Tribuna Económica

gumersindo / Ruiz

La economía del bien común

El Nobel de Economía Jean Tirole reflexiona en uno de sus libros sobre la reforma del estado y de la empresa, y de los grandes desafíos macroeconómicos. Trata de reconciliar la lógica económica con la social.

EN mi ejemplar del libro de Jean Tirole veo que la primera edición es de mayo de este año, y que se hicieron siete tiradas una tras otra, lo cual es excepcional para un libro de economía, que aunque con intención divulgadora, tiene razonamientos no siempre fáciles de seguir. Debe estar leyéndolo este verano todo el mundo en Francia, y para nosotros resulta también muy interesante y útil, pues discute cuestiones como la admisión en la universidad, las tasas, los contratos de trabajo, la organización de los servicios de salud, la fiscalidad, los alquileres sociales, sobre las que -y más por el grave problema de deuda y déficit público que hay en España- se plantea un debate recurrente. Tirole sabe mucho de casi todo; cuando le dieron el premio Nobel en 2014 dudaban por qué línea de trabajo concedérselo y quedó como "uno de los economistas más influyentes de nuestra época". El libro trata de la reforma del estado y de la empresa, y de los grandes desafíos macroeconómicos: climático, paro, construcción o, más bien, rehabilitación de Europa, y sector financiero; y también, política industrial y competencia, impacto de la digitalización en la producción, economía de los datos, innovación y propiedad intelectual, y regulación de los servicios públicos.

Los primeros capítulos sobre economía y sociedad, y el oficio del investigador en economía, tratan de reconciliar la lógica económica con la social, que se ven con frecuencia contrapuestas. Hay dos ideas principales que dan cohesión al libro. Una es que el debate entre intervención pública o economía de mercado tiene escaso sentido ya que la presencia del estado es muy fuerte, tanto de los bancos centrales como en los tratados y relaciones comerciales, infraestructuras, o regulando precios y servicios públicos; y el mercado es bueno para organizar la economía, pero no la sociedad (no es aceptable una "sociedad de mercado"). La otra idea es que precisamente porque las cosas son así, y las sociedades funcionan como economías de mercado con una fuerte presencia del estado, las decisiones de política pública hay que justificarlas.

Tirole critica las posiciones puramente ideológicas -interesadas de la derecha y voluntaristas de la izquierda- cuando no justifican con análisis todas las implicaciones y consecuencias, presentes y futuras, de una medida o una reforma; en ocasiones, las privatizaciones no son más que formas de beneficiar a los que tienen poder; y las políticas sociales no consiguen los objetivos propuestos -empleo por ejemplo-, son costosas e ineficaces. Este cuestionamiento permanente de las políticas debería darse en un debate abierto, técnico, con una información completa, e independiente.

Con frecuencia discutimos en el ámbito de Andalucía sobre estos asuntos, y aunque la capacidad de una comunidad autónoma es limitada en relación al estado y a las decisiones que se toman en la Unión Europea (UE), los análisis en profundidad de este libro -estando o no de acuerdo con sus razonamientos y conclusiones- pueden ayudar a contrarrestar esa "fuerza potente que es siempre la pereza intelectual, incluso de los que se consideran sabios y profundos".

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