Alejandro Portes. profesor de sociología de princeton

"España no habla de diáspora pero empieza a haberla y es de alto nivel"

  • Analiza la crisis como una consecuencia de la debilidad las instituciones para manejar los flujos de capital y del despilfarro "Se dejó a los bancos hacer lo que querían", dice

Alejandro Portes, experto en migraciones de la Universidad de Princeton (Estados Unidos), ha realizado el primer estudio global de la segunda generación de inmigrantes en España y es un abanderado de la sociología económica. Ayer presentó en la Facultad de Económicas de Málaga Sociología Económica: una investigación sistemática, editado por el CIS.

-¿Cómo ha podido un país receptor de inmigrantes como España convertirse tan rápido en emisor?

-Por la recesión económica y el descubrimiento de que las bases de la riqueza nacional y el desarrollo eran relativamente frágiles, sustentadas en el endeudamiento y la construcción. La inmigración que venía era fundamentalmente laboral, mientras que buena parte de los que se van ahora son profesionales. El país está perdiendo parte de su acervo intelectual.

-¿Qué puede esperar una sociedad cuando su talento emigra?

-Eso es lamentable. El problema es buscar la forma para frenarlo y recuperarlo. Se puede hacer de dos maneras: de forma permanente si hay oportunidades acá en las universidades y en las empresas para que vuelvan o que se queden fuera pero que contribuyan tecnológica y económicamente al desarrollo nacional. Ese fenómeno lo conocemos en sociología como transnacionalismo. Por ejemplo: India y China han exportado por décadas gran parte de su capital humano a Estados Unidos y cuando esos inmigrantes han tenido éxito económico y profesional han vuelto. Centros de alta tecnología como Bangalore y Hyderabat, en la India, los crearon inmigrantes indios y el desarrollo de Shanghai se debe a los chinos profesionales que han vuelto.

-Pero habrá que crear unos canales o puentes para la vuelta.

-El transnacionalismo solamente ocurre cuando existe un entorno institucional para que los que se fueron puedan regresar, sino su contribución se pierde.

-¿Alguien está buscando esas vías para el retorno?

-No, el país todavía está en recesión y sigue exportando profesionales de buena calidad a Alemania, Estados Unidos o Inglaterra. España aún se considera un país de inmigración, no se ha dado cuenta de que también es un país de emigración y que tiene que haber instancias gubernamentales dialoguen con su diáspora. Aquí no se habla de diáspora, pero empieza a haberla y es de alto nivel de capital humano.

-Desde 2010 España ha perdido 134.000 inmigrantes extracomunitarios, pero las imágenes de la valla en Ceuta y Melilla...

-Dan sensación de invasión... Y son pocos son unos cientos. Hay varias cosas que conviene separar: la inmigración no ha bajado significativamente, se ha frenado. Es probable que con la recuperación económica se renueve la inmigración de Latinoamérica y Marruecos. Otro fenómeno es el de las pateras y lo de Ceuta y Melilla. Estos no son inmigrantes económicos, son refugiados de la desesperación de sus países. Obviamente Estados Unidos y Europa no pueden permitir una entrada indiscriminada de inmigrantes del Tercer Mundo. Necesariamente hay que crear barreras, tratando de respetar los derechos humanos.

-¿Serpentinas con cuchillas son barreras?

-La inmigración del África subsahariana no tiene una razón económica para España y de alguna manera hay que desincentivar la partida de los jóvenes de sus países. Es más efectivo buscar eso que pararlos con serpentinas porque cuando los inmigrantes de refugio económico llegan a la frontera ya no hay quien los pare. O entran o perecen en el intento. La mejor manera es trabajar en los países emisores con ONG, organizaciones religiosas y otras para desincentivar y crear allí oportunidades alternativas.

-¿Cómo afecta la crisis a la segunda generación de inmigrantes en España?

-Estamos a punto de publicar el libro Crecer en España. Las experiencias de la segunda generación y hemos visto que han pasado dos cosas: primero, y esto no está tan mal, los hijos de inmigrantes siguen en el colegio porque cuando empezamos el estudio, en 2006 y 2007, había tantas oportunidades para trabajos sin gran cualificación que muchos lo dejaban. El problema es que condicionan su permanencia en el país, con el que se identifican incluso cuando no han nacido en él, a la existencia de oportunidades y desde luego no dicen de irse al país de sus padres, se van a otro países europeo, igual que sucede con los autóctonos.

-Ha presentado el libro Sociología Económica: una investigación sistemática. ¿Tiene la sociología alguna clave que permita entender la crisis y buscar salidas?

-Desde el punto de vista de la sociología económica la crisis se analiza muy distinto a como la analiza el actual Gobierno. La crisis se creó por la debilidad de las instituciones españolas para manejar los flujos de capital y guiarlos de forma productiva. Los flujos de capital llegaban del norte con intereses muy bajos y se malgastaban en proyectos faraónicos. Cuando se cerraron las compuertas y cayeron la demanda de vivienda y el turismo, el país descubrió que no estaba tan desarrollado como pensaba.

-¿Y la solución?

-La resolución permanente de la crisis no pasa solamente por castigar a la población para pagar los excesos de las minorías que guiaron ese proceso de endeudamiento. La austeridad es necesaria a corto plazo, pero no es la solución permanente. Hay que fortalecer las instituciones del Estado y su capacidad regulatoria. Se permitió a los bancos hacer lo que quisieran y se permitió un endeudamiento excesivo que se está pagando porque las instituciones eran débiles y los controles insuficientes. Nuestras instituciones no están al nivel de las instituciones del norte de Europa y hasta que no estén será posible encontrarse con este tipo de crisis.

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