Málaga

Una mano en el peor momento

  • La casa de la Fundación Ronald McDonald, inaugurada en febrero y situada junto al Materno, ya ha acogido de forma gratuita a 39 familias de fuera de la capital cuyos hijos sufren algún tipo de enfermedad y necesitan tratamiento hospitalario

Laura tiene 13 años y aún no sabe muy bien que quiere ser de mayor. Le gustaban las Bellas Artes pero ahora prefiere ser fisioterapeuta. Tiene dos tumores en la cabeza y está siendo tratada en el hospital Carlos Haya. Lo ha pasado fatal con la quimioterapia ya que las sesiones han sido muy fuertes y ha sufrido continuos vómitos y desvanecimientos, así como la pérdida del pelo. Ahora está con la radioterapia y lo está llevando algo mejor, aunque la procesión va por dentro. Su madre se llama Rosario Montegordo y viven en Estepona. Ni que decir tiene que está muy preocupada por la salud de su hija aunque, al menos, ya no tiene que agobiarse por buscar una vivienda en Málaga y hacer rifas o buscar recursos debajo de las piedras para poder abonar ese alquiler extra cada vez que traten a Laura en la capital.

Rosario y Laura llevan varios días en la casa que la Fundación Ronald McDonald inauguró en febrero junto al Hospital Materno Infantil para acoger de forma gratuita a los menores enfermos y sus familiares que están recibiendo tratamiento en Málaga y que proceden de otras partes de la provincia o de Andalucía. "Esto es una obra de caridad enorme. Si yo tuviera dinero lo donaría todo a esta causa", afirma emocionada Rosario, quien resalta que "todo está estupendo, muy bien instalado y con mucha tranquilidad".

La casa tiene 14 habitaciones con capacidad para albergar hasta cuatro personas por estancia. Por otra parte, hay amplias zonas comunes con ordenadores, un pequeño gimnasio para relajar tensiones o zona de juegos infantil. También hay un gran comedor con cinco vitrocerámicas y 14 neveras, una por habitación, y 14 armarios pues cada familia se encarga de comprar y cocinar su propia comida, así como de mantener limpias sus habitaciones. Una empresa hace la limpieza de las zonas comunes. "Queremos que no vean esto como un hotel sino que tengan su intimidad y que cada uno se haga su comida como si estuviera en su propia casa", comenta Vicente Moros, gerente del centro. De hecho, las habitaciones no tienen números sino dibujos de animales para que sea más divertido para los menores. Además, una voluntaria da masajes los miércoles para padres y niños.

El proyecto tiene un doble objetivo: dar alojamiento a las familias en uno de los peores momentos de su vida y favorecer que tanto padres como menores puedan conversar con otros en las zonas comunes y que se apoyen mutuamente. "Aquí los niños no piensan en lo que tienen. En el hospital ven a otros como ellos ingresados e incluso cómo muere alguno de ellos. Mi hija me ha preguntado en alguna ocasión si ella va a ser la siguiente y yo le digo que no. Estar en la casa nos permite salir de ese ambiente y la niña está encantada", destaca Rosario.

Se busca que los niños se diviertan todo lo que puedan. Pintan carteles -para las fiestas que organizan-, juegan y hacen todo tipo de actividades. Para ello cuentan con 27 voluntarios que se reparten por turnos y que proceden de los hospitales, de la Universidad de Málaga, personal de McDonald o simplemente personas que han conocido la labor del centro y quieren echar una mano.

Vicente Moros explica que, en estos momentos, hay 34 personas en la casa y están ocupadas 11 habitaciones. Albergan a jóvenes de hasta 21 años con sus familias y no hay una estancia máxima sino que depende de cada tratamiento. "Hay familias que vienen dos días para hacer solo unas pruebas y otras que llevan aquí más de 40 días, aunque la estancia media es de seis días", señala el gerente.

Rosario y Laura, por ejemplo, tienen que permanecer en Málaga cinco semanas más. Alejandro Úbeda lleva algo más de un mes después de que operaran a Bárbara, su bebé de siete meses, del corazón el pasado 8 de mayo y no sabe aún cuánto tiempo deberá seguir aquí. Es de Almería y no tiene palabras para agradecer que le hayan permitido quedarse en esta casa, cuya existencia desconocía. "Hemos tenido que venir varias veces al Materno y busqué una casa de alquiler en Pasillo del Matadero que me costaba 300 euros a la semana. Tuvimos que alargar la estancia y ya no tenía más recursos pero afortunadamente un amigo me habló de esta casa. Al principio no entendí que me quería decir, pensaba en una hamburguesería de McDonald, pero pregunte en la asistencia social del hospital, me dijeron que quedaban plazas, vimos las habitaciones y nos quedamos impresionados", afirma Alejandro. El bebé está ingresado en el hospital y este joven y su mujer aprovechan la casa para descansar un poco, asearse o comer.

Ya han pasado 39 familias por esta casa y aún no hay lista de espera, aunque es previsible que la demanda supere a la oferta en cuanto se extienda el conocimiento de este hogar. Son los médicos del centro y el servicio social de los centros hospitalarios los que avisan a las familias de esta posibilidad. Moros subraya que no hay ningún tipo de proceso de selección. No se mira el nivel social de la familia, ni su procedencia o la patología del enfermo. Simplemente se está a expensas de la disponibilidad de habitaciones. En caso de que hubiera varios candidatos para una misma habitación, el gerente explica que se prima la lejanía de Málaga y que los menores no estén ingresados en el hospital. Moros destaca que esta estancia gratuita le supone un ahorro a las familias de unos 2.500 euros. Por ahora, las 39 familias que han hecho uso de los servicios de la casa procedían de Almería, Cádiz, Granada, Melilla, Marruecos (un 30% son de este país) o de municipios de la propia Málaga que estén a más de 50 kilómetros de la capital.

La presencia de niños y padres marroquíes ha obligado a los gestores del centro a poner los carteles en árabe y a buscar traductores para poder comunicarse con ellos. Suelen tener enfermedades graves que precisan ser tratadas en España. A veces, incluso ni siquiera han nacido. Moros recuerda que han acogido a una pareja de Marruecos durante 40 días en la que la mujer tenía un embarazo de riesgo. "Finalmente dio a luz y se pasó por aquí para darnos las gracias a todos y enseñarnos al bebé", comenta con una sonrisa de oreja a oreja.

Los menores que son acogidos en este hogar suelen tener cáncer o sufrir algún tipo de cardiopatía, aunque también han llegado menores con problemas traumatológicos o quemados. En ocasiones el tratamiento es corto pero, en otras, se prolonga y el menor pierde clases. En función de su situación física, la fundación mantiene contactos con los colegios de la zona para posibles escolarizaciones temporales de estos niños aunque, en los tres meses que lleva abierto el centro, no se ha dado aún ningún caso. Eso no quiere decir que los niños de esos colegios no los conozcan. Días antes de la inauguración, McDonald pidió a los escolares de colegios próximos que hicieran dibujos y escribirán mensajes de bienvenida y apoyo a los menores enfermos que iban a habitar la casa. Se han utilizado para decorar la entrada y son enternecedores, demostrando que el ser humano puede ser solidario cuando quiere desde la infancia. "Deseo que os pongáis bien", "Deseo para vosotros mucho amor y felicidad" son algunos de los textos.

En todo el mundo la Fundación Ronald McDonald tiene 315 casas. En España hay dos, una en Barcelona y esta de Málaga, aunque se prevé abrir otra en Valencia a finales de este año y se empezará a construir una en Madrid que será la más grande del país con 26 habitaciones. Laura quiere ser fisioterapeuta. La vida no se lo está poniendo nada fácil pero seguro que lo consigue. Mientras, entre radioterapia y radioterapia, pasa las horas pintando o jugando con otros niños en un ambiente relajado. Una mano amiga para ella y sus familiares en el peor momento de su vida.

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