Málaga

El sacrificio de caballos en matadero se multiplica por cuatro en el último año

De ser animales casi domésticos y estar completamente integrados en la cultura y fiestas andaluzas, han pasado en apenas dos años a convertirse en una pesada losa para los ganaderos que tienen cada vez más dificultades para costear el caro mantenimiento de un équido. La demanda para deshacerse de caballos, asnos y mulos ha aumentado tanto que desde 2011 los dos únicos mataderos autorizados para su sacrificio en toda Andalucía, ubicados en las provincias de Málaga y Sevilla, se ha multiplicado por cuatro en este tiempo. Unos 4.368 animales, incluidos los de pura raza, fueron sacrificados hace dos años cuando empezaron su actividad, mientras que el año pasado esa cifra superó los 16.000 debido al agravamiento de la situación económica.

Hace unos años hubiera sido impensable imaginar que un total de 20.621 équidos de la comunidad andaluza, según los datos facilitados a este periódico por la Delegación provincial de Agricultura, Pesca y Medio Ambiente, iban a tener que pasar por un matadero en menos de dos años. Pero apenas hay centros que se puedan hacer cargo de ellos y los pocos que hay están saturados y, si a eso se une que muchos de los ganaderos que en su día los compraron como un artículo de lujo en la época de bonanza económica y hoy en día con la crisis se han quedado arruinados y no los pueden mantener, el resultado es miles de animales en peligro de ser abandonados o desnutridos a los que el matadero de Humilladero, en la provincia de Málaga, y el de Gesesur 2 en Sevilla, les está dando salida mediante el sacrificio y la comercialización de su carne en países europeos como Francia, Italia, Alemania e incluso el norte de España.

El matadero sevillano, autorizado en 2011 para esta línea de producción y con gran demanda en las provincias cercanas de Huelva y Cádiz, es el que se lleva la palma. Si el año en el que empezó su actividad recibió 3.032 animales entre caballos, mulos y asnos, el año pasado cerró con unas cifras escalofriantes: 13.703 équidos sacrificados.

El volumen registrado en el matadero de Humilladero es bastante inferior, aunque llama la atención que en apenas un año se duplicara su producción. Así, según los datos de la Junta de Andalucía, en 2011 fueron 1.336 los caballos, asnos y mulos los que pasaron por este matadero industrial y solo un año después esa cifra aumento hasta los 2.550 sacrificios. En lo que va de año ya suman otros 316 más.

La media es de siete diarios, aunque en el matadero malagueño ha habido sacrificios de unos 70 caballos a la semana y picos de hasta 106 animales semanales. Yeguas, caballos jóvenes, viejos y hasta potros de apenas cinco meses o algún ejemplar de pura raza valorado en más de 12.000 euros procedentes, sobre todo, de las provincias de Málaga, Granada y Córdoba llegan a este matadero de manos de los pasantes o ganaderos que no quieren o no pueden hacerse cargo por más tiempo de los entre 200 y 300 euros mensuales que conlleva su mantenimiento.

El beneficio que recibe el dueño de un caballo al llevarlo a un matadero es mínimo y depende del peso. Por ejemplo, por un équido de unos 200 kilos no se suelen pagar más de 250 euros. Pero el hecho de que su abandono o desnutrición esté tipificado como delito en el Código Penal y que el sacrificio mediante veterinario conlleve un gasto añadido han llevado a muchos a recurrir a esta matadero de servicios que hasta marzo de 2011 se dedicaba, sobre todo, al sacrificio de porcino y, en menor medida, de vacuno, ovino y caprino.

El número de sacrificios no ha parado de crecer desde entonces. Pero no cualquier animal ni en cualquier circunstancia puede ser sacrificado. Según los requisitos que establece la legislación, los animales deben estar identificados mediante un microchip y las explotaciones de las que proceden dadas de alta y autorizadas para la cría. Además las oficinas comarcales agrarias deben emitir una guía de acompañamiento sanitaria para llevarlos hasta el matadero, que el ganadero tendrá que adjuntar junto con el pasaporte y una reseña de sus características físicas para comprobar si es apto para el consumo humano.

Aunque la carne de caballo es un producto autorizado en la Unión Europea, debe cumplir una serie de estándares para entrar en la cadena alimentaria. Por ejemplo, cada ganadero debe firmar previamente un documento en el que acredite que el animal no ha sido sometido a ningún tratamiento veterinario o que, en el caso de haberlo hecho, haya superado ya el tiempo establecido de espera según lo que fije cada medicamento.

El consumo de carne de caballo en bares, restaurantes y carnicerías en España es residual, salvo en el norte de España, por lo que su principal destino son los países de Centroeuropa donde se emplea para la fabricación de embutido. El lomo, el solomillo y la pata trasera son las piezas que más se comercializan, y para tratar de competir con el vacuno su precio en el mercado es hoy por hoy inferior. De ahí, que se opte por esta carne en numerosos productos tal y como ha quedado patente en las últimas semanas.

La Unión Europea consume unas 110.000 toneladas cada año de carne de caballo, de las que importa un 30 % de países terceros, principalmente de Canadá, México y Argentina. En Europa, los principales productores son Polonia y Rumanía, aunque los principales consumidores son Francia, Italia, Países Bajos y Bélgica.

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