La salud es lo que importa

Dr. Bartolomé Beltrán

Los pacientes para Mingorance

EL otro día pude comprobar con gran satisfacción profesional el nuevo reto que se ha marcado el presidente de los farmacéuticos andaluces, Antonio Mingorance, con los pacientes. Quiere que las farmacias que estan integradas en Farmanova abracen un nuevo objetivo, el de acoger todas las dimensiones y variables de las necesidades de los pacientes para propiciarles una mejor calidad de vida. Eso lo puede hacer cualquier oficina de farmacia, pero lo dificíl es llevarlo a cabo con las asociaciones de pacientes mediante compromisos rubricados en la necesidad de unos y la precisa atención farmacéutica de otros.

La operadora de distribución de Andalucía, Baleares y Canarias, que preside el farmacéutico Mingorance, organizó un acto de participación con una docena de asociaciones de pacientes ya comprometidas y en la que pude participar y notar el entusiasmo de las partes. Un acuerdo que me lleva a reflexiones solidarias con los pacientes y profesionales con los famacéuticos, en los que pasa desapercibida su enorme e ingente función pública. La utilidad de las asociaciones de pacientes radica en que proporcionan a los afectados y a los familiares que acuden a ellas algo más que información. Las asociaciones escuchan desde la empatía, acompañan desde la experiencia compartida, asesoran en el autocuidado y suponen un importante apoyo psicológico y ocupacional.

Así que no puede faltar jamás en este objetivo el acompañamiento certero y saludable de los farmacéuticos por medio de sus oficinas de farmacia, que se distribuyen por toda la geografía como el "centro de salud" más próximo a los ciudadanos.

De este modo, las asociaciones facilitan la interrelación entre los afectados, evitando el aislamiento y la estigmatización. Estas actuaciones van encaminadas a alcanzar la plena integración de los pacientes, mejorar su calidad de vida y sensibilizar finalmente a la sociedad. Y tiene que ser la oficina de farmacia el banderín de enganche de este reto social y humano.

Porque conviene olvidarnos en la evolución de la prestación de servicios de aquel paternalismo trasnochado basado en principios de caridad y beneficencia. Ahora estamos en la suma de todas aquellas cuestiones nobles y, sobre todo, en el derecho de los pacientes y en el principio de autonomía, fundamentado en la capacidad de participar y elegir de los ciudadanos. Somos uno de los países de Europa que más visita a sus médicos, con una estadística que indica que lo hacemos anualmente y per cápita en torno a 7,5 veces. Por debajo el Reino Unido, con 5 veces, y países ejemplares y desarrollados en el ámbito de los autocuidados y la calidad de vida de los ciudadanos que no llegan, como en Suecia, a 3 veces por año. La oficina de farmacia tiene que ayudar a procurar mejor calidad de vida, más información especializada, más cuidados a los pacientes crónicos para que su angustia no tenga que llegar a aumentar la lista de espera de los facultativos, pues, en eso, los farmacéuticos han de amortiguar, con su atención farmacéutica, al Sistema Sanitario Público, del que son parte indisoluble. Y eso Antonio Mingorance lo tiene claro. Seguro.

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