Málaga, ayer y hoy

El camino que siguió el vino de Málaga

  • La vieja vía medieval que cruzaba Los Montes se terminó convirtiendo en la carretera que unía con Granada y sus laderas se llenaron de vides

Una reata de mulas desciende hacia Málaga por un camino amplio pero aún sin asfaltar. La carretera discurre por la cresta de la divisoria de aguas, flanqueado por árboles jóvenes, de tallo fino, plantados hace poco, e hileras de chumberas, planta empleada habitualmente para marcar las lindes de las fincas. Las bestias, que están ya muy cerca de la ciudad, parecen cargar leña, y no se cruzan con ningún vehículo. A la izquierda queda el valle del Guadalmedina, mientras que la carretera asciende sinuosa hacia la Fuente de la Reina, punto más alto en su recorrido hasta Colmenar, primer pueblo del itinerario que llega hasta Granada. Este viejo camino medieval fue cobrando importancia con el nacimiento del pueblo de Colmenar y con la proliferación de lagares dedicados a la producción de vino. A finales del siglo XVIII se potenció esta ruta a través de Colmenar y Loja para llegar a Granada, frente a la tradicional ruta de Vélez-Málaga, Zafarraya y Alhama. Este camino a través de Colmenar, que no vadeaba ríos ni necesitaba de puentes, comenzó a construirse en 1799 y en 1831, cuando aún no estaba terminado, fue declarado carretera general de reino como parte de la carretera que unía Málaga con Granada y Bailén. Así, el historiador Víctor Heredia explicó que la vieja vereda de los Montes acabó convirtiéndose en la principal vía de comunicación terrestre de la ciudad con el interior, por encima de los tradicionales caminos de Antequera y Vélez

Por la misma circularon diligencias y reatas de bestias cargadas de vino, muchos de los viajeros románticos extranjeros que llegaban o salían de Málaga, e incluso la columna de los soldados italianos en febrero de 1937. Así fue hasta que en 1973 se inauguró la carretera de nuevo acceso, que se trazó por el valle del Guadalmedina, sobre el cauce del río, y que hoy ya es una autovía . Las laderas aparecen peladas, sin árboles apenas y aparentemente sin cultivar. La foto corresponde a un momento de transición, entre finales del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, cuando los Montes de Málaga dejaron de ser la principal zona vitivinícola de la provincia, después de la plaga de la temida filoxera, que apareció en estas tierras en 1878, y las fincas, medianas y grandes, se utilizaron como residencias de veraneo, para mantener rebaños de cabras que abastecían a la ciudad de leche, y para algunos cultivos arbóreos marginales como el almendro, el olivo y, en las partes más elevadas, el alcornoque y la encina.

Según el experto, aunque los musulmanes ya pusieron algunas de estas difíciles tierras en explotación, fueron los cristianos los que roturaron masivamente las laderas de los Montes entre los siglos XVI y XVII para plantar vides. De los cientos de lagares, nombre de las casas rurales y de las instalaciones de transformación de la uva en vino, de la zona se llevaba el fruto de la vid hasta el puerto de Málaga, donde era preparado para ser enviado a los países del norte de Europa. Esta economía de media montaña, de tradición vinícola, mantuvo durante varios siglos las tierras cultivadas y a miles de personas trabajando en ellas.

l los efectos de la erosión Los efectos de las lluvias torrenciales sobre las fuertes pendientes desprovistas de protección vegetal en la zona del Camino de Colmenar dieron lugar a un fenómeno de erosión que derivó en periódicas y catastróficas inundaciones que asolaron la ciudad. Las soluciones que se plantearon siempre actuaban sobre el cauce urbano del río Guadalmedina, cuando el verdadero problema estaba en las cuencas altas de los arroyos que lo alimentaban. La gran inundación de 1907 dio paso a un proyecto que contempló el encauzamiento del río a su paso por la ciudad, la construcción de una presa de retención, la del Agujero, y, cuando se vio que las anteriores soluciones no eran definitivas, la repoblación forestal de parte de la cuenca del Guadalmedina. A partir de 1927 comenzó el proceso y las expropiaciones, que afectaron a más de 4.700 hectáreas, propiciaron la plantación de millones de pinos carrascos que en pocas décadas generaron una potente y a la vez frágil masa forestal que se convirtió en espacio de ocio y pulmón de la ciudad. En 1989 este espacio fue declarado parque natural de los Montes de Málaga.

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