Málaga

60 años Historias de Málaga subido a un autobús

  • Tres ex trabajadores de la empresa malagueña de transporte relatan cómo era la compañía en sus orígenes y cómo el autocar acabó por implantarse en un espacio dominado por el tranvía

La Empresa Malagueña de Transportes (EMT) cumple 60 años, seis décadas que reflejan la historia misma de Málaga, de su avance, de su renovación, de su ampliación, de su modernización. Y todo ello subido en un autobús. O mejor dicho, en miles. Porque el sesenta cumpleaños de esta compañía es el aniversario de una ciudad que dijo adiós al tranvía eléctrico, tan añorado por algunos, para hacer del autobús el vehículo de referencia para el transporte de viajeros; de una capital que de contar con sólo tres grandes trayectos, desde el centro hacia el este, el oeste y el norte, dispone ya de 49 itinerarios.

Todo crece en el transcurso de estos años, pero el recuerdo de los orígenes de la EMT se mantiene intacto en la memoria y la vivencia de muchos que dedicaron su quehacer al mantenimiento de los autobuses, a su conducción, al cobro de billetes... Son testigos directos, cuyos testimonios relatan la continua transformación de una empresa que, a finales de 1949 tenía por nombre Servicio Municipal de Transporte Urbano (SMTU). Algunos de estos hombres son Luis Martínez de Tejada, José Luis Guerrero Gámez y José Miguel Jurado Martínez, trabajadores ya jubilados que como bien los define Cayetano Benzo, responsable de Comunicación de la EMT, "son tres enciclopedias vivientes". Dan testimonio de lo que era más de lo que hoy es, conocedores de las tripas de una compañía que ha sabido evolucionar con los nuevos tiempos.

En alguno de los casos, sus genes están marcados con el mismo ADN de la empresa transportes de Málaga. Desde el mismo nacimiento, en las cocheras que la entonces sociedad de tranvías tenía en calle Maestranza, junto a La Malagueta, Luis Martínez de Tejada, sabe bien lo que es el olor a taller, que lo ha acompañado durante medio siglo.

"En la cochera tuve mi niñez y mi crianza, hasta que con 14 años empecé a trabajar en el taller, allá por 1947", cuenta. Y desde ese día hasta 1997, cuando se jubiló. Ahora, en la distancia corta, sienta cátedra sobre las raíces de la EMT. "Es verdad que cuando el tranvía desaparece, la gente lo echaba de menos, pero cuando vieron entrar los autobuses se dieron cuenta de las mejoras que eso suponía", comenta.

Luis vivió el salto del transporte en la capital, del tranvía al autobús, cuando no había tarjetas sin contacto para pagar, sino que era el conocido cobrador el que pasaba recorriendo el autobús para que cada viajero abonase el trayecto. "Lo que tenía mucho mérito era el cobrador en los tranvías, con una cartera colgada, con cuatro puertas abiertas, con precios diferentes en función de si uno iba de la Alameda a la Malagueta, al 18 de julio... Y que no se le escapase nadie", rememora.

Esta figura se mantuvo hasta el año 1976, cuando por orden del entonces gerente se impuso a los conductores cobrar también a los usuarios. La medida no resultó fácil para muchos, especialmente para los más veteranos, acostumbrados a otra dinámica de trabajo. José Miguel Jurado fue uno de los trabajadores que ejerció esta labor. Treinta y cinco años a sus espaldas en el transporte urbano le acreditan como testigo. "Me crié en la cochera de La Malagueta, porque mi padre trabajaba allí. Perdió una pierna en un tranvía y lo colocaron allí", apunta. Como otros, él entró limpiando coches, para después pasar a cobrar los billetes y finalmente trabajar en recursos humanos.

"Hablamos de unos años en los que los coches llegaban a los talleres y los arreglaban con alambre, cuando el conductor tenía que tirar del freno de mano porque si no el asiento se le iba para un lado", explica, al tiempo que recuerda la escasez de espacio en los talleres. "Allí he visto yo a Cristóbal salir por una ventanilla para salir del autobús y meterse en otro porque al abrir la puerta no cabía". Una época en la que los conductores "llegaban a las 5:.00 de la mañana, encerraban a la 1:00 de la madrugada y se quedaban a dormir allí para sacar el coche al día siguiente".

Con el paso de los años, el entonces Servicio Municipal de Transporte Urbano, que no se convirtió en EMT hasta 1983, fue absorbiendo las compañías de autobuses que trabajaban en la capital y los municipios de la periferia, acogiendo, además, a sus empleados. Uno de ellos fue José Luis Guerrero Gámez, quien entró a conducir para los buses urbanos en 1982.

En su memoria, mucha de ella recogida en las numerosas fotografías que ha realizado, destaca una curiosa anécdota que le ocurrió cuando ya llevaba uno de los autocares urbanos y que viene a mostrar el uso que algunos hacían de los autobuses. "Parece que lo estoy viendo. Recuerdo a un niño, con 6 ó 7 años subiendo al autobús junto a su madre, en la parada de La Paz. Cuando llegamos al Parque, la gente se bajó y vi que el niño seguía sentado pero que ya no estaba la madre. Le pregunté por qué no había bajado con ella y me dijo que su madre le había dicho que se quedase hasta que ella llegase y que le fuese dando un billete por cada viaje que diese. Le pregunté donde había ido su madre y el niño me dijo que había quedado con una amiga para comprar ropa. Eso serían las seis de la tarde y cuando apareció la madre, a las nueve de la noche, el niño había dado ocho o nueve viajes conmigo".

Tres voces cualificadas para describir el deambular por el que ha transitado la empresa de transportes de Málaga en los últimos sesenta años, periplo en el que ha pasado de tener 304 trabajadores, 37 tranvías y ningún autobús, a disponer ahora de 900 operarios y una flota de 250 vehículos; en el que del cobrador se ha pasado a la tarjeta inteligente y al pago por teléfono móvil. Un camino que ha recorrido en paralelo a la ciudad.

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