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Razón de contrapartida

  • Paren las máquinas: el alcalde va a intentar persuadir a los ciudadanos de que acepten el Metro en superficie hasta el Hospital Civil La pregunta es: ¿Qué está dispuesto a dar a cambio?

ES bien sabido que Francisco de la Torre no obedece a Maquiavelo en un término concreto: prefiere ser amado a ser temido. Aunque quizá sea esto por lo que debamos temerle. Mientras escribo estas líneas (dejo este punto bien claro, porque desde ahora hasta que usted lea el artículo puede haber cambiado otra vez de opinión) el alcalde sigue en sintonía con la Junta y dispuesto a convencer a los ciudadanos de las bondades del Metro en superficie desde la Alameda hasta el Hospital Civil, por más que en los dos últimos años los vecinos de Bailén-Miraflores hayan dejado bien clarito que no quieren un tranvía ni pintado y hasta los comercios hayan empezado su particular cruzada al respecto. Tanto De la Torre como la Consejería de Fomento han dejado caer que no van a hacer nada que los vecinos no quieran, pero que, mientras tanto, y por si acaso, van a intentar hacerles cambiar de opinión. El alcalde, de hecho, empleó un término de significativas resonancias: habló de "persuadir" a los presuntos, lo que resulta altamente enternecedor. ¿Cómo lo hace un alcalde elegido democráticamente para persuadir a los ciudadanos hasta que acepten algo que nadie quiere? ¿Hasta qué altura va a enseñar la pierna? Es curioso, porque la Junta sí que se muestra en todo este embrollo más maquiavélicamente pragmática: se hace y punto, lo que vendría a suponer una traducción postmoderna de la idoneidad de que el príncipe destruya las ciudades díscolas antes de perder el tiempo en convencerlas. Pero Francisco De la Torre proviene de una escuela distinta, más paternalista y afectuosa, la que se decanta por atender las demandas de los vasallos y tomar nota en su moleskine. Luego, claro, bastará con que algún despistado diga que bueno, vale, o con la promesa de descuentos en los billetes a los moradores de Eugenio Gross, o con cualquier matización respecto a lo dicho y, por mucho que los vecinos sigan en sus trece, se terminará haciendo lo que se crea conveniente (algo cabo, quizá sería mejor apostar por el pragmatismo desde el principio). Por otra parte, hasta ahora no ha salido ningún concejal, que yo sepa, advirtiendo del riesgo de que los niños de la calle Mármoles mueran arrollados a los pies del tranvía. Pero es que no es lo mismo que muera un niño en Mármoles o en Blas de Lezo a que lo haga en la Alameda. Al igual que en la seguridad internacional, también hay que señalar aquí hipotéticos cadáveres de primera y de segunda. Quién sabe: a lo mejor los vecinos de Bailén-Miraflores se contentaban con más autobuses hasta la Avenida Gálvez Ginachero. Pero qué sabrán ellos.

De cualquier forma, he aquí que el alcalde se dispone a persuadirnos. Y esto sí que constituye todo un número. Dado que De la Torre quiere algo que los ciudadanos a los que se dispone conquistar tienen, lo justo es que éstos reclamen alguna contrapartida. De acuerdo, aceptemos el Metro en superficie hasta el Civil. Pero, ¿y si a cambio ganamos zonas verdes, que precisamente en esta parte de Málaga, la que se extiende desde la Avenida de Andalucía hasta el Arroyo de los Ángeles, brillan por su ausencia? ¿Qué tal un parquecito real, limpio y seguro, en el que pasear a gusto? Tampoco hay, que digamos, áreas de esparcimiento para los niños, equipamientos culturales más allá de alguna biblioteca municipal (una salita para teatro, conciertos, cine y exposiciones quedaría fetén), bancos en los que sentarse, lugares a cubierto en los que reunirse, instalaciones deportivas medianamente decentes ni otros servicios razonables, por no hablar de la suciedad habitual en el barrio. ¿Y si se pusieran en marcha planes para impulsar el comercio, ayudas a los alquileres y la peatonalización de algunas calles? Por no hablar de una mayor atención a los colegios del distrito, que para algo tiene el Ayuntamiento servicios educativos. Para persuadir hay que mojarse. Palmaditas en la espalda hay de sobra.

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