Luis Puelles Romero Doctor en Filosofía.

"Hay inflación de ignorancia, un embobamiento infinito"

  • El gaditano Luis Puelles Romero (1967 ) acaba de ganar el Premio Iberoamericano de las Cortes de Cádiz con un ensayo llamado Mirar al que mira: para una estética de los espectadores.

-Lo suyo es la estética, así que sólo le digo una palabra: contemplación.

-Hermosa palabra. Contemplar es fijar la mirada en un objeto sin esperar nada de él. No se persigue el consumo de lo que se observa.

-Entonces, me temo, estamos en crisis de contemplación.

-No, no contemplamos mucho. No nos lo permite la velocidad o la avidez, dos palabras que son enemigas de la contemplación.

-¿Y qué palabra es amiga de contemplación?

-La distancia. Un ejemplo: un turista no contempla, sino que consume un paquete turístico, va de un sitio a otro con los tiempos marcados. No  hay tiempo para la distancia.

-Seamos prosaicos. ¿Contempla usted la crisis?

-¿A qué crisis se refiere ahora?

-A ésta de la que se habla. Vivimos, al parecer, en estado de crisis.

-Lo que nos pasa es que vivimos una inflación de la ignorancia, mecidos en nuestra necedad. Zapatero y Rajoy con 140 medidas o mil medidas no solucionarán nuestro embobamiento infinito. La crisis no está en los bolsillos, que también, está en nuestras cabezas.

-Se ha dedicado en un libro a mirar al que mira.

-He aproximado la lupa a una figura invisible, que es la del espectador, y le he seguido en el tiempo. No es el mismo espectador el que contemplaba en el siglo XVI un cuadro de El Bosco que un espectador de cine .

-O un televidente o un internauta.

-Ni el uno ni el otro son propiamente espectadores, son receptores.

-¿Por qué?

-Un espectador es un apasionado, un emotivo, una persona que busca ser seducida. Un televidente no busca nada de eso. No tiene nada de malo. Una persona asomada a la ventana puede disfrutar contemplando la calle, pero no es un espectador de nada. El espectador necesita ficción, que no mentira, porque la ficción no engaña a nadie.

-¿Y qué ha encontrado mirando a los que miran?

-Es la historia de la pérdida de una inocencia. El espectador se las daba de inocente hasta el siglo XIX en el que es descubierto por el autor, cuando Chejov le señala con el dedo y le afea su doble moral obligándole a tomar una posición, cuando Baudelaire le llama hipócrita... La carga moral ya no cae de parte del autor. El espectador ha sido descubierto.

-Y es violentado y atizado.

-Claro, el autor ya no se siente a su servicio, el autor exige su implicación.

-Usted ha estudiado las vanguardias, que van más allá en esto que afirma.

-Mucho más allá porque directamente se confrontan con la herencia del espectador del XIX, con la madmoiselle cursi y afectada, que se podría encarnar en los seguidores de Benavente. Las vanguardias zarandean todo eso porque buscan un nuevo hombre y un nuevo mundo. Promueven una conciencia ideológica que lleve a la utopía cumplida.

-¿Cómo es el espectador ahora, después de tanta convulsión?

-Es complicado definirlo. Somos consumidores del espectáculo, por tanto, no existe ni la contemplación ni la distancia. Para ser espectador hace falta la ficción, pero asistimos a una hipertrofia de la ficción.

-Pues entonces seremos espectadores permanentes, ya que asistimos a un continuo espectáculo.

-Para que la ficción se mantenga no todo puede ser ficción.

-Un poco apocalíptico, como en El show de Truman.

-No, la pervivencia de la narración está ahí. La narración sigue existiendo y, como en El show de Truman, hay una puerta por la que se puede salir, una puerta que da acceso al sueño y por la que se puede escapar de esa supuesta realidad filmada.

-El sueño será la fuga, pero no paran de vendernos sueños.

-No hay sueño que se compre con un billete. Conviene desconfiar de los donantes de sueños. Para que valga, el sueño tiene que ser propio e innegociable. No se vende ningún sueño en ningún centro comercial.

-Pues dígame dónde.

-La lógica nos dice que el sueño tiene que estar dentro de nosotros. Hay que detenerse a buscarlo en el ejercicio del silencio.

-En la contemplación, por tanto.

-Digámoslo así.

-Al final, nos hemos puesto a filosofar.

-Supongo que es inevitable cuando se habla con un filósofo.

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