Cultura

La verbena del hijo pródigo

  • Javier Ojeda presentó ayer el espectáculo musical 'Barrio de la Paz', que llevará al Echegaray la semana que viene, con un concierto en la Plaza Mozart

El director de escena del espectáculo Barrio de la Paz, Sergio Rubio, lo explicó ayer a la perfección mientras los primeros valientes se atrevían a marcarse un agarrao: "Mira toda esta gente aquí, a las doce del mediodía, bailando, cantando, como si fuese algo tan normal, con toda la crisis y todo lo que está cayendo". La intención ayer era presentar el espectáculo musical Barrio de la Paz, una propuesta con formato mambópera que une a Javier Ojeda y la compañía teatral malagueña Caramala y que se representará del 27 de enero al 1 de febrero en el Teatro Echegaray dentro del Festival de Teatro, con un breve adelanto de dos temas en la mismísima Plaza Mozart, en el recinto reservado a las bandas de música; sin embargo, se armó una verbena matutina en la que el medio centenar de vecinos congregados recrearon, con absoluta espontaneidad, y de manera así de milagrosa, algunas de las escenas escritas por el propio Sergio Rubio para el teatro. Ojeda, que vivió su infancia en el mismo barrio ("Yo vivía en el bloque 3"), se subió a la tarima con los Hispano-Cubans que le acompañarán en el Echegaray (Daniel Amat, Yohany Suárez, Bárbaro Pimienta, Paco Vílchez y Roberto Cantero; sólo faltó el guitarrista Miguel Paredes) e interpretó algunos temas que formarán parte tanto de la mambópera como del próximo disco del cantante, que se titulará igualmente Barrio de la Paz (con el subtítulo Acto 1, lo que permite presagiar que habrá al menos una segunda parte). Las tres actrices de Caramala, Noemí Ruiz, Carmen Baquero y Virginia Muñoz, se mezclaron entre el respetable y se hicieron pasar por vecinas en una divertida performance servida cual entremés chisposo. Pero lo cierto es que los mismos vecinos representaron a la perfección su papel. La velada constituyó una ocasión de lujo para demostrar hasta qué punto la vida y el teatro se confunden a veces.

Un Javier Ojeda tan satisfecho como alucinado daba cuento del sortilegio: "Los vecinos están reproduciendo escenas de la obra tal cual. Hace poco ha venido una señora ha pedirme que le diera trabajo a su hijo, que canta muy bien. ¡Y eso sale en el texto de Sergio Rubio". Muy cerquita, una vecina comentaba a otra, que se negaba a aplaudir y que le parecía muy mal todo aquel sarao porque "mi niño está durmiendo después de haber pasado la noche trabajando y esta gente no le deja en paz". Ojeda y su grupo la emprendieron con Oiga, camarero (que el líder de Danza Invisible dedicó "a la gente del Niebla", para alborozo general) y continuaron con Carnaval toda la vida de Los Fabulosos Cadillacs. Y allí se arrimaron jubilados de gorra de paño, señoras vestidas con sudaderas del Decathlon y con carritos de la compra, algunos estudiantes, abuelos que paseaban a sus nietos y demás acólitos de un refrescante y reponedor baño de realidad. En La Paz la vida se sirve entera, sin atajos: nada mejor que una verbena para demostrarlo.

Pero también tuvo la actuación de ayer mucho de regreso del hijo pródigo. Ojeda recordó el tiempo en que se trasladó con sus padres al barrio, cuando apenas tenía él 7 años: "Veníamos de Ciudad Jardín, así que, para mis padres, la posibilidad de instalarse aquí significó una pequeña subida en el escalafón. Es curioso, porque la gente de La Luz y de Sixto nos veía a los de La Paz como los pijos de la zona". Ojeda recordó que muchos músicos malagueños viven o han vivido en el barrio, "en el que todas las calles tienen nombres de músicos", y hablaba orgulloso de su herencia. En la garita, Vengo de carnaval continuó la línea de Barrio de La Paz, con su contagioso cha-cha-chá y los sones afrocubanos a los que tanto ha dado Ojeda de sí mismo. Hacía frío, pero se diluyó enseguida. El cantante quiso calor y sabor y los tuvo a raudales. Con Baila conmigo debía haber terminado el asunto, pero nadie se movió de su sitio. El mismo Bárbaro Pimienta que había desatado a los demonios con las congas dio una clase magistral de cha-cha-chá. Y, de paso, más leña al fuego.

Mientras tanto, las Caramala sacaban a bailar al respetable. Carmen Baquero interpretaba a una periodista de la revista de la Asociación de Vecinos del barrio (sí, ella también vestía la misma sudadera del Decathlon); Noemí Ruiz a una rockera de Los Guindos que, litrona en mano, decidía contradecirse y liarse a mover las caderas; y Virginia Muñoz a una barrendera de Limasa muy sandunguera que recordaba, por si acaso, que luego le correspondería a ella dejarlo todo limpio una vez acabada la fiesta. Hasta la Miss Opticalia del barrio se paseó a gusto y repartió algunas bandas. La misma Asociación de Vecinos, que ha cedido estos días un local a Javier Ojeda y Caramala para los ensayos, entregó un trofeo al cantante en agradecimiento por promover así la imagen del barrio. Y es que la música recorta distancias a mayor velocidad que el Metro. Qué bueno es volver a casa de vez en cuando.

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