Cultura

Estrella Morente en Brasil

  • La cantaora granadina publica un disco a dúo con el guitarrista Niño Josele producido por Fernando Trueba con personales versiones de 16 clásicos del samba, la 'bossa nova' o el choro

Puesto que la idea, muy certera, es apostar por el intimismo, se ha elegido un repertorio intimista. Si tenemos una voz maravillosa y una guitarra fenomenal, ¿para qué más? Dentro de los universos que se suceden en la música brasileña, desde la poética protesta de Buarque al desenfado más dionisíaco del carnaval de Río, se ha optado por el intimismo. El disco es de una serenidad apabullante. En la que tiene un enorme protagonismo, claro está, la nostalgia. La música brasilera está dentro de nosotros, nos habla de nuestro pasado, de nuestra infancia. Claro que en Brasil caben todas las músicas, todos los universos, todos los estados de ánimo. La banda sonora de Orfeo negro fue, para muchos de nosotros el primer contacto con ese continente musical que se llama Brasil. Sin saberlo, desde nuestra adolescencia el samba y la bossa moraban en nuestro interior. Porque Brasil es un continente musical y el flamenco forma parte de este mapa sonoro también: recordemos las aventuras brasileras de Carmencita, de las que ya hemos hablado aquí, por irnos al pasado más remoto.

Por eso, aficionados de varias generaciones estamos infinitamente agradecidos a Marcel Camus que nos dio a conocer, sin acreditar, eso sí, a Vinícius, Jobim y Elizeth Cardoso. Por eso el disco se abre, con toda lógica, con Manha de Carnaval, incluida en la banda sonora de la película. Por eso no puedo estar de acuerdo en que lo único perdurable de este filme es la música, como afirma Trueba en los créditos de esta obra. Desde luego que no es una película sobre la realidad de Rio sino una europea fantasía brasilera. Fantasía es, precisamente, el nombre que se le da en Brasil al disfraz de carnaval, nombre tan certero como poético que aprendí en Felicidade uno de los números más populares del filme. No obstante, Trueba ha seleccionado para este disco el tema más sentimental de la película, Manha de carnaval que Estrella hace con un intimismo y una sobriedad maravillosa: lo dicho, si tenemos dos pedazo de intérpretes, para qué más. Ni la letra hace falta. Un viaje a la infancia de la música brasileña, donde no existe la muerte y el dolor, sólo la fantasía. Entre las versiones anteriores de esta obra, los créditos olvidan a de Paco de Lucía.

En O amor en paz Morente dialoga con las grandes divas brasileras, desde Elis a Gal Costa, pasando por Bethania o María Creuza. Eso sí, con la dicción flamenca. Y eso por una sola razón: el dúo que firma la pieza es, después de Lennon y McCartney, el más importante de la música popular. Hablamos del poeta Vinícius de Moraes y del músico Antonio Carlos Jobim. Sólo podemos añadir que el aeropuerto internacional de Río se llama como este último y que el primero es, sin duda, el escritor más popular de Brasil, aunque también fue, según propia confesión, diplomático, cantante, actor, mujeriego y bebedor. Que inventaron la bossa nova, como el que no quiere la cosa, para pasar luego a otro asunto. Que firmaron Garota de Ipanema, sin duda la canción brasileña más tarareada y versionada del planeta. Amar en paz es el primero de los tres temas de este dúo maravilloso de este disco que incluye también Sem você y Se todos fossem iguais a você, en la misma línea amoroso-pacifista, en las que surgen, de pronto, esas inopinadas armonías de Jobim tan sorprendentes como características. Amar en paz incluye otra pieza de Jobim, Dindi, incluido en el segundo y maravilloso disco, de producción norteamericana, del músico, aunque ya había sido grabada por Silvia Telles con anterioridad. En Amargura surge una intensidad muy made in Estrella, una dicción tan pulcra que casi se hace trasparente, una de las cimas de esta obra, también por la sencillez de la falseta de Josele: en esto de la música popular, los brasileros lo saben muy bien, lo simple, lo directo, es lo mejor. La versión más personal, flamenca, del disco. Morente se encuentra cómoda en este universo de la Amargura que se va, de Penélope que abre los ojos. Carinhoso revela también la personalidad flamenca de Josele. Es una de las composiciones más populares de un gigante de la música popular de todos los tiempos como Pixinguinha, cuyo nombre está asociado al nacimiento del samba, entre otras muchas heroicidades.

Chico Buarque es cantante, compositor, poeta, novelista, político, en el mejor sentido de la palabra... Y todo con una calidad literaria sublime, como se puede percibir en Atrás da porta, incluso en la traducción, firmada, como el resto del disco, por el productor del mismo, Fernando Trueba. Fruta boa es toda una declaración de amor adulto, consciente, una verdadera anomalía en la música popular, incluso en la brasileña, debido, por supuesto, a esa músico maravilloso y anómalo, Milton Nascimento. Una melodía única que Estrella Morente se lleva a su terreno sin traicionar el original, pues la fuerza la naturalidad, la belleza y capacidad de seducción de éste es tanta que permanece inmutable a las versiones.

Dança da solidâo supone un cambio de tercio en esta obra, la irrupción del ritmo y el sabor, el inequívoco perfil que asociamos a Brasil, aunque el país sea, desde luego, un auténtico y variopinto continente musical. Morente resuelve a la perfección el reto de cantar al personalísimo Paulinho da Viola, rematando la pieza con unos arreglos evanescentes y muy flamencos que son su sello de identidad. La fórmula se repite en Solidao, de Dolores Duran, que se abre con unos arreglos de seguiriyas para convertirse luego en una samba-cançao con una de las melodías más hipnóticas de la música brasilera, que ya es decir. Lo que más me gustó de Para machucar meu coraçao, de Ary Barroso, es el final morentiano, evocador, muy personal en el que, de pronto, la pieza alcanza otra dimensión, evoca otros territorios más cercanos: Granada y su Cuesta de Gomérez de infausto y vibrante recuerdo. El acompañamiento de Josele en este disco es tan sutil que, más que acompañamiento, hemos de hablar de colaboración, de dúo de músicos que, a veces, las más, van de la mano. Y que en otras ocasiones vuelan libres, cada uno, de ataduras rítmicas o armónicas. Lo cual resulta en un reto aún mayor, especialmente para la cantaora.

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