Cultura

Una promesa sin cumplir

  • El cantante madrileño Jairo Zavala actuó el pasado sábado en el programa de conciertos de verano en azoteas 'Live the Roof'

Lugar: Hotel Salles Málaga Centro. Fecha: sábado 30 de agosto. Formación: Jairo Zavala (guitarra y voz). Aforo: unas 100 personas. Lleno.

Cuenta Depedro que hay caminos que no tienen final. Que hay palomas que avisan a los marineros de que ya no habrá más puertos. Y que la memoria nunca se pierde: tiene hijos tan poderosos que pueden sorprendente en cualquier momento. Por eso hay que apostar por el presente. Estar ahí. Ser enérgico y entender que lo importante es lo que se vive ahora. Y ser sincero consigo mismo, real, directo. Bueno. Las cosas no se olvidan así porque sí, para lo bueno y para lo malo. Quizás por eso el músico de Carabanchel aprovechó cada segundo de un concierto que ofreció casi sin respirar. Unas cuantas palabras, unos buenos gestos y canción tras canción sin descanso. Y sin excesos.

Le faltó escenario a Depedro, el proyecto musical de Jairo Zavala. Tan grande él, tan enérgico, rítmico, que apenas podía moverse por el pequeño escenario de la terraza del hotel Sallés Málaga Centro donde actuó en la noche del pasado sábado. Se comió las tablas en apenas dos canciones, cuando contaba que era un hombre bueno y todo iba a salir bien. Quizás hubiera necesitado Jairo Zavala toda la azotea para desplegar lo que tiene dentro. Que es mucho. Una música descomunal y letras reivindicativas, positivas y esperanzadoras. Tan verdaderas que a veces se convierten en poesía.

Tiene mucha clase Depedro. Y dejó, sin duda, algunos de los mejores momentos del ciclo Live the Roof de este verano ante un público más soso de la cuenta. Resultó el músico un tipo agradable como pocos, admirable, de los que llegan con apenas unos acordes a lo más hondo. Con una música sabrosa, bien hecha, cercana. Pero también pareció incómodo durante toda la noche. El frenesí musical hizo que el concierto se esfumara en apenas un abrir y cerrar de ojos. Una horita de muy buena música. Y ya. Sobró noche y lo que prometía, se quedó en eso, apenas una promesa. Una lástima que no fuese a más. Esta vez, el camino sí tuvo final: para qué sirve un escenario si no hay músico en él.

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