Copa del rey

Con un escudo a San Mamés (0-0)

  • Un partido cerrado y rebosante de tensión permite al Málaga ir a Bilbao con la plusvalía del valor doble de los goles y la meta intacta. El equipo fue incapaz de conectar un tiro a puerta.

Bajo la magia de la Copa y la histórica posibilidad de meterse en las semifinales de la competición por segunda vez en la historia, la ida ante el Athletic dejó toneladas de miedo y aburrimiento por parte de los dos equipos. Pero eso es lo que bufará el espectador de Soria o Cuenca. Lo verdaderamente importante para el Málaga es que se llevará a San Mamés un buen escudo, el que le supone haber dejado la puerta a cero. Siempre habría sido mejor añadir algún que otro gol a favor, pero atrás quedan los tiempos en que se lamentaban estos resultados para el equipo de casa. A favor están la plusvalía de los goles a domicilio y esa duda que puede generar al Athletic saber que un tanto en contra puede más que uno a favor.

De hecho, no hubo más que ver cómo el avance del tiempo en La  Rosaleda acercaba más el miedo de un gol de los vascos. Dentro de un choque inundado de respeto, con mal fútbol por parte de ambos equipos y un claro refuerzo de la defensa, ambos cambiaron los ataques por tirar alguna moneda al aire, y de lejos.

Sería una temeridad quedarse con el reduccionista argumento de que el Athletic anda mal en San Mamés. Es cierto, pero por cada calle del Botxo se mascan recuerdos de noches históricas en su estadio con remontadas, goles y gestas. No la necesitan los de Valverde, a los que les vale ganar por un tanto para pasar a semifinales. En ese indescifrable punto entre la inseguridad del Athletic en casa y el fuerte respaldo de su historia copera, se abre una grieta psicológica que marca el camino para los de Gracia.

En esta suerte de partidos se masca lo que hay en juego. Entregas fáciles marradas, exceso de celo en defensa, pocos acercamientos al área y menos remates aún. Los equipos suelen pensar que tiene mayor futuro el que menos errores cometa y eso reduce sensiblemente la valentía en el juego. O ni siquiera eso. Porque ya se conoce la tónica del Athletic, un equipo que a base de tropiezos y expectativas no satisfechas se ha ido apocando hasta hacerse un equipo del montón. Al Málaga se la aprecia claramente en una curva descendente. Física o consecuencia de la erosión por las bajas.

La primera parte sirvió sólo para constatar el frío que hacía. Los vascos lo intentaron con disparos lejanos que casi siempre se toparon con cuerpos blanquiazules. El único que no se estrelló allí fue Ibai, quien sin embargo se topó con un buen guante de Ochoa en la escuadra. Herrerín tuvo que salir a por algún balón en largo, pero no hizo ninguna parada. El Málaga no tenía buenos socios para sacar el balón; para colmo, Recio y Juanpi estuvieron demasiado imprecisos en la creación. Demasiado peaje como para aspirar a llevar algún balón serio a Amrabat.

Este Athletic es difícil de reconocer. Ni siquiera se le atisba el miedo aéreo. Con Muniain, Ibai, Unai y Williams, colgar balones parecía una insensatez. A medida que el empate sin goles iba haciéndose bueno, Gracia no quiso riesgos. Se avistaba alguna grieta y sus jugadores eran presa de una peligrosa mezcla de cansancio y ansiedad. Por ello quitó a Juanpi y fortificó con Tissone. Valverde tiró de Aduriz ya en el tramo final, casi sin tiempo para nada. Seguro que ambos técnicos se acostaron celebrando el cero en su marcador. El más valiente será el que se lleve el gato al agua dentro de una semana.

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