mapa de músicas

Temporada de ruidos

  • El verano nos trajo algunas estupendas bandas sonoras, entre ellas las de 'Under the Skin' (Mica Levi), 'Sólo los amantes sobreviven' (Jarmusch y SQÜRL) o 'Las dos caras de enero' (Iglesias)

Quizás porque la música de cine tiende a sonar y a parecerse inevitable a otras músicas de cine, algunas heterodoxias y salidas de tono dentro del género suponen todo un estímulo para aquellos que aún pensamos que hay vida músico-visual más allá de los clichés del sinfonismo orquestal posromántico y del mickey mousing ajustado con calzador a las imágenes, los temas o las situaciones narrativas recurrentes.

Si la temporada estival nos trae algún descubrimiento auténtico y poderoso, ése es el score de Mica Levi para el que ya es todo un filme de culto, Under the Skin, de Jonathan Glazer, revisión posmoderna de El hombre que vino de las estrellas, cruce imposible entre Kubrick, Bergman, Tarkovski y Loach protagonizado por una desglamourizada Scarlett Johansson en la piel de una alienígena hambrienta y perdida entre la working class escocesa.

Si la película de Glazer levanta una nueva y seductora iconografía para los viejos motivos del cine de ciencia-ficción, la música que lo acompaña, pura materia sonora contemporánea y experimental, mezcla de elementos orgánicos, ritmos tribales y texturas y atmósferas sintéticas, irrumpe sobre las imágenes como una turbadora presencia extraña capaz de alterar y cortocircuitar toda posibilidad de identificación con el por otro lado imprevisible periplo humanoide de nuestra protagonista.

Firmada por Mica Levi, compositora de conservatorio pero también figura activa del indie británico bajo el nombre artístico de Micachu, la música de Under the skin (Milan Records) se mete en los oídos como un zumbido constante, como un ruido pautado, arcano, primitivo e indescifrable que convierte la experiencia fílmica en un auténtico viaje sensorial no especialmente complaciente con el espectador-oyente aunque sí, de eso se trata, repleto de sugestiones que contaminan la imagen y el relato hasta hacerlos literalmente indisociables de su banda sonora.

Muy cercana en nuevos caminos de interacción creativa situaríamos también la música compuesta por Jim Jarmush y la banda ocasional SQÜRL junto a Josef van Wissem para su espléndida Sólo los amantes sobreviven (ATP Recordings), actualización del mito vampírico con el sello lacónico y minimal marca de la casa del realizador de Flores rotas. Bajo el pretexto de un relato que atraviesa el tiempo de la Historia y un vampiro protagonista músico y compositor, Jarmusch y el laudista holandés tejen un denso tapiz sonoro de naturaleza eléctrica y espíritu post-rock que se alza como personaje propio en el seno del filme más allá de sus usos dramáticos para acompañar y acompasar algunos viajes nocturnos por una ciudad de Detroit en ruinas o por los callejones laberínticos de la kasbah de Tánger, donde se puede oír también la seductora voz de Yasmine Hamdan cantando la hermosa canción Hal.

Otro de nuestros compositores de referencia, el norteamericano Cliff Martinez, hacía doblete discográfico este verano. Sus bandas sonoras para la serie de televisión The Knick y el documental My life directed by Nicolas Winding Refn (ambas en Milan Records) suman nuevos jalones en su indagación en la electrónica atmosférica como estilo que ha creado escuela entre los más jóvenes compositores que trabajan hoy para cierto cine apegado al presente, como si sus texturas y ritmos sintetizados tradujeran el latido de la contemporaneidad eminentemente urbana. El único problema, bendito problema, con Martinez, es que su trabajo, más de carácter armónico y tímbrico que melódico, hace que no siempre podamos distinguir con claridad los matices entre un filme y otro. Poco nos importa.

Con el verano llegaba también un soundtrack más convencional pero indudablemente hermoso, como todos los que suele firmar Alberto Iglesias. Más allá de sus colaboraciones con Almodóvar, el donostiarra parece instalado desde hace tiempo en el peligroso terreno de las producciones europeas de calidad para el mercado internacional, en las que se le suele reclamar ese toque de color étnico propio de la world music integrado dentro de su reconocible, moderna y elegante escritura orquestal. Es el caso de Las dos caras de enero (Quartet Records), en la que se sirve de instrumentos, timbres y modos griegos para ser musicalmente fiel a la ambientación de un thriller que da siempre la sensación de quedarse por debajo de la intensidad dramática de su score.

Más allá de esta selección, siempre personal y caprichosa, en el apartado de blockbusters veraniegos triunfaba sin discusión el trabajo sinfónico de Michael Giacchino para El amanecer del planeta de los simios, donde el angelino sigue sacando petróleo a los motivos temáticos sencillos, mientras que también han sido destacables las bandas sonoras de Dickon Hinchliffe para Locke, la hermosa música de Joe Hishaisi para la esperada cinta de animación de Isao Takahata The tale of the princesa Kaguya, la selección de canciones pop-rock de la última década para la maravillosa Boyhood de Linklater o el disco de ambientes electrónicos e inspiración cinematográfica (de Ozu a Erice) de Brian Reitzell titulado Auto Music.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios