Cultura

Un lenguaje posible para el mito

Ciclo de Danza. Teatro Echegaray. Fecha: 24 de septiembre. Compañía: La Phármaco. Coreografía: Luz Arcas. Intérpretes: Luz Arcas y Regina Navarro. Música: Laura Fernández, Mariano Peyrou y José Saqués. Dirección: Luz Arcas y Abraham Gragera. Aforo: Cerca de 300 personas (casi lleno).

En el proyecto presentado ayer en el Teatro Echegaray, la compañía La Phármaco, con Luz Arcas a la cabeza, propone una mirada a Sófocles a través de Edipo en Colono y Antígona. Y es una mirada comprensiva, si se quiere, en cuanto aspira a decir mediante la danza lo que el clásico no llegó a aclarar mediante la palabra. En gran medida, por tanto, la obra entraña una confluencia de lenguajes, un ir más allá del verbo en busca de una expresión capaz de nombrar emociones que no caben en el decir. De este modo, el Éxodo es un artefacto hecho de balbuceos, de formas a veces rudas, otras embrionarias, que buscan la articulación que le permita alumbrar aquello que quiere (debe) ser dicho. Y al final Sófocles termina siendo lo de menos, porque cuando se escarba en su silencio, lo que acontece es el mito: el intento primigenio de poner nombre a las cosas. Si en la tragedia pesan los silencios tanto como las sentencias, el protagonista aquí es ese silencio, la fisura que mucho antes escapó del ensamblaje del fuego y la tierra y, por tanto, de la sintaxis del mito que se hizo historia. La conclusión es reveladora: la danza se acerca con fidelidad a aquello que el primer nominador quiso enunciar mientras señalaba torpemente con el dedo. ¿Y si al final lo verdaderamente importante sólo pudiera decirse mediante el movimiento?

Éxodo: primer día propone así un proceso en ascensión, desde el silencio al logos. La música, hecha de canto, viento y percusión, se desplaza en el permanente equilibrio entre lo que es tal y no llega a serlo: el viento en la caña, el golpe tal vez fortuito del crótalo. Se trata de un montaje difícil que exige en consecuencia no poco de sí al espectador. Pero lo que recibe a cambio es enorme. La técnica es de una perfección abrumadora: el solo de Luz Arcas con el cayado es uno de los acontecimientos más hermosos que un servidor ha visto en un escenario. El viaje a la semilla se hace fecundo. Quedarse preñado es un gozo.

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