Antonio Banderas. Actor, director y productor

"Aquel niño que salió de Málaga sigue intacto, vivito y coleando"

  • El malagueño protagoniza y produce 'Autómata', la película de ciencia-ficción de Gabe Ibáñez que se incorpora a la cartelera. El mes que viene recibirá el Goya de Honor.

De alguna forma, Antonio Banderas (Málaga, 1960) ha venido a establecer con Autómata un puente entre los dos polos vitales de su trayectoria, con una producción española que aborda un género al que Hollywood ha dedicado infinidad de títulos. Desde que volviera a trabajar con Almodóvar en La piel que habito, el malagueño viene reforzando su juego entre dos aguas en virtud de sus tareas como actor, productor y director. El mes que viene, de hecho, recibirá el Goya de Honor y al mismo tiempo estrenará Knight of Cups, de Terrence Malick, en la Berlinale. Pero, tal y como explica en esta entrevista, semejante dispersión, que él considera sin embargo plenamente unitaria, responde a la realidad de una industria que se ha transformado radicalmente en los últimos años. Banderas, reconocido recientemente por Málaga Hoy como Malagueño del Año, es un grande del cine que sigue haciendo del amor al trabajo su filosofía esencial. Los proyectos que le quedan por delante (entre ellos 33 días, en la que interpretará a Picasso en plena realización del Guernica y cuyo rodaje podría empezar finalmente esta primavera tras un largo calvario de problemas legales) así lo atestiguan.

-Cuando se estrenó La piel que habito le pregunté si sentía como un actor americano haciendo cine europeo, en plan Richard Harris o Burt Lancaster. Quizá ahora cabría preguntarle si se siente como un actor y productor español husmeando en un territorio tradicionalmente americano.

-Evidentemente, hay algo de eso. El cine estadounidense ha hecho suya la ciencia-ficción a través de muchísimas películas, algunas muy recientes. Pero hacer este tipo de cine no es una cuestión sólo de contenidos, también de dinero. De entrada, crear una hiperrealidad que no existe es muy, muy caro. Y ahí no podemos competir. Piensa que Interstellar tuvo un presupuesto de 160 millones de dólares, y nosotros hemos hecho Autómata con 5 millones de euros. Pero lo bueno de llevar adelante este proyecto es que hemos demostrado que lo limitado del presupuesto se puede paliar con creatividad. Por ejemplo, los robots de la película tienen un diseño muy logrado pero en realidad su mecanismo imita al de las marionetas, y aquí la necesidad terminó creando un estilo. Cuando estuvo listo el primer prototipo, nos dimos cuenta de que tenía un aire que recordaba mucho al cine de robots de los años 50, y nos gustó enseguida. De modo que al final no teníamos un robot barato, sino un hallazgo de gran calidad artística.

-Del mismo modo, ¿rinde Autómata el homenaje que promete a los clásicos de la ciencia-ficción?

-Así es. El director, Gabe Ibáñez, puso su mirada desde el principio en la gran literatura de ciencia-ficción que había heredado de su abuelo, quien era muy aficionado al género: H. G. Wells, Isaac Asimov, George Orwell... Autómata remite a la ciencia-ficción que presta un espejo a la sociedad presente para hablar de problemas muy actuales. En este sentido, la película aborda no sólo los riesgos que entraña un desarrollo excesivo de la inteligencia artificial; también todos los peligros que sufre el homo sapiens como especie. Las causas que podrían hacernos desaparecer siguen intactas, y eso merece una reflexión.

-¿Es posible que el cine español aborde la ciencia-ficción sin perder sus señas de identidad, o inevitablemente hay que sacrificar algo de su descaro y espontaneidad al hacer estas películas?

-No, no creo que tenga que ser así. No es una cuestión de sacrificios. Los Almodóvar y demás referentes va a seguir haciendo películas, y el cine español que es más reconocido fuera, especialmente en países como Francia, va a seguir existiendo sin problema. Lo que sucede es que, de vez en cuando, algunos cineastas se atreven a dar el salto a géneros y corrientes a los que no se ha prestado demasiada atención, lo que por otra parte es algo absolutamente natural. Y a veces el empeño sale bien y el cine español se reconoce en estos géneros, que dejan de resultar ajenos. Últimamente lo hemos visto con claridad en el caso del cine de terror: películas como REC y El orfanato han demostrado que los cineastas españoles pueden hacer cine de terror a su manera, con la taquilla a su favor y también con proyección internacional. Y mientras esto ha sucedido, el cine español ha seguido siendo el mismo, no ha habido ninguna deformidad ni ha habido que sacrificar nada.

-¿Alguna vez hubo durante el rodaje de Autómata alguna tensión por las dudas respecto a lo que podría dar de sí el resultado final?

-No. Nunca. Fundamentalmente, porque Gabe Ibáñez sabía desde el primer momento lo que quería y ha conducido todo el proceso con firmeza hasta conseguirlo. Es un director muy minucioso, muy meticuloso, y eso nos daba a los demás garantías. Piensa que el rodaje se desarrolló en sólo seis semanas, con jornadas de catorce horas diarias. Si Ibáñez no hubiera estado así de seguro, no habríamos salido vivos. En cuanto a mi personaje, el director y yo teníamos claro que no íbamos a hacer concesiones al público para hacerlo parecer más amable. Vaucan es un agente de seguros aturdido, atormentado por lo que se le viene encima, y su drama no se ha edulcorado. Eso sí, el personaje presenta un rasgo que subraya su humanidad y su empatía: la curiosidad. Por lo demás, el rodaje ha sido como un juego. Aprendíamos a cada minuto. Creo que habría que haber rodado un documental sobre todo el proceso.

-Tal vez la edición doméstica merecería un making of extenso.

-Sin duda. Si la primera claqueta fue una fiesta, imagina cómo fue la última. No nos lo creíamos.

-No hace mucho dijo que se encontraba en la mitad de su carrera y que todavía esperaba marcar un gol. ¿Es el Goya de Honor el pase que esperaba?

-El Goya de Honor es un partido muy, muy largo. Un partido del que forman parte muchas experiencias y mucha gente a la que he conocido, y que empezó hace treinta años, cuando me subí en Málaga al tren Costa del Sol con destino a Madrid. Estos días, claro, he tenido oportunidad de reflexionar mucho sobre el pasado. Y lo que te puedo decir es que aquel niño que salió de Málaga sigue vivito y coleando. Intacto. Lo que me impone más respeto es la cantidad de maestros del cine español que han recibido este mismo premio. Pero, ¿sabes?, me siento como cuando vas por la calle, le das la vuelta a una esquina y encuentras otra calle, amplia y despejada, en la que empiezas a andar. Así voy, y así seguiré. El único final posible de todo esto será la caja de pino.

-A menudo ha hablado en los últimos años de su interés en hacer más cine en España. Pero, ¿no teme que si su carrera se inclina a este lado del charco termine echando de menos el otro?

-Tengo claro que no voy a cerrar ni una sola de las puertas que he abierto, tanto en Estados Unidos como en España. Mi trabajo como actor seguirá ligado a Hollywood, pero a la hora de producir y dirigir lo haré en casa. La industria ha cambiado muchísimo en los últimos años: Hollywood ya no es ni siquiera una marca, las televisiones lo transformaron todo de arriba a abajo, y luego vinieron la piratería y los nuevos procesos de exhibición. Los productores no quieren apostar ya por un solo formato. La financiación se ha complicado en consecuencia: antes todo funcionaba a través de compartimentos más o menos reconocibles, pero ahora hay muchísimo dinero de los rusos y los árabes puesto en juego.

-¿Cómo fue el rodaje de Knight of Cups con Terrence Malick?

-Fascinante. Trabajé un solo día. Me dieron un guión escrito en una hoja pero había que improvisar todo el tiempo. Creo que fue la jornada más divertida de toda mi carrera. Me metieron en una piscina vestido con un smoking junto a tres chicas, y así pasé el día entero.

-No me extraña que haya sido tan divertido. Además, parece que por ahora Malick le mantiene en el metraje, lo que no es poco.

-Sí. A ver qué pasa. Estando en la piscina le pregunté a los cámaras mexicanos que había por allí si saldría al final en la película. Me respondieron que ya había metraje para que la película durara una semana y me preguntaron si, en todo caso, me importaría figurar el quinto en el reparto.

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