Cultura

Sanz Lobato, Premio Nacional de Fotografía, fallece a los 82 años

  • Medalla a las Bellas Artes y natural de Sevilla, atrapó el alma de la España rural en un trabajo documental que creó escuela

Maestro de la fotografía en blanco y negro, Rafael Sanz Lobato falleció ayer en Madrid a los 82 años a consecuencia de un cáncer de pulmón que a este "fumador empedernido", según su hijo, se le había detectado hace unos meses. Galardonado con el Premio Nacional de Fotografía en 2011, la obra de este artista nacido en Sevilla el 5 de agosto de 1932 resume la historia de la posguerra española y la de una generación de documentalistas que se atrevió a mirar sin prejuicios un país muy distinto del que mostraba la propaganda oficial.

La obra de Sanz Lobato fue objeto de una comprometida recuperación en los últimos años, fruto de la cual pudo verse en el Convento de Santa Clara de Sevilla una antología de sus trabajos que recorría todas sus etapas creativas desde 1960 -cuando tomó sus primeras imágenes con ambición artística- a 2008, en que realizó sus últimos bodegones, inspirados por el surrealismo y la pintura de Morandi. Hace unos días la editorial La Fábrica presentó además un volumen monográfico dedicado a él en su colección Photobolsillo, un acto en el cual el artista recordó cómo aprendió de forma autodidacta a revelar y positivar a los 22 años.

Sanz Lobato renovó, como sus compañeros de esa generación entre los años 50 y 70, el fotoperiodismo español y estuvo atento a la transformación urbana de lo que había sido un país profundamente rural. Por esa condición de pionero del documental antropológico la académica y también Premio Nacional de Fotografía Cristina García Rodero, primera española en las filas de la agencia Magnum, se consideraba su discípula. Su admiración se dirigía, sobre todo, a las series que le dieron mayor fama: Bercianos de Aliste (Zamora, 1971), A Rapa das Bestas (Pontevedra, 1970-1975) o Auto Sacramental de Camuñas (Toledo, 1969-70).

Sanz Lobato nació en la calle Bécquer de Sevilla en el seno de una familia de ferroviarios que se trasladó a Madrid cuando él tenía 9 años. En la capital se hizo fotógrafo y compartió su pasión, en los años 50, con otros compañeros de la Real Sociedad Fotográfica, siendo además cofundador de Colmena y del Grupo 5.

La obra documental de Sanz Lobato, según reconoció en 2011 el Ministerio de Cultura, "constituye un puente entre la nueva vanguardia neorrealista de la posguerra y los métodos de observación fotográfica posteriores al 68". El propio artista, en una entrevista concedida a este medio en 2013, se consideraba, además de "republicano, ácrata y combativo", un devoto del trabajo lento y paciente. "Para hacer una obra propia hay que dedicarle mucho tiempo. Por eso para mí no hay nada comparable al bromuro de plata, a la fotografía analógica, al blanco y negro", declaró.

Sanz Lobato fue el primer sorprendido por la recuperación que vivió su obra en las dos últimas décadas, cuando retomó las facetas más creativas y colaboró con exponentes de las generaciones posteriores a la suya que, como Chema Conesa y Alberto García Alix, celebraron su magisterio. En 2004 se le concedió la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes. A la fotografía, que fue su pasión, tuvo que renunciar sin embargo en 2008 por unos problemas de visión que, al agravarse, le afectaron a ambos ojos.

"He sido siempre un autor bastante marginal y, además, fui reportero de fines de semana. Pero siempre he tenido la fotografía en la cabeza", recordaba el sevillano, que desde los 45 años se dedicó profesionalmente a la fotografía publicitaria y por encargo pero reservó sus días libres para, en los años 70, alcanzar a través de carreteras remotas los pueblos más recónditos de la Península Ibérica y reflejar los ritos religiosos y paganos en los que creyó advertir el alma perdida de España.

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