Málaga

Las últimas cabinas buscan futuro

  • Telefónica retira 70 teléfonos en cinco años Quedan 130

Málaga ha perdido un tercio de las cabinas telefónicas en los últimos cinco años. Quedan 130 (según el buscador de cabinas de Telefónica Telecomunicaciones Públicas), frente a las 70 que, de acuerdo con datos municipales, se han desmantelado en el último lustro. La generalización de la telefonía móvil y la eclosión de los locutorios, que arrastraron a los pocos usuarios que le quedaba a la telefonía a pie de acera, han convertido cabinas y teléfonos públicos en extraños baluartes del pasado. ¿Quién acude ya a una cabina? ¿Acaso se forman colas para hablar como sucedía otras veces? ¿Qué hacer con las cabinas? Telefónica es la única adjudicataria de un servicio al que periódicamente concurre sin competencia.

En este momento tiene la concesión hasta 2016 con la obligación de mantener un mínimo de una cabina por cada 3.000 habitantes en todas las población con más de 1.000 residentes y, al menos un aparato público en los municipios más pequeños. Gran parte de la rala facturación del negocio se destina a su mantenimiento y, sobre todo, a reponer los destrozos porque las cabinas, junto a los contenedores, son objetivo preferente del vandalismo urbano.

Los últimos datos publicados se remontan a 2007 e indican que el mantenimiento y las consecuencias del gamberrismo cuesta 22 millones al año. El futuro de las cabinas es ahora mismo una incógnita mundial. Nueva York organizó a finales del año pasado un concurso para recabar ideas sobre qué hacer con ellas. Recibió un centenar. Una de las más lúcidas fue la del estudio de diseño Frog que proponía una solución denominada Beacon: un gran poste con pantallas LED para publicidad e información que también funcionaría como teléfono público dotado de reconocimiento de voz y gestos. Permitiría hablar sin necesidad de tocar nada. Mucho más higiénico. John Locke, arquitecto del Departamento de Mejora Urbana de Nueva York, probó el verano pasado otra fórmula: convertirlas en puntos de bookcrossing, o sea en espacios públicos en los que los lectores dejan libros para que otros a su vez puedan leerlos.

En Londres aunque las cabina apenas se usen, forman parte de su identidad urbana. En 2009 se organizó un programa para apadrinar cabinas. A partir de ahí surgieron iniciativas para convertirlas en puntos de bookcrossing y hasta puestos de flores. A mediados del año British Telecom puso varias en venta, pero el asunto todavía sigue dando vueltas.

France Telecom colocó su primera cabina del futuro en los Campos Elíseos: pantalla táctil de 17 pulgadas y acceso a internet, está pensada como soporte turístico para suministrar información práctica de París. Sin embargo, la idea más original en Francia surgió de los creadores Benoit Deseille y Benedetto Bufalino que propusieron en el Festival de las Luces de Lyon una cabina convertida en acuario. Esa idea también se exploró el año pasado en Osaka (Japón) por iniciativa del colectivo Kingyobu.

Telefónica también ha ido incorporando nuevos servicios a sus cabinas. Aunque el mapa de puntos de telefonía pública se recorta y se repliega (buscando espacios públicos vigilados y establecimientos que las protejan del vandalismo), los nuevos teléfonos empiezan a incorporar nuevos servicios. El más común es la mensajería: SMS, fax y correo electrónico. Algunas cabinas también permiten adquirir un pin para realizar llamadas internacionales desde ese teléfono o cualquier otro, recargar teléfonos móviles, incluso recoger donativos y cupones de saldo para pagos por internet. La cabina cardioprotectora, dotada de desfibriladores y comunicación con los servicios de emergencias es otra de las fórmulas que Telefónica también sugiere, además de puestos de telefonía pública con servicio de promociones y premios o comunicación interactiva y encuestas

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