El prisma

Cortés, la cabeza necesaria

  • Anclado en el concepto 'absolutista' de sus mayorías, ahora, en minoría, a Francisco de la Torre le suenan las costuras cuando se ve obligado a buscar el consenso por medio de la palabra.

AHORA sí que sí, el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, se echa en brazos de Ciudadanos. Por más que pudiera asumirse desde la noche electoral del 24 de mayo de 2015, el estado de debilidad en la que iba a gobernar el veterano regidor, la situación se le ha complicado más de lo imaginable. Al punto de que ha acabado por cortarle la cabeza a Mario Cortés, en quien durante tres años y medio había confiado las tareas de portavoz en la Casona del Parque, ya sea por invitación de facto o tácita de su socio de investidura.

El aún concejal de Nuevas Tecnologías resultaba particularmente molesto al partido naranja y, en especial, a su portavoz, Juan Cassá. Bien es cierto que Cortés no ha ayudado en lo que llevamos de mandato a dulcificar un necesario acercamiento con el grupo que, de manera imprescindible, necesita el PP para avanzar, al menos, en los grandes asuntos de la ciudad. Entre otras pullas, el hasta hace poco número dos municipal, llegó a reclamar a C's que si quería influir más en el equipo de gobierno debía "meterse más en el equipo de gobierno". "Para gobernar hay que ganar unas elecciones y no unirse a la oposición para presentar mociones", le llegó a espetar.

"El problema que tiene mi socio de investidura es que está en campaña electoral permanente, siempre pensando en qué efecto tendrá en las siguientes elecciones cualquier decisión que tome aquí (…) Les gusta mantenerse en un terreno ambigüo y eso da alas a la oposición. ¿Por qué no lo hace? Porque eso implicaría decirle a los electores que estámás próximo al PP o al PSOE y como tiene el interés de mantenerse en medio, sacrifican proyectos", acusó nuevamente.

El duro carácter de Cortés era conocido ya por De la Torre cuando, seguramente muy a su pesar, decidió mantenerlo como portavoz una vez constituida la nueva Corporación. Por más que se venda el cambio como propio de la existencia ahora de un escenario distinto, en el que es más necesario un guión de consenso que de mano dura, la única realidad es que la salida de Cortés sólo es fruto de la incapacidad cierta del alcalde de adaptarse al nuevo tiempo político que le ha tocado. Anclado en el concepto absolutista de sus mayorías, ahora, en minoría, le suenan las costuras cuando se ve obligado a buscar el consenso por medio de la palabra. Por eso quien nunca antes delegó se ve ahora en la necesidad de buscar intermediarios. Y en ese papel Conde se ha mostrado como el más preparado.

La falta de costumbre le impide adoptar un papel más conciliador, imprescindible para superar lo que tiene por delante. En su mesa se acumulan proyectos, algunos pendientes de quedar liberados y de los que ha hecho bandera en sus muchos años de mandato, caso de la actuación sobre los antiguos suelos de Repsol; otros, aún no nacidos, pero en los que quiere asegurarse el aval suficiente para que su gestación sea cierta, como la actuación sobre la manzana de los antiguos cines Astoria y Victoria; la semipeatonalización de la Alameda Principal y, ahora, la millonaria inversión catarí en forma de hotel en el puerto.

Es ahora cuando el regidor empieza a entender que de no respetar los deseos de su socio Cassá más que gobernar los tres años que le restan de mandato, tendrá que sufrirlos. Cambiar a Cortés por Carlos Conde le permite, de un lado satisfacer a Ciudadanos, que llegó a ver al concejal de Economía como el sustituto natural del alcalde, y de otro, minimizar la siempre alargada sombra que genera la dirección del PP y su presidente, Elías Bendodo. Porque tanto el edil destituido como el edil ascendido son de la plena confianza del presidente de la Diputación.

El coste-beneficio de una siempre traumática operación de este calado le sale rentable al regidor, que se mantiene firme en su idea de agotar hasta el último segundo del último día de lo que le resta en el mando. El riesgo que corre el PP es que la estrategia perjeñada por el alcalde de condicionar su gestión al designio de la que fue la cuarta fuerza más votada en las urnas siga alimentando las expectativas de Ciudadanos y agrandando su capacidad para hacerse notar.

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