golpe que parecía definitivo (69-77), antes de que Gomis, con Archibald como escudero, comprimiera el duelo. Tenían los vitorianos el tempo del partido, con dos puntos de ventaja y balón en los dos últimos minutos. Vidal, muy fiable desde los 4,60, erró dos a falta de 18 segundos y Gomis cabalgó a la gloria, anotó dos puntos y echó del partido a Splitter. El aro le negó el título porque Teletovic erró el triple final.

En la prórroga, piernas cargadas, cabeza saturada y corazón desbordado, las soluciones se simplificaron. Balones a Mickeal, balones a Gomis. Haislip erró un triple para colocar dos arriba al equipo, pero después lo anotó para igualar (98-98) a falta de 40 segundos. Mickeal, con la posesión agonizando, anotó con su zurda letal, la misma que echó al Unicaja del último play off de ACB. El partido en 20 segundos, la historia en las manos y Mickeal que negó el cuarto título. No hay trofeo, pero sí orgullo.

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