Cultura

Canciones desnudas

  • Málaga de Cámara, Antonio de la Torre y María Eloy-García diseccionaron ayer con éxito la música y la letra de temas de toda la vida

Versionar canciones de éxito es habitual, pero nada sencillo. El público tiene la letra y la música originales grabadas a fuego en la mente tras haberlas entonado, tarareado o directamente gritado a los cuatro vientos miles de veces en todo tipo de contextos y situaciones. ¿Quién no se ha emocionado con Mediterráneo de Serrat o Volver de Gardel en algún momento? Es difícil darle otra vuelta a las canciones de toda la vida, pero ese era el reto del espectáculo Desnúdame el alma. Letras sin música, música sin palabras que se celebró ayer por la tarde en el teatro Cervantes. Se quería darle a la letra y a la música su protagonismo de forma independiente. Y lo consiguieron.

El actor Antonio de la Torre y la poetisa María Eloy-García recitaban los textos y Málaga de Cámara los interpretaba con dos violines, una viola, un violoncello, un clarinete, un piano y un vibráfono. A veces por separado y en otras confluían, ante la expectación de un aforo casi lleno que disfrutó con la propuesta y que aplaudió todas las intervenciones, aunque la versión de Qué no daría yo de Rocío Jurado y el dueto a piano y clarinete de El alma al aire de Alejandro Sanz fueron los más ovacionados. Así como el Como el agua de Camarón que interpretaron en los bises.

Arrancaron la velada con Cruz de navajas, de Mecano, con la voz en off de la poetisa para seguir con En carne viva de Raphael, recitado en esta ocasión, de forma muy sentida como no podía ser de otra forma dada la tristeza del texto, por De la Torre.

Hubo guiños a los asistentes de todas las edades. Desde coplas como Y sin embargo te quiero de la mítica Concha Piquer -que en este caso cambiaron por le quiero como parte de la interpretación- hasta el Como hemos cambiado, de Presuntos Implicados. En varias ocasiones, De la Torre y Eloy-García recitaron a dúo, siendo especialmente graciosa la lectura que realizaron de Noches de boda, popularizada por Chavela Vargas y Joaquín Sabina. El texto lo merecía. Es ágil, locuaz, intenso, lleno de historias entre líneas y lo bordaron, con beso en los morros final incluido entre el aplauso del respetable.

Hay partituras que esconden la fuerza de las letras y al contrario. Incluso la imagen estereotipada de sus intérpretes pueden desvirtuar textos que, por sí solos, pueden resultar sublimes. Un ejemplo es La vida sigue igual, de Julio Iglesias, un cántico a la amistad verdadera y la relatividad de la vida que en muchas ocasiones se ha metido en el cajón de la música ligera. "Siempre hay por quien vivir y a quién amar; siempre hay por qué vivir, por qué luchar; al final las obras quedan, las gentes se van; otros que vienen las continuarán, la vida sigue igual. Pocos amigos que son de verdad, cuanto te halagan si triunfando estás; y si fracasas bien comprenderás, los buenos quedan, los demás se van". Ahí queda eso.

La variedad y belleza de las canciones interpretadas quedó fuera de toda duda, pero ¿qué tal un monográfico de Sabina? Puede ser un nuevo reto para Málaga de Cámara.

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