Cultura

Psique y violencia, de Oriente a Occidente

  • Spike Lee firma el 'remake' de 'Oldboy', del coreano Park Chan-Wook

Hace unos cinco años, Steven Spielberg andaba detrás del remake de una película coreana que acabó abandonando a finales de 2009. La susodicha cinta era Oldboy, la considerada obra maestra del director Park Chan-Wook. Tras dos años de la suspensión del proyecto, el director Spike Lee (Malcolm X) se puso a los mandos de este trabajo.

Aquél que desee ver Oldboy se dará de bruces con un lienzo mal acabado, de amplios y supuestamente bellísimos planos vacíos de sustancia, y que suponen un somnífero para el que empieza a suspirar hastiado viendo lo que le queda por aguantar. De hecho, el manierismo de Chan-Wook es uno de los principales culpables de que su obra se vea como un ejercicio demasiado abstracto. Sympathy for Mr. Vengeance, la mejor película del coreano, ahonda en la carga emocional de sus secuencias, exprime su significado y se digiere, en su totalidad, tal y cómo se lo propone. Allí, donde un sordomudo trabaja en una fundición, obedeciendo a los cambios de turno según los vagos movimientos de sus compañeros, se aprecia que el letargo visual con el que Chan-Wook pretende ensayar sobre el detalle, y que con ello tiene realmente algo que contar. Que al protagonista las desgracias le caigan a pares hasta llegar al rídiculo (desde tener que buscar un riñón a su hermana, hasta perder uno de los suyos a manos de una banda dedicada al tráfico de órganos) es otro cantar, pero es innegable que la lírica visual del director funciona dentro de los márgenes de la belleza y lo eficaz. Con esta cinta, iniciaba la popular Trilogía de la venganza, compuesta tanto por la mencionada Oldboy como por Sympathy for Lady Vengeance. Pese al tono paródico del que rebosaba Sympathy for Mr... , se trataba de un relato durísimo, puramente emocional, incluso estando ahí la fuerte necesidad de Chan-Wook de colocar la cámara en los rincones más remotos del escenario. Sin embargo, Oldboy, que narraba la desgraciada existencia de un hombre encerrado durante quince años en una habitación, y que, de la noche a la mañana, es liberado junto a su sed de venganza, no consigue la amenidad durante sus cerca de dos horas de metraje.

Ello se debe a que el poderío visual del coreano se pierde intentando ahondar en una historia que no posee tantas lecturas como podría pretender. Se la ha podido elogiar por su tremendo análisis de la psique humana en todas sus facetas, pero visto en perspectiva, es el mismo cuento de la inconsciencia en la que viven las personas que se ha producido una y otra vez. A fin de cuentas, el antagonista del filme basa todas acciones en una negación practicamente física de los hechos que le hicieron actuar en consecuencia. Es esa indiferencia, esa apatía que reside en sus protagonistas, las que hacen de este cuento hiperviolento y sofisticado un vago intento por dotar de fuerza ciertos comportamientos con los que es imposible conectar, o ver una parte del ser humano reflejado en ellos. La cinta, originalmente basada en un manga publicado a finales de los 90, se recrea en secuencias que sólo podrían funcionar dentro de los límites que ofrece el mundo del cómic, pues ahí la voz en off y la belleza de las imágenes, por muy crudas que sean, le obligan a uno a descubrirse ante tan efectista armonía. El trabajo de Park Chan-Wook, que cuenta con un gran público, pretende hacerse escuchar con una banda sonora maravillosa, acicalada por tonos altísimos y preciosas melodías, pero falla en su intento a través de un relato imposible, de secuencias que harán llorar (de pena) a los adictos al hiperrealismo, y de planos que aletargan una cinta que durando un cuarto de hora sería igual de absurda.

Lo que pretende hacer Spike Lee, meticuloso realizador con muy buena mano para exaltar las ambiciones de sus personajes, para bien o para mal, no es sólo adaptar Oldboy a la idiosincrasia occidental, lo que incluye, claro, unos comportamientos exentos de la frialdad de la cinta de 2003; sino transportar la aunténtica esencia del cómic original a su proyecto, que constituye la solemnidad de la novela negra de los años 70. Por otro lado, revisar la endiosada Oldboy a través de un remake podría dejar alguna duda razonable con respecto a si se juzgó adecuadamente a la original en su momento, pues cuenta con una extensa lista de seguidores. Parte de su éxito pudo deberse a que se trata de un ejercicio visual no superior a la media, sino sencillamente distinto. Posee el reclamo de una ultraviolencia hoy muy (demasiado) llamativa, y una profundidad morbosa que lo es todavía más. Un cambio de aires con ínfulas de clasicismo narrativo que ha encontrado su público. Muy seguramente, su remake también lo hará.

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