Análisis

La alternativa de los servicios

  • El gran filón de futuro para Andalucía podría estar en exportar servicios sanitarios y educativos de calidad al resto del mundo utilizando el soporte del turismo para su comercialización.

LUIS Garicano, el economista de Ciudadanos, señalaba estos días que la recuperación vuelve a llevarnos por el camino que nos condujo a la crisis de 2008. No se trata de una opinión aislada ni tampoco ha sido el primero en pronunciarse en este sentido. Otros, entre los que humildemente me incluyo, ya habían trasladado con anterioridad su decepción por la ausencia de avances en la reforma del modelo productivo, tantas veces comprometida, y hasta una cierta inquietud porque la construcción y el turismo volviesen a figurar entre los principales argumentos de apoyo al optimista cuadro de expectativas económicas a corto y medio plazo.

Es posible, sin embargo, que en nuestro afán por identificar señales poderosas de las grandes transformaciones esperadas, hayamos calibrado erróneamente el punto de mira. Por un lado, porque estemos infravalorando el alcance de algunos de los cambios que se han producido durante los últimos cinco años, como el de invertir el pertinaz signo negativo de la balanza por cuenta corriente, es decir, la recuperación de la capacidad para competir en los mercados internacionales; el paso atrás del sector público en su interferencia sobre la economía, aunque sea como consecuencia del hundimiento de sus finanzas; o los propios cambios en el marco de relaciones laborales. Por otro lado, porque es probable que estemos pidiendo a la política el ejercicio de una competencia para transformar la realidad de la que probablemente carece, sobre todo en los últimos tiempos. Valga la apuesta de la residenta en funciones de la Junta de Andalucía para la recuperación de la minería como fuente insustituible de empleo en determinadas comarcas, como ejemplo de la dificultad de encontrar alternativas radicales a las actividades tradicionales.

Es como si la maldición de la trasnochada teoría de la división internacional del trabajo de mediados del pasado siglo volviese a renacer. Según los estructuralistas latinoamericanos de la época, una parte del mundo, la más favorecida, producía los bienes manufacturados, con mayor valor incorporado, y los intercambiaba por materias primas con los países del tercer mundo, condenados a la explotación de sus recursos naturales como principal fuente de ingresos. La globalización, la expansión de las TIC y el éxito de las economías emergentes han provocado la reordenación completa de la producción a escala mundial, acabando con los últimos rescoldos de esta forma de pensar. Países como Brasil, Rusia, India y China, los BRIC, han demostrado que se puede estar a la cabeza del crecimiento mundial, incluso en épocas de crisis, con modelos productivos de muy diferente naturaleza. Exportando materias primas energéticas y no energéticas, como los dos primeros; exportando manufacturas, como China; y también con perfiles productivos mucho más difusos como el de India, donde los fundamentos de las elevadas tasas de crecimiento no están ni en la explotación de la base natural, ni en su vocación exportadora. En todo caso, en la expansión del sector servicios y en una corriente de inversión extranjera, también presente en los otros tres, que nos proporcionan algunas pistas para encontrar respuestas a la pregunta tantas veces formulada durante los últimos años sobre las opciones de futuro para Andalucía, después del colapso de la construcción.

Entre las preferencias más reiteradamente manifestadas están las de reeditar los esfuerzos de los años 80 para el desarrollo de una base industrial en la región o el impulso a la industria agroalimentaria. La industria siempre ha tenido dos características particularmente valoradas en nuestra comunidad: la de contribuir a la mayor densidad del tejido productivo y la de servir de puerta de entrada a las nuevas tecnologías. Durante las últimas décadas, sin embargo, ambas se han hecho cada vez más visibles en algunas actividades de servicios, como las telecomunicaciones, el transporte y la logística, la ingeniería civil e incluso el turismo. Esta circunstancia, y la propia experiencia de India, es lo que nos lleva a considerar que la gran alternativa de futuro para la economía andaluza podría estar en los servicios, permitiéndonos de paso una cierta relajación ante la posibilidad de que el turismo y la construcción sigan ocupando una posición central en la estructura de la producción y el empleo en Andalucía.

Recurramos al ejemplo del propio turismo y añadamos una sanidad y educación con verdadera vocación de innovación en todos sus frentes. Recordemos, por otro lado, que, según la nueva geografía económica del Banco Mundial, la principal función de las economías avanzadas, entre las que, al menos en teoría, se encuentra Andalucía, es la de producir manufacturas y servicios de alta calidad e intensivos en tecnologías y que el turismo sigua siendo el principal vehículo para la exportación de los servicios. Consideremos ahora la posibilidad de exportar servicios sanitarios y educativos de calidad al resto del mundo, utilizando el soporte del turismo para su comercialización. La gran ventaja es que para estar en la cabeza de los servicios sanitarios y educativos a nivel internacional no es necesario contar con la presencia de campeones mundiales en el entorno, como sería el caso de las manufacturas intensivas en tecnología, sino que bastaría con integrarse en las redes profesionales a través de las cuales se participa en el intercambio de ideas y experiencias. También son probables los inconvenientes. Por ejemplo, obligaría a revisar los modelos educativo y sanitario, en el sentido de complementar su actual orientación doméstica, con una mayor extroversión de sus actividades, con el objetivo de comercializar sus capacidades en mercados exteriores y cobrar por ello. También obligaría a revisar algunas posiciones sobre el papel de la iniciativa privada en la prestación de unos servicios de tan elevada sensibilidad social, aunque lo más probable es que las opciones para transitar hacia el ansiado nuevo modelo de producción sin pisar ningún charco sean muy escasas, o no existan.

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