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El algoritmo que todo lo ve

  • El profesor de la Universidad de Málaga Ezequiel López Rubio dirige un proyecto que incorpora visión inteligente a la videovigilancia para alertar de eventos sospechosos.

La videovigilancia de calles y espacios públicos llegó como el no va más. Londres, por ejemplo, invirtió más de 120 millones de libras a mediados de los 90 para poner cámaras en la práctica totalidad de sus calles. Salvando las distancias, el Ayuntamiento de Málaga ha hecho lo que ha podido: en 2007 destinó 269.449 euros para colocar 17 aparatos en el centro histórico y anunció 652.600 euros más hasta completar el despliegue de 52 equipos, mientras que hace unos días sacó a concurso la primera fase de videovigilancia de los polígonos industriales.

Confiar la seguridad a la tecnología ha sido durante décadas un gancho electoral irresistible porque tenía la virtud añadida de satisfacer las inquietudes ciudadanas. Sin embargo, no todo el monte fue orégano. Gran parte de las cámaras de Londres no estaban operativas el año pasado, según publicó la BBC, y en Málaga, apenas un año después de activarse la primera fase de la videovigilancia, se descubrió que solo había alguien detrás de los monitores durante 12 de las 24 horas del día. La realidad se ha impuesto: controlar las pantallas es caro y, además, exige una atención permanente que juega a la contra de la naturaleza humana. Decenas de películas de diverso pelaje le han sacado a este déficit todo el jugo posible con robos, asaltos y diversos delitos ocurridos justamente mientras los vigilantes levantaban la vista, ya fuese para dar cuenta del bocadillo o para ir al baño. Por tanto, aquella fórmula que parecía tan eficaz como barata no parece haber colmado las expectativas.

Esto no significa que la videovigilancia haya tocado fin. Apunta más bien a un nuevo escenario. Ezequiel López Rubio, profesor de la Escuela de Informática de la Universidad de Málaga, es investigador principal en dos proyectos que buscan, precisamente, mejorar y afinar las prestaciones de la videovigilancia. Al frente de un equipo conformado por una decena de personas, pertenecientes al grupo Inteligencia Computacional y Análisis de Imágenes, que dirige el catedrático José Muñoz, desarrolla un algoritmo capaz de detectar actividades anómalas en las imágenes grabadas por cámaras PTZ.

La solución analiza qué ocurre en una escena y detecta todo lo que se sale de lo previsible: una maleta abandonada en un pasillo, carreras en direcciones inesperadas, congregaciones inopinadas, movimientos bruscos... "Ahora tenemos la ventaja de que el hardware es barato, pero un humano no puede vigilar constante y permanentemente todas las imágenes, es necesario que el sistema le filtre y señale todo aquello que pueda resultar anómalo", explica. Otro punto a favor lo aportan los equipos actuales que pueden girar tanto a izquierda y derecha, como hacia arriba y abajo, además de hacer zoom en cualquiera de estas direcciones.

Esto significa que ante una advertencia del sistema, la persona que se ocupa de los monitores puede inmediatamente determinar qué ocurre, con un grado de precisión en la imagen que no existía hace poco. "Ahora se puede enfocar una cara perfectamente a 50 metros de distancia".

El investigador reconoce que la fórmula puede generar falsos positivos. Es decir, detectar anomalías que realmente no lo son, pero le resta importancia. Defiende que lo realmente significativo es que no haya falsos negativos, o sea, que se escapen al control comportamientos o acontecimientos.

El método para hallar este algoritmo reside en "grabar durante mucho tiempo una escena, registrar los objetos habituales y sus trayectorias". Da igual que se trate de personas andando por el andén de un metro o niños jugando en un parque. López Rubio matiza que se trata de una investigación básica a través de la que se llega a una solución general. A partir de ahí, se podrán desarrollar aplicaciones específicas para escenarios diferentes. En cualquier caso, cuanto mayor sea el control que existe sobre el contexto que se somete a videovigilancia, mayor será el rendimiento de esta aplicación, porque no es lo mismo un parque con múltiples variables incontrolables que comprenden desde las condiciones meteorológicas y la luz, hasta la diversidad de personas y objetos que lo pueblan con movimientos imprevisibles, a la previsibilidad que ofrece, por ejemplo, el pasillo de una estación de tren.

El grupo comenzó esta investigación en enero de 2015 y deberán concluir en diciembre de 2018. Cuando inició el proyecto ya trabajaba en otro proyecto complementario financiado por la Junta de Andalucía que tiene el propósito de eliminar o al menos reducir el "ruido" visual de las imágenes procedentes de las cámaras. Pretende evitar la neblina de la grabación, pequeñas imperfecciones casi imperceptibles al ojo humano pero que están ahí y perjudican la visión artificial o evitar que el equipo confunda un objeto simplemente porque cambia la luminosidad del lugar.

Trayectoria precoz, no exenta de sobresaltos

Ezequiel López Rubio está vinculado a la Escuela de Informática de Málaga desde su primer día como estudiante universitario. Empezó la carrera con la incertidumbre que le dejó su inesperado tropiezo en la Selectividad. "Saqué un 6 en Matemáticas. Ha sido la peor nota que jamás he tenido en Matemáticas, y un 4 en Filosofía". Pero aquello fue solo una anécdota. Su expediente le valió ser con 23 años profesor ayudante, con 27 aprobó el examen de habilitación nacional y antes de los 30 era profesor titular. Los proyectos que lidera involucran a 10 personas, entre ellos los doctorandos Miguel Ángel Molina y Karl Thurnhofer Hamsi, así como a Esteban Palomo, doctor por la UMA desde 2013, aunque en 2015 y ante la falta de oportunidades en el sistema español hizo la maleta para irse a la Universidad Yachay Tech, en Ecuador.

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