Cultura

Visitas 'picassianas'

Hace unos días, el director artístico del Museo Picasso Málaga, José Lebrero, presentaba Museo invitado, un nuevo programa consistente en la incorporación a la exposición de la colección, durante un corto periodo, de una obra picassiana procedente de otra institución. Intuimos que esta iniciativa responde principalmente a dos frentes que el museo malagueño ha intentado potenciar desde la llegada de Lebrero al frente del mismo: internacionalizar el centro mediante la colaboración con otros de relevancia mundial y, por otro, intentar dinamizar la presentación de los fondos de la colección, al tiempo que fidelizar al público, en este caso local, con continuas variaciones que inviten a la asistencia regular al museo al margen del reclamo de las muestras temporales.

Esta primera invitación ha sido cursada al Museo de Málaga, imaginamos que, al margen de la idoneidad de la pieza seleccionada, por motivos de cortesía, aunque, en cierto modo, tal familiaridad y cercanía pueden hacer perder la posible expectación que pudiera originar la llegada como reclamo de la pieza invitada. Cabeza de mosquetero (1968), la elegida, se ha contextualizado con otras del último Picasso, periodo bien representado en la colección, sumando ciertas particularidades al conjunto: su rostro como metáfora de la genitalidad masculina, aspecto habitual del Picasso surrealista, cuestión que en este momento (años sesenta y setenta) se manifiesta generalmente en la aparición de objetos fálicos (espadas, pipas y pinceles); o la basculación entre la cita al barroco español y la paráfrasis a su admiradísimo Rembrandt y sus personajes, de ahí el título de mosquetero. Aspectos que se unen a lo expresionista y a la untuosidad y sensualidad de la materia de este último Picasso, conocido como el viejo salvaje.

Que esta iniciativa pueda convertirse en un acierto, más allá de las tramas de relaciones intermuseísticas que proporcione, dependerá de que las piezas invitadas consigan algo más que acumular evidencias, redundar lenguajes o insistir en iconotipos. La cuestión no debería ser únicamente añadir un picasso y un lazo de amistad -¿qué motiva qué?-, sino que ese picasso pudiera arrojar luz, sumar lecturas o enriquecer algunos aspectos de lo expuesto. Cuestiones absolutamente deseables que se antojan demasiado ambiciosas con tan limitada invitación. Aun así habrá que esperar.

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