Cultura

Perpetuidad de la tragedia

  • La 'Medea' que Atalaya recupera diez años después de su estreno abre esta semana la programación de clásicos del Teatro Romano de Málaga

La manera en que el siglo XXI ha venido a dar la razón a Eurípides no podría resultar más amarga. Los recientes acontecimientos en Gaza e Irak, con miles de niños masacrados a cuenta de las ambiciones asesinas desprovistas de escrúpulos, así como la persistencia del reclutamiento de menores como soldados en África, convierten la denuncia que el autor griego articuló en Medea en un asunto de plena actualidad. Hace diez años, Ricardo Iniesta, director de la compañía Atalaya, decidió arrojar luz a la materia con un montaje que revelaba las connotaciones presentes del mito sin miedo a llegar al fondo; aquella Medea, estrenada en el Festival de Mérida en 2004 y coproducida por el propio certamen extremeño (que justo entonces celebraba su edición número 50) y el Festival de Carnuntum en Viena, se convirtió en el más laureado de la agrupación sevillana, con cuatro premios en la Feria de Palma del Río y una gira que visitó 114 ciudades de siete países de Europa y Latinoamérica. El año pasado, Iniesta y los suyos decidieron recuperar Medea para participar en el programa Teatros Romanos de Andalucía de la Consejería de Cultura y, de esta manera, el montaje será el primero que podrá verse en el tramo malagueño de la segunda edición, con tres funciones del próximo jueves 4 al sábado 6 en el Teatro Romano de la capital. Silvia Garzón, Jerónimo Arenal, Raúl Vera, Marga Reyes, Joaquín Galán, Aurora Casado y María Martínez-López de Tejada completan el reparto de un trabajo cuya puesta en escena contiene los ingredientes esenciales de la estética de Atalaya: consideración coreógrafica del movimiento, sublimación de los objetos, iluminación expresionista y protagonismo esencial de la música.

Ya en 1996 había dado Ricardo Iniesta una muestra más que significativa de su modo de amar, comprender y rehacer los clásicos con Elektra, una mirada al texto de Sófocles tamizada con apuntes de Hugo von Hofmannsthal y Heiner Müller. Semejante propuesta resultaba, aún a aquellas alturas, altamente distinta en una España marcada a fuego por la arqueología proverbial de José Tamayo y discípulos aventajados como José Carlos Plaza. Pero Iniesta, después de partirse la cara en la disidencia teatral en Madrid y antes de trasladarse a Sevilla para fundar Atalaya hace ya treinta años, había ampliado su formación en el Berliner Ensemble, y la atención al magisterio afilado y rabioso de un Heiner Müller que decidió parir una nueva dramaturgia, grotesca y brutal, de acuerdo con el fin de la Historia, resultaba, en todo caso, consecuente y certera. Medea, subtitulada La extranjera en una estrategia cargada de razones nació así en 2004 a partir de los textos de Eurípides, Séneca, Müller y otros acólitos como Grillparzer, Pasolini y Apolonio de Rodas, hilados por la sabiduría dramatúrgica de Carlos Iniesta, fallecido hace ya seis años y a quien el nuevo montaje rinde honores merecidos.

La Medea de Atalaya obedece al mito y asesina a sus propios hijos por el despecho al que la somete Jasón, una vez recuperado el Vellocino de Oro y después de que la protagonista decidiera abandonar la casa de su padre en la Cólquide para marchar junto al hombre que le había traicionado. Pero la versión, tal y como recuerda el propio Ricardo Iniesta, habla, "por encima del amor entre Jasón y Medea, de la colonización de unas culturas sobre otras. Hemos representado la obra en Hispanoamérica, y allí veíamos que los personajes podían haber sido un Jasón español y una Medea boliviana, andina o caribeña. Lo grande de los mitos es la universalidad". Otra de las singularidades de esta relectura es la utilización de cuatro intérpretes para el mismo personaje, una decisión amparada por la cantidad de actrices ("buenísimas", subraya Iniesta) que militan en las filas de Atalaya y que se traduce en la encarnación de Medea en los cuatro elementos fundamentales: tierra, fuego, agua y viento.

Con respecto a la música, el espectáculo viaja hasta las raíces del canto dramático con un repertorio de sonoridades tradicionales que abarca desde Asia hasta los Balcanes pasando por África, con la colaboración de los maestros Esperanza Abad (coros), Kalamandalam (kathakali), Jordi Cortés (coreografía), Susanne Vill (voces) y Doreen Thobekile (canto zulú). Iniesta señala al respecto que este recorrido "crea un ambiente telúrico, mágico", mientras Silvia Garzón, una de las actrices que interpretan a Medea, apunta que la unión del coro de las tragedias griegas "nos define, está muy presente en nosotros y nos permite trabajar muy unidos". El director, además, recuerda que fue Medea, la extranjera la obra que confirió más visibilidad a Atalaya fuera de Andalucía: "Después del estreno en Mérida la obra estuvo en el Teatro Español, y todo esto contribuyó a que nos dieran el Premio Nacional de Teatro". Mientras la compañía prepara su nuevo proyecto, una lectura del Marat-Sade de Weiss que se estrenará el año que viene en Valladolid, su Medea pisa la piedra del Teatro Romano para perpetuar su sacrificio.

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