Cultura

Ingrid Bergman: Testigo e intérprete de dos momentos únicos en la historia del cine

  • Mañana se cumplen 100 años del nacimiento (y 33 de la muerte) de la mítica actriz sueca, que sobresalió tanto en el esplendor de Hollywood como en la revolución neorrealista

Decir que era hermosa, que tenía una fotogenia que hechizaba a la cámara (la creación del icono Bergman por Arthur Edeson en Casablanca), que llenaba la pantalla de una seducción inteligente que imantaba las miradas de los espectadores, que era una mujer vital independiente y fuerte o que era una extraordinaria profesional que actuó gravemente enferma hasta el final, es hacer de menos a Ingrid Bergman. Fue todo eso. Pero rostros de una belleza deslumbrante ha habido muchos y grandes actrices que lo han sacrificado todo a su profesión, también. Ella fue mucho más: testigo e intérprete de dos momentos únicos en la historia del cine -la opulencia industrial y artística del Hollywood clásico y la revolución neorrealista- y la única actriz que ha sacrificado su carrera por un impulso ético-cinéfilo. Ninguna ha vivido estos dos momentos decisivos de la historia del cine.

Llegó desde Suecia a Hollywood para rodar Intermezzo en 1939, el año en el que el sistema de los estudios alcanzaba su cima y la víspera del punto de giro marcado por la llegada de Hitchcock y Welles en 1940. Llegó a Roma en 1950, cuando la tormenta neorrealista sacudía las cinematografías de toda Europa y pronto de todo el mundo. Nunca Hollywood fue tan poderoso. Nunca un movimiento cinematográfico fue tan influyente como el neorrealismo ni una polémica estética fue tan intensa como la de 1954 con los estrenos de Senso, La strada y Viaggio in Italia. E Ingrid estaba en ambos casos allí.

1939, el año en el que llegó a América, es considerado el Hollywood's Golden Year por la recaudación, calidad e influencia de las películas estrenadas: Lo que el viento se llevó y El mago de Oz de Fleming, La diligencia, El joven Lincoln y Corazones indomables de Ford, Solo los ángeles tienen alas de Hawks, Tierra de Audaces de King, Amarga victoria de Goulding, Beau Geste de Wellman, Gunga Din de Stevens, Los violentos años 20 de Walsh, Caballero sin espada de Capra, Mujeres de Cukor, Ninotschka de Lubitsch, De ratones y hombres de Milestone, Unión Pacífico de DeMille, Tú y yo de McCarey, Adiós Mr. Chips de Wood, Vinieron las lluvias de Brown, El jorobado de Notre Dame de Dieterle, Otra reunión de acusados de Van Dyke o la Intermezzo que Bergman interpretó a las órdenes de Ratoff bajo la supervisión personal de O'Selznick.

En su primera etapa en Hollywood (1939-1949) trabajó a las órdenes de Fleming, Curtiz, Wood, Cukor, McCarey, Milestone y Hitchcock en títulos hoy clásicos que también fueron éxitos populares: El extraño caso del Dr. Jeckyll, Casablanca, Por quién doblan las campanas, Luz que agoniza, Las campanas de Santa María, Juana de Arco, Recuerda o Encadenados. En 1949 estaba en la cumbre, había sido nominada cuatro veces al Oscar que ganó por Luz que agoniza, era la musa de Hitchcock y los estudios se la disputaban… Pero la visión de Roma città aperta y Paisà cambió su vida. Conmovida, escribió a Rossellini su famosa carta: "He visto sus dos filmes. Si necesita una actriz sueca que hable inglés perfectamente, no ha olvidado el alemán, a quien apenas se entiende en francés y del italiano sólo sabe decir ti amo, estoy dispuesta a hacer una película con usted". No solo hizo una película con él, hizo seis -las mejores Stromboli terra di Dio, Europa 51 y Viaggio in Italia (horroroso título español: Te querré siempre), dejó a su marido y su hija sufriendo por ello un auténtico linchamiento, se casó con él -que abandonó a la Magnani con una bronca fenomenal- y tuvo tres hijos. De Stromboli a Viaggio in Italia protagonizó el histórico giro rosselliniano de la ortodoxia neorrealista a la segunda edad realista italiana, compartido con De Sica, Visconti y los jóvenes Antonioni y Fellini.

La relación con el celoso Rossellini, que no le permitía trabajar con otros directores, se rompió pronto. También influyó el fracaso de sus películas con el maestro italiano, fuertemente atacado por la ortodoxia neorrealista y solo defendido por los jóvenes críticos franceses de Cahiers du Cinema que pronto harán explotar la Nouvelle Vague. De una forma misteriosa ello marca el itinerario inmediato de la Bergman. Los jóvenes críticos franceses reconocían como padres del cine moderno a Rossellini y a Renoir. E Ingrid, tras separarse del primero, interpretó Elena y los hombres con el segundo en 1956. Ese mismo año hizo las paces con un Hollywood que estaba deseando perdonarla -tanto que le dieron el Oscar por la primera película que volvió a interpretar para los estudios, Anastasia- e inició su tercera etapa hollywoodiense (1956-1974) en la que alcanzó éxitos como El albergue de la sexta felicidad, Indiscreta, No me digas adiós, El Rolls Royce amarillo, Flor de cactus o Asesinato en el Orient Express, por la que obtuvo su tercer Oscar, récord solo igualado por Meryl Streep y solo superado por Katharine Hepburn. Su último papel cinematográfico fue un regalo de Ingmar Bergman, Sonata de otoño, un hermoso adiós al cine. En esta última etapa de su vida el teatro le dio muchas satisfacciones en los escenarios de París, Londres y Broadway. Hace un siglo que nació y 33 años que murió. Y su rostro sigue imantando miradas. Interpretó muchas y muy distintas grandes películas, pero en nuestra memoria será siempre la joven de 27 años fotografiada por Arthur Edeson en Casablanca y la mujer que besó a Gary Grant -mientras Hitchcock la besaba con la cámara- como nunca ha besado nadie en una pantalla.

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