steve coleman. músico

"Mis influencias más importantes se encuentran hoy día fuera de la música"

  • El maestro del jazz contemporáneo y cabeza visible de su generación actuó ayer en el Museo Picasso junto a sus Five Elements Antes recibió a 'Málaga Hoy' para esta entrevista

Steve Coleman (Chicago, 1956) recibe a Málaga Hoy en el Hotel Larios y pregunta por toda la gente que se amontona en la calle. La inauguración de las luces de Navidad coincide con el Black Friday, pero Coleman lamenta que ambos "han perdido su esencia a favor de lo comercial". Maestro decisivo del jazz contemporáneo, creador del M-Base (superposición unísona de varias estructuras melódicas y armónicas de distinta métrica) y de la composición espontánea, autor de discos fundamentales como Black science (1990) y The ascention to light (1999), el saxofonista actuó ayer en el Museo Picasso con sus Five Elements quince años después de que lo hiciera en el Teatro Cervantes con Renegade Way. Antes, recibió a Málaga Hoy.

-Hablando de Picasso, no es difícil advertir similitudes entre el cubismo y el M-Base. ¿Se siente usted como un pintor cuando compone, delante de un lienzo que llena con sus colores?

-Antes de músico fui artista. Dibujaba. Así que siempre manejo imágenes cuando toco, cuando compongo y también cuando escucho música. Eso sí, son visualizaciones que no paran nunca de moverse. Pero sí, siempre me he sentido muy cerca del trabajo de Picasso, por muchas razones. Me interesa mucho el cubismo, pero especialmente su trabajo más inspirado en las antiguas máscaras africanas. Es algo parecido a la influencia que ejercieron algunas músicas populares en Stravinsky y Bartók. Y yo también reconozco esa influencia.

-Picasso advirtió una huella espiritual en esas máscaras. ¿Late esa misma huella en su música?

-Sí, por supuesto. Esa inspiración es en realidad algo bastante común. En la gente que te he citado es más consciente, más intencionada, y también está presente en mi obra. Somos seres humanos. Independientemente del tiempo que vivimos y del lugar que habitamos, podemos compartir cosas, aunque cada uno tengamos nuestra personalidad. Tampoco Picasso ni Stravinsky fueron los primeros en darse cuenta. Pero creo que, al final, todos terminamos intentando reproducir algo del pasado.

-También decía Picasso que no buscaba, sino que encontraba. ¿Qué importancia tiene lo inesperado en su música?

-Lo inesperado sucede a cada instante. Las personas sabemos muy poco de nosotros mismos y de lo que nos puede suceder, y por eso algunos sucesos aparecen sin que los esperásemos, de manera sorprendente. El universo parece estar sometido a cierto azar, y aunque yo no creo mucho en el azar, igual esto sí explica bastante de nosotros, de lo que nos sucede. Hay que estar preparados para lo que venga, ya sea en la música y en la vida. Para mí ya no hay distinciones entre música y vida. De cada pregunta que me hagas sobre la música, podría responderte exactamente lo mismo sobre la vida.

-¿Percibe muchas diferencias entre el público europeo y el americano en sus conciertos?

-Sí, bueno, es algo más complicado que eso. En América vive gente muy distinta, de orígenes muy diversos. Y en Europa hay países muy diferentes y comunidades muy arraigadas en sus tradiciones. Por eso no puedo distinguir entre un único público americano y un único público europeo. Independientemente de todo esto, creo que al final lo que más influye en la respuesta del público es el nivel de familiaridad que ese público tenga respecto a tu música. La reacción en un concierto de alguien que conoce tu obra es siempre muy distinta de la quien la escucha allí por primera vez, o que va a acompañar a un amigo. La diferencia depende al final más de cada oyente que del músico. Es una especie de filtro, un poco como sucede con Picasso. Si dos personas van a ver un mismo cuadro, es posible que terminen viendo dos pinturas completamente distintas. Dependerá de sus experiencias y del nivel de familiaridad que tengan con la obra de Picasso. Las impresiones serán diferentes. Y quienes hacemos música no podemos controlar esto, no sabemos quién está ahí, cuál es su experiencia, cuál es su ADN, qué les conmueve o qué no.

-¿La composición espontánea es la demostración, más allá de la improvisación, de que interpretar es siempre componer?

-La improvisación es una cosa y la composición espontánea, que es el sistema que yo trabajo, es otra. Si buscas el término improvisación en cualquier diccionario te dirá que tiene algo que ver con el azar. Así que en el fondo siempre estamos improvisando, cada día, decidiendo qué hacemos y qué no, respondiendo a lo que nos viene. A veces puedes estar improvisando sin saber que lo estás haciendo. Pero la composición espontánea es algo muy distinto, requiere mucha preparación. Al ser espontánea significa que la haces al instante, pero aquí no hay nada relacionado con el azar. Depende de tu formación. Puedes estar preparándote cinco años para terminar una composición, pero lo más importante es la intención, el deseo de contar algo. A menudo improvisas sin intentar nada, pero en la composición espontánea sabes bien lo que quieres. Muchos de los grandes compositores de la Historia, como Beethoven, alumbraban primero la música y luego la trasladaban a la partitura; y en mis últimos cuatro o cinco discos he seguido el mismo procedimiento. Seguramente el público no va a distinguir la diferencia, pero lo cierto es que en cada concierto terminamos tocando cosas distintas, dependiendo de la energía del momento.

-¿Y alguna vez le han faltado argumentos mientras tejía en directo una composición espontánea?

-Claro, es como una conversación. A veces quieres contar algo y no encuentras las palabras. A veces te sientes mejor y todo fluye con facilidad, dices lo que quieres decir; pero otras no te sientes bien, o estás enfadado, o tienes frío, o lo que sea. Eso sí, cuando eres profesional tu responsabilidad consiste en que tu trabajo se mantenga a partir de cierto nivel. Incluso en tus peores días tienes que alcanzar ese nivel. Lo bueno de la composición espontánea es que hace cada momento especial. Los lugares cuentan. Seguramente, el hecho de venir a la ciudad en que nació Picasso tendrá algún efecto a la hora de tocar aquí. O quizá no. Quién sabe.

-Es curioso, porque ha venido usted a Málaga en un día lluvioso, cuando aquí predominan los días soleados. Si Málaga influye hoy en su música, será la influencia de una ciudad lluviosa.

-Bueno, me gustan los días lluviosos. Me gusta el contraste, no me gustan las cosas que son siempre iguales. Me gustan los días que empiezan nublados y empiezan a abrirse. Y me parece que en ese contraste se encuentra la mayor influencia para la gente, ya sean pintores, músicos o lo que sea.

-¿Han cambiado mucho sus influencias desde los 80?

-Las influencias crecen. Se acumulan. Hoy me influyen músicas que no conocía hace algunos años. Pero sí, cada vez me influyen más cosas: miras a tu alrededor y encuentras un gran planeta donde vive mucha gente. La influencia es infinita. No sólo me influyen los músicos. Es más, te diría que mis influencias más importantes están hoy día fuera de la música. Aunque en realidad no hay límites entre dentro y fuera, entre una música que puede resultarme atractiva y una nube en el cielo. Lo importante es la disposición a sentirte inspirado. Cuando era más joven, los músicos me influían de manera más directa. Pero eso ha cambiado con el tiempo.

-En esta entrevista ha citado dos veces a Stravinsky.

-Sí, pero creo que de los grandes compositores europeos de su generación el que más me ha influido es Bartók. Hay un compositor danés, Per Norgard, que nació en 1932 y vive aún, y que aunque no es muy conocido es un músico al que admiro muchísimo. En su juventud fue amigo de Stravinsky.

-¿Algún músico con el que no haya tocado y le apetezca hacerlo?

-Es difícil responder a eso. He tocado con cientos de músicos. No sé, no puedo elegir uno.

-Sé de muchos músicos que querrían tocar con Steve Coleman.

-¿De veras? Vale, te diré uno: Sonny Rollins. Hablamos a menudo, pero nunca hemos tocado juntos. La diferencia generacional nos lo pone difícil, ya sabes. Sería bonito que pudiéramos hacerlo antes de que uno de los dos muera.

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